EFE).- Tras 21 días de incesantes y duros bombardeos, el sonido de la muerte cesó hoy por unas horas en Gaza, sustituido por las risas de los niños, los juguetes y las pompas de jabón típicas de la fiesta de fin de Ramadán.
Los más pequeños retomaron las calles de las principales ciudades, unos para trabajar y ayudar a sus familias, y los menos para disfrutar por unas horas de los regalos y las golosinas, como si fuera una fiesta del “Eid” normal.
En muchas de las 69 escuelas-albergue gestionas por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), en las que se han cobijado cerca de 200.000 familias, a veces en condiciones infrahumanas, la vida era hoy un poco menos dolorosa.
“Los niños juegan porque son niños y es lo que tienen que hacer. Y nosotros les dejamos pero esto es una enorme tragedia. No tenemos donde volver, no tenemos dinero ni trabajo. ¿Qué vamos a hacer, vivir aquí así toda la vida?”, se quejaba a Efe Mohmad al Nablusi, un tendero de Shahaiya.
Su barrio, situado en el este de Gaza ciudad, es uno de los más afectados por la enorme destrucción y el terror que han causado los intensos y reiterados bombardeos por tierra, mar y aire del Ejército de Israel.
Poblado por más de 50.000 personas, hoy en día es el ejemplo de la desolación, un paisaje gris de casas abatidas y calles espectrales que recuerdan al Berlín arrasado tras cinco años de Guerra Mundial.
Según datos de la ONU, en los tres semanas de ofensiva Israel ha destruido más de 6.600 inmuebles civiles y viviendas, además de hospitales, mezquitas y escuelas en un territorio de apenas 325 kilómetros cuadrados.
Más de 250.000 se han visto obligadas a desplazarse a escuelas de la ONU abarrotadas, pero también al centro de Gaza ciudad, convertida en un enorme campo de refugiados.
Hospitales, parques, pisos de escasos metros en los que se juntan varias familias, sótanos, portales, e incluso tiendas y almacenes acogen estos días a miles de personas que se han quedado sin hogar o que no pueden volver a sus barrios por los combates.
De acuerdo con un mapa difundido el domingo por la UNRWA a través de las redes sociales, las tropas israelíes han penetrado en un 44 por ciento de la Franja, en el que hasta la fecha vivían cerca de 250.000 personas.
Hoy, una de las discusiones recurrentes en cafeterías y mezquitas de la Franja era si este aparente cambio de estrategia de “calma por calma, disparo por disparo”, es el preludio de una tregua definitiva que ponga fin a 21 días de conflicto que han segado la vida de más de 1.100 personas, en su gran mayoría civiles.
Pero también, qué futuro espera a los miles y miles de desplazados internos que no podrán regresar a sus hogares en una Franja ya de por sí depauperada, en la que 4 de 5 de sus habitantes -calculados en 1,8 millones- vive bajo el umbral de la pobreza.
“Es una enorme tragedia humanitaria de difícil solución cuya factura no pagará Israel, si no la comunidad internacional, como hasta ahora”, se quejó un fuente diplomática europea que prefirió no ser identificada.
Hasta la fecha, más de la mitad de los habitantes de la Franja -objeto de tres ofensivas bélicas israelíes en menos de seis años- ya dependían de la ayuda internacional.
La aparente calma de este lunes es fruto del cansancio de los dos contrincantes pero también de las presiones directas de EEUU y del Consejo de Seguridad de la ONU.
Anoche, el presidente estadounidense, Barack Obama, llamó personalmente al primer ministro israelí, Benjamin Netnyahu, para exigirle el fin definitivo e inmediato de las hostilidades, demandas a las que se sumó el máximo órgano de Naciones Unidas.