Las autoridades de Filipinas elevaron hoy a 1.457 el número de
muertos causados por las inundaciones ocurridas al sur del archipiélago
hace once días, mientras los equipos de rescate siguen buscando cadáveres
perdidos en el mar.
Según el último boletín del Centro Nacional de
Prevención y de Desastres, 84 personas están desaparecidas, mientras que queda
por confirmar la desaparición de otras 1.023.
Los equipos de rescate
sospechan que muchos de los cadáveres encontrados corresponden a
personas en paradero desconocido, ya que apenas han sido identificados
un tercio de los muertos.
Las dos ciudades más afectadas, Cagayan
de Oro, con 891 víctimas mortales, e Iligan, con 451, comenzaron la
semana pasada a enterrar a los difuntos en fosas comunes a medida que tomaban
fotografías, muestras de ADN y sus huellas dactilares para su posterior cotejo
con sus familiares.
De las casi 720.000 personas
damnificadas, 54.795 llevan diez días hacinadas en 56 centros de
evacuación repartidos por las localidades afectadas de la isla de
Mindanao.
Otras 321.914 víctimas reciben asistencia fuera de las escuelas
y polideportivos habilitados por las autoridades, que no disponen de espacio
suficiente para cobijar a las más de 42.000 familias cuyos hogares quedaron
parcial o totalmente destruidos por las riadas.
Los gobernantes locales
buscan nuevos espacios para realojar a miles de familias que
tienen prohibido regresar al lugar donde tenían sus hogares por encontrarse en
lugares de riesgo en caso de futuras riadas.
La tormenta
tropical golpeó la región, sobre todo las ciudades de Cagayan de Oro e
Ilican, entre la madrugada del pasado viernes y la mañana del sábado y dejó un
reguero de destrucción en 13 provincias.
Los daños causados por la
tormenta ascienden 1.143 millones de pesos (20,09 millones de euros o 26,2
millones de dólares), principalmente en carreteras, puentes, hospitales y
escuelas.
Los expertos de las agencias internacionales identifican al
chabolismo como el principal factor del gran número de muertos que causan en el
país los desastres naturales y que evidencian el mal estado de las
infraestructuras.
La incontrolada deforestación también favorece las
riadas y avalanchas de tierra que son frecuentes durante la estación lluviosa
que por lo general comienza en mayo y concluye en noviembre.
EFE