Dos noches históricas acaban de sumarse a l exitoso periplo mundial de la OSSBV y su director, Gustavo Dudamel. Además de las ovaciones que les tributó el público en el cierre de su gira en Nueva York, el especial repertorio que interpretaron confirmó el innato espíritu americanista de la orquesta, así como la reivindicación internacional del gran compositor venezolano Antonio Estévez
Hay una frase que el maestro José Antonio Abreu siempre les repite a sus músicos en los ensayos antes de cumplir con un concierto: “El reto que tienen por delante es enorme pero los éxitos serán infinitos”. Y este lunes 10 y martes 11 de diciembre, esa frase cobró vida en el Carnegie Hall de Nueva York. Allí, los 204 integrantes de la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar” de Venezuela y su director Gustavo Dudamel, ofrecieron dos históricos conciertos en el cierre de su gira USA 2012.
Con sus 2.804 butacas adquiridas por un público multicultural, ambas noches, la sala Isaac Stern (poseedora de una acústica excepcional) fue tomada por una inusual energía. Gracias a la prodigiosa batuta de Dudamel y a la solidez musical de la OSSBV, en el Carnegie Hall se sintió América. Se escuchó la frescura y el oleaje del Mar Caribe; el susurro de los vientos que suben desde La Patagonia; la profundidad y espesura del Amazonas; el enigmático llano venezolano, y los paisajes mexicanos.
Sinfonía india (1935-36), de Carlos Chávez, abrió el repertorio la noche del lunes 10 de diciembre. Exaltando los sonidos originarios de México, a través de la poderosa fila de percusión, la OSSBV y Dudamel reinventaron con pasión las canciones y motivos indígenas del país azteca. Continuaron con Tres versiones sinfónicas (1953), de Julián Orbón, provocando una explosión rítmica con un xilófono alusivo a la música africana del Congo.
Luego del intermedio, los sonidos del gong y de los timpani, crearon una atmósfera envolvente con La noche de los Mayas (1939), de Silvestre Revueltas, cuya versión de la OSSBV llevó al público a un viaje por la cultura mexicana, como si la música se convirtiera en imágenes cinematográficas. El cuarto y último movimiento de esta obra fue un éxtasis final que dio paso a más de diez minutos de ovación y a los tres bises: Conga del fuego nuevo, de Arturo Márquez; la emotiva Alma llanera, de Pedro Elías Gutiérrez, y el sabroso y alegre Mambo, de Leonard Bernstein.
Nueva York se hizo llanura
Sin duda alguna, la OSSBV y Dudamel han cultivado en Estados Unidos un público fervoroso que les agradeció durante el segundo concierto, este martes 11, con 20 minutos continuos de ovación, consagrándolos como la más exitosa participación del Festival “Voces de Latinoamérica”, que cerró de manera espectacular con La Cantata criolla del venezolano Antonio Estévez.
Rituales amerindios (2008), del argentino Esteban Benzecry, abrió el programa y cautivó con sus evocaciones de lluvias, ventiscas, sonidos de columpios y pájaros, que en un todo conforman una obra virtuosa y hablan de un compositor de gran futuro. Seguidamente, el Coro Sinfónico Westminster, bajo la dirección de Joe Miller, subió al escenario para acompañar a la OSSBV en Choros N° 10, (1925) de Heitor Villa-Lobos, obra que trasladó a la audiencia a una calle de Brasil y a su mezcla de música folklórica y sinfónica.
Las mayores expectativas estaban concentradas en La Cantata criolla (1954), de Estévez, quien finalmente fue el gran triunfador de la noche con su lenguaje universal y su gran legado musical. Era la segunda vez que esta obra se interpretaba en el Carnegie Hall -la primera audición fue en 1994, con American Composers Orchestra-. Pero fue la primera vez que una orquesta, un director y solistas venezolanos, la interpretaron en Nueva York.
La leyenda arrancó con las indicaciones de un Gustavo Dudamel que derrochaba satisfacción y orgullo nacionalista en su rostro. Los dos bien plantados solistas, Idwer Álvarez (Tenor), como Florentino, y Gaspar Colón Moleiro (Barítono), como El Diablo, esperaban que transcurriera la descripción del paisaje nocturno, en el primer movimiento, y el lento tenebroso de la tormenta, en el segundo movimiento, para comenzar el duelo y su rico contrapunteo, que finalmente salva a Florentino de las garras de El Diablo.
Antes de que Dudamel hiciera el último gesto con su batuta, se sintió un estrepitoso aplauso que siguió y siguió hasta que los bises aquietaron a la delirante audiencia. Los elogios se escuchaban por doquier. Harry Radliffe, director y productor del Programa “60 minutos”, dijo: “Para mi esta noche fue un completo deleite. No me era familiar este repertorio, pero hoy me fue revelado como un cuadro que dibuja al continente latinoamericano y nos llenó de goce con la música de esta maravillosa orquesta, de Dudamel y del visionario maestro Abreu”.
Este miércoles, la OSSBV y Dudamel culminaron la residencia artística en Nueva York, con un seminario donde se reunieron estudiantes y profesores de música del área metropolitana de la ciudad, en una jornada de trabajo realizada con los núcleos de Queens, Brooklyn, New Jersey, South Bronx y Washington Heights.