Con su caída, el Gobierno de Enrique Peña Nieto da satisfacción a una demanda clave de las extintas autodefensas, las partidas armadas de origen popular que se han enfrentado al imperio del narco ante el fracaso de la autoridad estatal.
Hombre de verbo fácil, su afán de notoriedad había dejado en evidencia durante años a las autoridades encargadas de capturarlo. La Tuta colgaba a menudo vídeos en Youtube donde platicaba sobre las bondades de su espeluznante organización, otras veces daba entrevistas a cara descubierta en las que mostraba un inquietante y poco creíble comedimiento (“soy delincuente, pero no rapiñero”, decía), y en más de una ocasión se pavoneó con su pistola de cachas tachonadas de brillantes por los pueblos de Tierra Caliente, repartiendo billetes de 200 pesos y dejándose seguir y tocar, como un santón, por racimos de niños.
En los últimos meses, bajo la presión de las fuerzas de seguridad, había dejado de aparecer a cuerpo descubierto, pero no rebajó su presencia mediática. Para
por mantenerse en primera línea instrumentó una devastadoravídeoguerra. Desde sus escondrijos hacía llegar a los medios grabaciones en los que renombradas personalidades (exgobernadores, hijos de mandatarios, periodistas y alcaldes) platicaban con él en actitud servil. Cada vídeo ha pulverizado una vida política. Entre los caídos han figurado desde el priísta Jesús Reyna, secretario de Gobernación de Michoacán y gobernador interino en 2013, durante la etapa más virulenta del enfrentamiento entre los narcos y las autodefensas, hasta Rodrigo Vallejo Mora, hijo del gobernador Fausto Vallejo, cuya fulminación vino seguida días después de la retirada de la vida política de su padre. EL PAIS