España reclama un cambio de mandato del Banco Central Europeo
El Gobierno español ha enviado una ambiciosa propuesta a las instituciones europeas para rediseñar la política económica común, que ha fallado estrepitosamente en esta crisis. Quiere un presupuesto del euro para cuando las cosas van mal. Y reclama un BCE a la americana: un cambio de mandato. El primer objetivo de Fráncfort debe seguir siendo la inflación, pero España pretende hacer explícito un segundo objetivo: que el BCE se vea obligado a usar la política monetaria para prevenir divergencias macroeconómicas entre países. A día de hoy, el mayor desequilibrio es el paro: Alemania presenta tasas del 5%, y Grecia y España superiores al 20%.
Los líderes europeos decidieron repensar la gobernanza del euro hace poco más de un año: espoleados por el jefe del BCE, Mario Draghi, los Diecinueve parecían estar de acuerdo en la necesidad de una mayor integración ante la gravedad de una crisis que ha dejado la vista los tremendos defectos del euro. Pero la llegada de la recuperación ha enfriado esos planes.
Francia y Alemania acaban de enviar a Bruselas un documento conjunto, e Italia hizo lo mismo a finales de la semana pasada: en ambos casos se ha puesto en evidencia que el apetito por los grandes cambios se ha rebajado, con propuestas de bajo vuelo y a muy largo plazo. No es el caso de la aportación de España: en un documento de ocho páginas elaborado por La Moncloa, el Gobierno pide cambios de calado a Europa, que sigue siendo “vulnerable a choques asimétricos”, según el texto al que ha tenido acceso este diario.
Presupuesto de la zona euro y eurobonos
Madrid pide aumentar la movilidad laboral entre países, acelerar la unión fiscal con un presupuesto de la eurozona, completar la unión bancaria y, a más largo plazo, reclama incluso eurobonos. En líneas generales, España está a favor de mayores transferencias de soberanía hacia Bruselas, justo en sentido contrario de la agenda del primer ministro británico, David Cameron.
La aportación española depara una sorpresa mayúscula. El Gobierno de Mariano Rajoy es extremadamente crítico con el papel del BCE, y reclama una suerte de revolución en Fráncfort: un cambio de mandato. “La orientación de la política monetaria única ha demostrado ser inadecuada para determinados Estados miembros en los últimos años y ha generado choques asimétricos”, reza el texto, pese a que a fin de cuentas después el BCE se ha convertido en el salvavidas de España. “En algunos países, la política monetaria fue excesivamente expansiva, y creó condiciones financieras que promovieron el excesivo endeudamiento y la acumulación de desequilibrios”, apunta el documento en clara referencia a la burbuja inmobiliaria española.
La ausencia de movilidad laboral en Europa y la fragmentación del sistema financiero amplificó esos problemas. Y a pesar de que Madrid admite que tanto las políticas ultraexpansivas del BCE como la creación de cortafuegos europeos han mejorado la situación, España pide cambios profundos, incluso a corto plazo. Por un lado, una mayor coordinación de la política económica, que incluya una reintroducción de criterios de convergencia —un Maastricht II— en inflación, déficit exterior y diferenciales de los costes laborales. Pero Madrid dispara por elevación: reclama también “una formulación más adecuada de la política monetaria”.
En los próximos 18 meses, el Gobierno apuesta por adaptar el objetivo del BCE (una inflación armonizada inferior pero cercana al sacrosanto 2%) “teniendo en cuenta no solo la inflación media, sino también la variabilidad entre países y las condiciones diferentes que genera esa viabilidad”.
Giro copernicano en el BCE
Pero lo más sustancial de la propuesta española es a medio plazo: entre 2017 y 2019, según el documento elaborado por la Oficina Económica de Moncloa, deben darse pasos sustanciales hacia la unión política, y con ellos el rol del BCE debe cambiar. Para España “el mandato del BCE debe ser adaptado” para conseguir la corrección de desequilibrios macroeconómicos. “La estabilidad de precios (con una definición revisada” seguirá siendo el objetivo primario del BCE”, dice el documento, que a renglón seguido pide un giro copernicano: que el BCE “contribuya a la prevención de divergencias macroeconómicas y desequilibrios entre países”, con un segundo mandato que debe ser “explícito”.
Con ello, el Eurobanco seguiría la senda marcada por la Reserva Federal de EE UU, que cuenta con un mandato dual: estabilidad de precios y desempleo. “Es cierto que en Europa el objetivo explícito es la inflación, pero el BCE se fgija también en el PIB, el desempleo y otras variables, como hacen todos los bancos centrales del mundo”, dijo en Sintra el pasado sábado el vicepresidente del Eurobanco, Vitor Constâncio. A la luz de lo que ha pasado, es al menos discutible que el Eurobanco tenga en la cabeza el desempleo. Si la moción española prospera, no bastará con eso: diversas variables macroeconómicas pasarían a ser un objetivo explícito en Fráncfort. Aunque la ortodoxia alemana que rige los destinos del BCE desde siempre hace poco probable un giro tan ambicioso.