AP).— María Cervantes pensó que la vida le sonreía cuando el presidente Barack Obama anunció en junio la suspensión temporal de la deportación de miles de jóvenes como ella, que llegaron sin autorización a Estados Unidos con sus familias cuando eran menores de edad.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no satisfacía los requisitos para acogerse a ese programa, llamado Deferred Action for Childhood Arrivals o suspensión temporal de la deportación.
Cervantes, una mexicana de 26 años, es una de unos 400.000 jóvenes del país que no podrán beneficiarse del programa porque no han completado ni están cursando estudios secundarios, uno de los requisitos básicos establecidos en la directiva presidencial.
La organización dijo que la mayor parte de los inhabilitados por razones de estudios viven en California, donde hay 121.000 en esa situación. En Texas hay 71.000, en Florida 20.000, en Arizona 17.000 y en Georgia casi 13.000.La cifra proviene del Immigration Policy Center, un centro de investigación basado en Washington, que recaba información y analiza las políticas públicas de inmigración.
La suspensión temporal de la deportación ampara a personas que hayan ingresado al país antes de cumplir los 16 años y que estén cursando estudios secundarios, se hayan graduado de educación secundaria en Estados Unidos, hayan aprobado los exámenes de equivalencia conocidos como GED o hayan pertenecido a las fuerzas armadas estadounidenses.
Un informe del Centro Hispano Pew indicó que al momento de anunciarse la suspensión temporal de la deportación la iniciativa podría beneficiar a unos 1,7 millones de jóvenes.
Esa cifra, sin embargo, incluía los 400.000 que no terminaron la secundaria en Estados Unidos, no tienen un GED ni cursan estudios secundarios en este momento
En Arizona, los dreamers no han tenido mucha suerte con el examen para el GED porque en el estado existe una ley que prohíbe a las instituciones educativas que reciben fondos del gobierno ofrecer clases gratis de preparación para ese examen.
Hay algunas organizaciones privadas que las ofrecen, pero la demanda ha aumentado desde que se anunció la suspensión temporal de la deportación. Otro de los inconvenientes que han enfrentado jóvenes de varios estados es que a la hora de presentar los exámenes les piden documentos de identidad expedidos por el estado en el que residen, que no tienen debido a su condición de inmigrantes sin papeles.
Cervantes llegó a Estados Unidos cuando tenía 13 años. Vino con una cuñada de su hermana, sin conocer a nadie, a un país en el que pensó que podría iniciar una nueva vida. Pero las cosas no les fueron fáciles.
“Es difícil cuando uno es tan niño. Yo me vine a la aventura y ahora sé que tal vez esa no es la manera correcta, pero con el pasar del tiempo las cosas mejoran”, dijo Cervantes.
Aunque podía hacerlo, Cervantes no se inscribió en una escuela al llegar. Un par de años más tarde ingresó a una secundaria, pero no duró más de un par de semanas porque se dio cuenta de que no podía estudiar al tiempo que criaba a sus dos hijos pequeños. “Acababa de tener mi segundo niño. Tenía que atender a mis hijos y a mi esposo. Tenía 16 años y no pude seguir con la escuela”, relató la mujer.
Cuando se publicaron los requisitos para acogerse a la suspensión temporal de la deportación, Cervantes supo que su única opción era prepararse para presentar los exámenes del GED.
Justo por esa época empezaba a promocionarse en Atlanta, donde vive Cervantes, un centro de educación para adultos auspiciado por la comunidad marista local que se dedica fundamentalmente a ofrecer clases de preparación para el GED, gratis, en español.
Carlos Vizcaíno, director académico del centro, explicó que desde 2011 los maristas manifestaron interés por servir a la comunidad hispana y decidieron que ofrecer cursos de preparación para el GED era un buen comienzo para satisfacer las necesidades educativas de muchos jóvenes hispanos. Fue así como este verano surgió el centro que hoy ofrece clases a unos 200 alumnos, entre ellos Cervantes.
Según Vizcaíno, el anuncio de la suspensión de la deportación de dreamers dio un impulso inesperado a la idea de ofrecer clases de GED.
