Tras superar una crisis que llevó casi a la ruptura de las negociaciones, el Gobierno y las FARC cumplieron tres años sentados en la mesa de La Habana y sus máximos líderes acordaron, con un histórico apretón de manos, firmar el acuerdo definitivo de paz en marzo de 2016.
Fue el 23 de septiembre pasado cuando el presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de la guerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", anunciaron la fecha.
"Será el 23 de marzo de 2016. A más tardar ese día estaremos dando un adiós definitivo a la última y más larga guerra de Colombia, y no solo de Colombia sino de toda América", dijo Santos en La Habana, donde se produjo aquel apretón de manos en un encuentro en el que el cubano Raúl Castro ofició de maestro de ceremonias.
Ese mismo día anunciaron que las partes habían logrado un acuerdo relativo a la justicia que se aplicará una vez firmada la paz, un sistema que buscará sobre todo satisfacer a las víctimas y que debe garantizar verdad, reparación y no repetición.
Para llegar a ese punto el proceso debió pasar antes por momentos difíciles, especialmente a mediados de año cuando un ataque de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el conflictivo departamento del Cauca acabó con la vida de once militares.
Ese ataque llevó al cese del fuego unilateral de las FARC y también a la suspensión de los bombardeos por parte del Ejército, que los reanudó de inmediato con el resultado de 40 guerrilleros muertos.
Una situación que minó la confianza que habían construido las partes tras casi tres años de negociaciones.
El jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, reconoció el 5 de julio que el proceso pasaba por su "peor momento" desde que se iniciaron las conversaciones en La Habana en noviembre de 2012.
Fue la mediación de Cuba y Noruega, países garantes del proceso de paz, lo que llevó a las partes a corregir el rumbo: el 20 de julio la guerrilla declaró un nuevo alto el fuego unilateral, vigente hasta ahora, y el Gobierno respondió con una nueva orden de suspender los bombardeos contra los rebeldes.
Otros avances que se lograron en 2015 fueron el inicio de la retirada de las minas antipersona y la búsqueda de desaparecidos; también el compromiso, por parte de las FARC, de dejar de reclutar a menores, mientras el Gobierno anunció la puesta en libertad de 20 guerrilleros presos.
El apretón de manos de Santos y "Timochenko", el anuncio de la fecha límite para firmar la paz y el compromiso de poner en marcha una justicia transicional se sumaron a la decisión firme de poner en marcha en breve un alto el fuego definitivo y bilateral.
Santos dijo que podría iniciarse el 1 de enero de 2016, mientras que las FARC fueron más allá y hablaron del 16 de diciembre para que los colombianos puedan celebrar una navidad en paz.
Aún así, ni las FARC ni el Gobierno han dado nada por concluido, incluso han aflorado diferencias, especialmente en lo relativo a la Jurisdicción Especial para la Paz.
Para acelerar, el presidente envió en noviembre a La Habana a su hermano Enrique Santos, el mismo emisario que estuvo en las conversaciones secretas previas al inicio de las conversaciones de La Habana.
Allí se reunió con "Timochenko" y propuso enclaustrar a los negociadores en una especie de "cónclave" hasta lograr un acuerdo.
El encierro fue del 18 de noviembre al 3 de diciembre para, en palabras de Humberto de la Calle, "cerrar un oscuro y doloroso capítulo de nuestra historia". EFE