El presidente de Chipre, el conservador Nikos Anastasiadis, ha querido despejar hoy la intranquilidad suscitada por el rescate del país en círculos financieros e instituciones internacionales con un mensaje muy claro: Chipre no abandonará la moneda única. “No tenemos ninguna intención de salirnos del euro”, ha dicho Anastasiadis este viernes en la conferencia anual del sindicato de la función pública, que se ha celebrado en Nicosia. No obstante, ha aprovechado la ocasión para criticar a sus socios de la Eurozona por imponer a su país “demandas sin precedentes que han forzado a Chipre a convertirse en un experimento”, en referencia a la obligación de los depositantes de los bancos a cargar con parte del rescate, imponiendo quitas a los ahorradores que tengan más de 100.000 euros en depósitos, acciones u obligaciones.
“No tenemos ninguna intención de salirnos del euro”, subrayó Anastasiadis en su discurso ante el congreso del sindicato de la función pública, que se celebró ayer en Nicosia. “Asumí un Estado en bancarrota [al tomar posesión hace un mes] y ahora lo que toca es aplicar reformas difíciles” para reducir el gasto público, dijo, sin referirse expresamente a una reducción de salarios o plantilla de los funcionarios, en un país donde el sector público es el mayor empleador: unos 60.000 puestos de trabajo dependen del Estado, en una población de algo más de 800.000 habitantes. “En ningún caso se va a jugar con el futuro de Chipre”, recalcó.
La permanencia en la eurozona, sin embargo, no está libre de obstáculos, subrayó. “Asumí un Estado en bancarrota [al tomar posesión hace un mes] y ahora lo que toca es hacer reformas difíciles” para reducir el gasto público, dijo, sin referirse expresamente a una reducción de salarios de funcionarios, en un país donde el sector público es el mayor empleador. “En ningún caso se va a jugar con el futuro de Chipre”, añadió.
El discurso del presidente, enarbolando el ejemplo de sus propiasmedidas de austeridad –bajarse el sueldo un 25%-, sale al paso de las voces más críticas con el rescate en el interior de Chipre, como la del presidente del Parlamento, el socialdemócrata Yannis Omiru, que ha hecho suyo el discurso popular: sí al euro, no a las imposiciones de la troika. En la misma conferencia de funcionarios, Omiru defendió la viabilidad del país dentro de la eurozona, pero no a cualquier precio. “Chipre no debe tolerar cadenas” de la troika, dijo; “me pregunto si lo correcto es aceptar condiciones humillantes, rayanas en la esclavitud de los chipriotas y de Chipre, o sería mejor buscar soluciones alternativas”.
El frente interno no ha concedido ni un segundo de respiro a Anastasiadis tras la aprobación in extremis del rescate, el lunes pasado. A las críticas de Omiru, a quien como representante del Legislativo correspondería en teoría un papel más institucional y menos político, se suman las del resto de partidos en la oposición. El centrista Diko acusó ayer a Gobierno y bancos de conocer de antemano las condiciones del rescate de la troika y actuar en consecuencia. El comunista AKEL ha solicitado un referéndum sobre la permanencia del país en el euro. Todos ellos rechazaron en el Parlamento el primer rescate acordado, que imponía una tasa sobre todos los depósitos, tanto los superiores como los inferiores a 100.000 euros.
El discurso de Anastasiadis coincide con la valoración del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), que reúne a los principales bancos del mundo, según el cual la posibilidad real de una salida de la zona euro es evidente. “Chipre tiene todas las cargas derivadas de estar en el euro, pero ninguna de sus ventajas”, informaron a última hora del jueves fuentes del IFF en Washington. Lo mismo, pero con otras palabras, que opinan muchos chipriotas, líderes políticos incluidos.
En el segundo día de apertura de los bancos tras casi dos semanas de cierre por el corralito, volvieron a oírse loas a la responsabilidad y la serenidad de los depositantes, que afrontan una excepcionalidad –el control de capitales- cuyo final no se vislumbra. Aunque el Ministerio de Finanzas informó en un principio de que las restricciones iban a durar solo una semana, el ministro de Exteriores, Yanis Kasulidis, anunció el jueves que las limitaciones podrían prolongarse un mes, y el propio Anastasiadis apuntó ayer que se levantarán “gradualmente”. Ayer se sumó a la cacofonía el Banco Central de Chipre que comunicó que “evaluará” a diario las restricciones para ajustarlas o dulcificarlas.
Tras la anormalidad del jueves, la rutina ha vuelto a presidir el funcionamiento de las entidades. Todas las oficinas abrieron ayer en su horario habitual y solo eran perceptibles mínimas colas ante algunas sucursales del Laiki Bank, el banco más afectado por la crisis.
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