El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, considerado el último dictador de Europa por EEUU y la Unión Europea, se presenta a la reelección aprovechando el aparente deshielo en las relaciones con Occidente.
Lukashenko, en el poder desde 1994, no tiene rivales en la arena política, por lo que su victoria en las presidenciales del 11 de octubre se da por descontada, aunque la última economía del continente que no se rige por las leyes del mercado esté en su peor momento desde la independencia.
Los opositores “están demasiado alejados del pueblo. Ustedes mismos no creen en su victoria. Incluso aquellos que quieren enfrentarse a mí, piensan: ‘Lukashenko ganará de todas formas'”, dijo esta semana en plena campaña electoral.
Desde el estallido de la crisis en Ucrania, Lukashenko ha conseguido mantener un equilibrio aparentemente imposible entre los dos bandos en conflicto, Ucrania y los rebeldes, y sus principales aliados, Occidente y Rusia.
Y es que el líder bielorruso nunca llegó a respaldar la anexión rusa de la península de Crimea, al igual que en su momento tampoco reconoció la independencia de las regiones secesionistas georgianas de Osetia del Sur y Abjasia.
También se mantuvo prudentemente al margen del conflicto en el este de Ucrania y, de hecho, ha mantenido siempre abiertos tanto los canales políticos como comerciales con Kiev, con cuyo presidente, Petró Poroshenko, se ha reunido en varias ocasiones.
Además, presidió en Minsk tanto en septiembre de 2014 como en febrero pasado las negociaciones de paz entre Kiev y los separatistas prorrusos, a las que asistieron también los líderes de Rusia, Alemania y Francia.
En el plano comercial, pese a depender de los suministros energéticos y de los créditos rusos, no dudó en criticar a Rusia por intentar obligar a Bielorrusia y también a Kazajistán, todos miembros de la Unión Aduanera, a sumarse al embargo a los productos perecederos occidentales.
De hecho, su país ha sido zona de tránsito para el contrabando de productos occidentales, en muchos casos procesados y etiquetados en Bielorrusia, lo que le ha costado no pocos problemas con las aduanas rusas.
Quizás por todo ello, como deferencia a Minsk, la UE decidió excluir la semana pasada a 24 bielorrusos de la lista de sancionados, aunque prorrogó el resto de sanciones hasta finales de octubre, es decir, después de las elecciones presidenciales.
Bruselas, que aduce que no todos los presos políticos han sido liberados y el respeto de los derechos humanos no ha mejorado sustancialmente, se cura en salud por si se repite lo ocurrido en los comicios de 2010.
Entonces, la UE también apostó por la “realpolitik” en relación con Lukashenko, pero esas elecciones desembocaron en violentos disturbios, la detención de más de 600 manifestantes y la condena de varios candidatos a la Presidencia.
No obstante, algunos expertos y los opositores a Lukashenko advierten de que el actual deshielo entre Minsk y Bruselas “es un espejismo” al que contribuye la UE con sus desesperadas ansias de aislar a Rusia.
“La UE es muy ingenua. Nada ha cambiado en Bielorrusia. Lukashenko ni es un demócrata ni es un mediador en el conflicto ucraniano”, aseguró a Efe Stanislav Shushkévich, primer jefe de Estado bielorruso (1991-1994).
Opina que Lukashenko es un “esclavo” del presidente ruso, Vladímir Putin, que le trata como si fuera “el gobernador de Bielorrusia”, y estará en el poder el tiempo que quiera Moscú.
Por ese motivo, no se presentará a las elecciones, al considerar que son una “farsa”, aunque no boicoteará la votación, ya que eso está prohibido por ley.
En cambio, el comunista Serguéi Gaidukévich, candidato presidencial, cree que esta campaña es la más democrática de la historia de Bielorrusia, ya que la oposición tiene acceso a la televisión y, por vez primera, puede celebrar actos electorales en plena calle.
“Por eso, estoy en contra del boicot de las elecciones. Boicotear es muy cómodo. Lo difícil es persuadir a los bielorrusos, cuando un tercio de los votantes son pensionistas (2,5 millones) que no acceden a internet. No podemos convertir la política en disidencia”, comentó a Efe.
Agradece a Lukashenko que haya defendido la independencia del país al expresar su respeto por la soberanía de Ucrania, rechazar las sanciones contra Rusia y ofrecer Minsk como plataforma para las negociaciones de paz.
“Lukashenko se ha ganado que Occidente le mire con otros ojos. Los bielorrusos queremos vivir con todos, Este y Oeste. No queremos elegir aliados, queremos vivir”, señaló Gaidukévich, descrito por la oposición democrática como una marioneta del líder bielorruso.
Recientemente, Bielorrusia recibió de Rusia, a cuyo mercado envía la mitad de sus exportaciones, un crédito de 760 millones de dólares para sanear la alicaída economía nacional.
Fuente: EFE