La entrada al estadio de Itaquerão, al este de São Paulo, puede convertirse en un martirio para los miles de seguidores que acudan el jueves a la inauguración del mundial con el Brasil-Croacia. Las protestas han continuado y esta mañana la policía ha dispersado con gases lacrimógenos a los manifestantes que cortaban una de las calles principales del centro financiero, Rua Vergueiro, según ha informado la agencia AFP. Los 70 piquetes que han entrado a la estación principal de metro para parar los servicios mínimos también han sido recibido con granadas de humo, según ha explicado el presidente del sindicato, Altino Melo dos Prazeres, a la agencia AFP.
Tras una asamblea celebrada el domingo, el sindicato de los trabajadores del metro de São Paulo decidió continuar con la huelga que paraliza el metro desde el jueves y que afecta a cerca de cuatro millones de personas, que pone en riesgo la movilidad de la ciudad a tres días de que el balón comience a rodar. El jueves, primer día del paro, que responde a peticiones salariales, la ciudad, ya de por sí proclive a embotellamientos monumentales, registró un atasco casi histórico de 239 kilómetros en el área central de São Paulo. La ciudad casi se paralizó por completo.
Los trabajadores decidieron continuar la huelga a pesar del fallo unánime del Tribunal Regional del Trabajo, que en una sesión extraordinaria acordaron que el paro es ilegal. Además, aumentaron la cuantía de la multa por incumplir los servicios mínimos de 30.000 a 150.000 euros. Solo las líneas privatizadas funcionan, pero la que lleva al estadio, la roja, es pública y se ve afectada. También corre el riesgo de quedar parado el tren expreso que enlaza el centro con el estadio.
"Esto es un problemilla pequeño. Si no hay metro, pues que la gente vaya en autobús o en coche. Siempre hay alternativas", dice el presidente de la Federación Brasileña de Fútbol
El asunto puede incluso agrandarse y derivar en una huelga general. “El 90% de los trabajadores apoya nuestras reivindicaciones”, aseguraba uno de los líderes sindicales durante la asamblea. Los empleados del metro aseguran también que ya hay movimientos sociales y sindicatos que les han expresado su adhesión al paro.
Con todo, hay una nueva asamblea marcada para el lunes por la tarde entre los trabajadores y la empresa que marcará el rumbo del conflicto. Los trabajadores piden un aumento del 12,2% , pero el Metro de São Paulo ofrece un 8,7%. Toda la ciudad está ahora pendiente de esta negociación. Al término de la asamblea, en medio de una marea de gritos y protestas, uno de los trabajadores se hizo con la palabra y exclamó: “En cuanto salgáis de aquí vais a empezar a oír que tenemos que acabar con la huelga, que hay mucho en juego con el mundial. No desanimaros. Más allá de la Copa, de Neymar y de la FIFA, lo que está en juego aquí es nuestra vida y la de los trabajadores”.
Que la estación de metro vital para acceder al estadio se encuentre cerrada el jueves no preocupa mucho a Marco Polo del Nero, el presidente de la Federación Brasileña de Fútbol: “Esto es un problemilla pequeño. Si no hay metro, pues que la gente vaya en autobús o en coche. Siempre hay alternativas”.
Esta huelga se inscribe en un clima, si no de desafección hacia el mundial por parte del brasileño, sí de cierta tibieza. A pesar de su amor al fútbol, la población no demuestra el mismo entusiasmo —por lo menos hasta ahora— que otros años, y eso que Brasil es la sede del campeonato. Hay menos calles adornadas, menos banderas colgadas de las ventanas y, en general menos ambiente de euforia y de fiesta.