“Durante el periodo de inscripción en julio hubo días que recibí hasta 100 llamadas de muchachos interesados en el programa”, dijo Vizcaíno. Muchos fueron referidos por abogados locales que encontraron en este centro una solución para las personas que no tienen educación secundaria y aspiran a acogerse al Daca.
Las clases en el centro marista comenzaron en agosto con cien alumnos y una lista de espera de más de 50. Un par de semanas más tarde lograron contratar a más maestros voluntarios y se abrieron cinco clases más para otros 100 estudiantes.
“Podríamos tener más clases, porque la escuela marista nos prestaría más aulas, pero nos hacen falta maestros voluntarios”, señaló Vizcaíno.
Una dreamer que decidió estudiar para graduarse de secundaria es la mexicana Rosa Tapia, quien ya envió su solicitud al Departamento de Inmigración y Ciudadanía, al que adjuntó un certificado que indica que está inscrita en el centro marista y se está preparando para presentar los exámenes del GED. Tapia entró al país cuando era menor de edad y comenzó la secundaria, pero no llegó a graduarse.
“De eso hace ya siete años. Es difícil estudiar cuando uno ya está grande, pero hay que echarle ganas igual”, dijo Tapia, de 23 años.
En numerosas comunidades ha surgido la necesidad de clases de GED en español.
Gyla González, directora ejecutiva de Latinos Unidos del Condado Carroll, una organización que ayuda a los hispanos en Carrollton, 75 kilómetros al oeste de Atlanta, expresó que un gran número de candidatos en potencia a la suspensión de la deportación le han manifestado interés de tomar clases de GED en español. Pero en esa localidad, donde 10% de la población es hispana, no se ofrece ningún curso en español.
“Los cursos que yo sé que se ofrecen por aquí son en inglés y muchas veces la gente no se siente cómoda”, indicó González.
González explicó que ante la falta de alternativas algunos jóvenes han optado por graduarse de secundaria a través de escuelas virtuales, de las cuales ella desconfía. “Yo he tratado de corroborar que estas escuelas estén acreditadas y no lo he logrado. Sé de una persona que ya tiene su diploma, pero no sé si es válido o qué va a pasar cuando en dos años quiera usarlo para renovar su estatus”, dijo González.
José Argueta, un hondureño que vino a Estados Unidos hace ocho años, no podrá acogerse al programa de suspensión de deportaciones porque llegó al país con 16 años recién cumplidos. Pero de todos modos estudiará para recibir su GED, no para regularizar su situación migratoria, sino para tratar de superarse.María Cervantes prefiere seguir con su plan y presentar el próximo año los exámenes del GED. Con el apoyo de sus hijos y su esposo, quien cuida a los niños mientras ella estudia, espera aprobar los exámenes y estudiar enfermería. “Sería un milagro grandísimo. Siempre he tenido el sueño de estudiar, de seguir una carrera. Nada es imposible y aunque hay que hacer sacrificios, voy a seguir echándole ganas”, aseguró.
“No tenía familia ni nadie que me apoyara. Por eso no entré a la escuela. Mi idea era ponerme a trabajar y ayudar a mi familia en Honduras. Quería que mis hermanos se graduaran y por eso decidí que iba a trabajar y mandarles dinero para que estudiaran”, indicó Argueta.
Ahora que gracias a su apoyo uno de sus hermanos se graduó de mecánico y el otro está terminando la universidad y trabaja en un banco en Honduras, Argueta decidió que era hora de tomar en serio su educación.
Le pidió al gerente del supermercado en el que trabaja permiso para salir un par de días más temprano y poder estudiar. “Es súper difícil porque prácticamente le tuve que rogar al manager. Los jueves salgo a las seis, llevo mi ropa al trabajo (para cambiarse) y después salgo a tomar el bus para llegar a la clase a las siete”, contó el hondureño. “Mi meta es seguir aquí (en Estados Unidos) y para eso me va a ayudar tener el GED. Pero con las deportaciones y todo eso, si me tengo que regresar esta educación también me va a servir allá”, agregó.
“Al principio creí que iba a poder aplicar (acogerse al Daca), pero luego me di cuenta de que no. Igual la decisión de estudiar la tengo con o sin papeles. No es un obstáculo ser indocumentado”, puntualizó.