La derrota, este sábado, de la demócrata Mary Landrieu en la segunda ronda de las elecciones a senador del Estado de Luisiana supone el fin de una era. Con la pérdida de ese escaño, el Partido Demócrata desaparece casi por completo del llamado Deep South (el Sur Profundo) de Estados Unidos, los siete viejos Estados de la Confederación que se escindieron de la Unión en la antesala de la Guerra Civil (1861-1865).
Con la excepción de un senador en Florida, los demócratas no controlan ni un solo puesto de gobernador, mayoría de un Parlamento y escaño de senador en el Sur Profundo. Y si se excluye Virginia, el panorama es igual de desolador en los otros cuatro Estados de la Confederación -en la franja alta del Sur- que participaron en la Guerra Civil.
En las elecciones legislativas del 4 de noviembre, el Partido Republicano arrebató al Demócrata ocho escaños del Senado, dos más de los que necesitaba para hacerse con la mayoría de la cámara. Con la victoria del republicano Bill Cassidy este sábado en Luisiana, la cifra asciende a nueve. Tres de ellos son escaños sureños (Arkansas, Carolina del Norte y Luisiana). Y los conservadores estuvieron a punto de dar la sorpresa y hacerse también con Virginia. Conquistar Georgia -al margen de mantener Carolina del Norte- era la principal esperanza de los demócratas en el Sur.
Detrás de las causas del giro conservador del Sur, los expertos señalan el discurso más progresista y laico de los demócratas, la culminación de un reemplazo generacional de sus viejos votantes y la mayor fidelidad del voto republicano.La hegemonía conservadora en el Sur de EE UU es la culminación de un viraje paulatino, fruto de cambios políticos y sociales. El detonante fue la aprobación en 1964 de la ley del fin de la segregación racial, impulsada por un presidente sureño, el demócrata Lyndon Johnson. En ese momento, el Sur era un sólido feudo del Partido Demócrata: controlaba casi el 100% de los parlamentos, oficinas de gobernadores y escaños de senadores nacionales. En 1990, el peso cayó al 80%, según datos analizados por el diario The New York Times que excluyen Florida y Virginia. En 2010, al 40%. Y desde la noche de este sábado, al 0%.
“Es un partido completamente distinto del que era hace 20 o 30 años. Cuando el Partido Demócrata y sus candidatos se convierten en más liberales -que en EE UU tiene el significado de progresista- en cultura y religión, ese no es el partido que aboga por los valores o el pensamiento de esos blancos [del Sur]”, dijo al Times Merle Black, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Emory de Atlanta.
La posición demócrata en asuntos como el aborto, los derechos de los homosexuales o la regulación de las armas les ha hecho perder votantes sureños. Por ejemplo, entre la creciente población de blancos evangélicos en Arkansas.
También influye la impopularidad del presidente de EE UU, el demócrata Barack Obama, y el hecho de que sea afroamericano, lo que ha acelerado la migración blanca hacia los republicanos en el Sur. En las elecciones presidenciales de 2008, Obama solo ganó en tres estados del Sur: Carolina del Norte, Virginia y Florida. Cuatro años después, repitió en los dos últimos. En 2012, obtuvo un 17% de los votos blancos en el Sur Profundo, según datos del centro demoscópico Pew.
Las cifras de Obama en 2008 en el Sur fueron peores que las del demócrata John Kerry en los comicios de 2004, lo que sugiere que el factor racial influye. En las elecciones presidenciales en algunos Estados sureños, la ventaja republicana entre los votantes blancos es de nueve por cada uno, según los datos citados por el rotativo. Es un nivel de lealtad similar al de los negros con los demócratas, pero su participación electoral tiende a ser menor que la de los blancos.
Otro de los cambios en los últimos años, apuntan los expertos, es que los votantes blancos son casi igual de hostiles con un demócrata sea o no de ese Estado. Así le sucede a la senadora Landrieu en Luisiana. En las elecciones del 4 de noviembre, que tuvieron que ir a segunda vuelta al no llegar ningún candidato a la mitad de votos, Landrieu obtuvo un escaso 18% de apoyo blanco. Seis años antes, fue del 33%.
Entre los negros -que suponen el 32% de la población del Estado, el porcentaje más alto tras Misisipi-, registró en noviembre el 42% de los votos, pero las cifras anticipadas sugieren que la participación de afroamericanos fue menor este sábado e insuficiente para revertir el escaso respaldo blanco. También influye el hecho de que, tras el huracán Katrina en 2005, Luisiana sufrió una pérdida significativa de población negra.
Landrieu -cuyo hermano es alcalde de Nueva Orleans, como lo fue su padre- ha marcado distancias con Obama y fue la candida más votada el 4 de noviembre. Pero en la segunda vuelta, el republicano Cassidy ha logrado movilizar más al electorado y a los votantes que se decantaron por un candidato independiente. El Comité Nacional Demócrata apenas se ha implicado en la campaña, consciente de que las encuestas les eran desfavorables y de que ya no hay nada que hacer para evitar que el control del Senado caiga en manos republicanas.
¿Es el Sur de EE UU una batalla perdida para el Partido Demócrata? Solo el tiempo lo dirá. Las elecciones presidenciales de 2016 serán el siguiente termómetro. La transformación demográfica en Estados como Virginia y Carolina del Norte ha beneficiado en los últimos años a los demócratas por el auge del llamado Nuevo Sur: más urbano, más negro y latino, con más jóvenes blancos muy cualificados. Y amenaza con hacerlo en otros, como Georgia o Texas.
Nueve de los 10 Estados con un mayor incremento de población latina están en el Sur y los hispanos tienden a votar demócrata. No parece casual que los demócratas sobrevivan parcialmente en Florida y Virginia, donde son mayoría los nacidos fuera de ese Estado. Pero la realidad actual es que desde este sábado el Sur es más republicano que nunca. EL PAIS