Si el dopaje genético tiene ahora más de espectro que de fenómeno de masas, los tests de detección serán pronto una realidad, con los avances de dos investigaciones científicas recientes que muestran que un atleta genéticamente modificado podrá ser traicionado por su sangre.
Los resultados de los trabajos realizados por investigadores alemanes, por una parte, y franceses y estadounidenses, por otra, acaban de eliminar los temores de que la lucha antidopaje (ya considerada como muy intrusiva) pueda un día ir hasta someter a los deportistas a tomas de tejidos musculares para verificar que no se han dopado genéticamente.
"El debate está en candelero en este momento. Se nos dijo que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) no podría nunca hacer biopsias musculares para detectar el dopaje genético", afirma el director científico de la AMA, Olivier Rabin.
"Nosotros eramos conscientes de ello desde el principio y es por eso por lo que queríamos metodologías que sean aplicables en la sangre", añadió.
Los expertos de la lucha antidopaje comprendieron rápido que los progresos de la terapia genética despertaban también el interés de algunos individuos en el medio deportivo.
Y que los mismos procedimientos consistentes en inyectar un gen en un enfermo para corregir un gen deficiente podrían ser desviados con el fin de multiplicar la producción por el cuerpo de EPO o de hormonas de crecimiento, con el objetivo de aumentar la capacidad de resistencia o la fuerza muscular de un atleta.
El método es ya muy arriesgado y complicado, pero los que se verían eventualmente tentados de modificar su patrimonio genético no tendrán ya ninguna garantía de impunidad.
Las investigaciones realizadas representan "claramente un avance en la detección posible del dopaje genético", afirma Olivier Rabin.
Publicadas esta primavera en la revista "Gene therapy", las investigaciones difieren en algunas cosas.
Por un lado, los trabajos dirigidos por Perikles Simon en Maguncia y Michael Bitzer en Tübingen se concentraron en la investigación del ADN transgénico, que es transferido al cuerpo. Sus resultados obtenidos en ratones, muestran que el ADN transgénico podía ser detectable hasta 56 días después de la inyección.
Por otro lado, los trabajos conducidos por Richard Snyder, de la Universidad de Florida, y Philippe Moullier, del CHU de Nantes, se interesaron en los principales vectores utilizados para efectuar el traspaso de genes, es decir los virus.
De esta forma, los investigadores doparon genéticamente a macacos con la ayuda de pequeños virus modificados, los AAV.
"Quitamos los genes del virus para reemplazarlos por genes de interés: en este caso, el de la EPO. Este virus sirve de caballo de Troya, protegiendo el gen para que llegue a la célula y sea eficaz", explica Caroline Le Guiner, encargada del proyecto en el laboratorio de terapia génetica de Nantes.
"Es uno de los más utilizados actualmente en terapia genética, ya que es uno de los más eficaces. Con una sola inyección en un músculo, el gen puede funcionar durante años", afirma la científica.
Los resultados son muy prometedores, ya que el plazo de detección supera un año tras la inyección, y podría alcanzar varios años, según ella. "Ese test ha funcionado en los macacos, ahora hay que adaptarlo al hombre. Pero el gen EPO del macaco es muy próximo al gen EPO humano", precisa la investigadora.
La AMA espera llegar a hacer converger estos dos métodos con el fin de conseguir por medio de un simple test sanguíneo una detección amplia del dopaje genético.
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