El predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, recordó este Viernes Santo a los cristianos perseguidos en el mundo, actuales “eccehomo” que padecen una “violencia homicida” ante “la inquietante indiferencia del mundo”.
Así se expresó Cantalamessa durante su homilía en la ceremonia de la Pasión de Cristo, celebrada en la basílica de San Pedro y presidida por un papa Francisco que atendió a sus palabras sumido en un profundo recogimiento.
El acto comenzó con el pontífice postrado sobre el pavimento y orando durante unos minutos ante el Altar de la Confesión, bajo el que según la Iglesia reposan los restos del apóstol San Pedro.
Acto seguido se procedió a la lectura de los pasajes de la Pasión de Jesús de Nazaret, cantada por tres diáconos y acompasada por el Coro de la Capilla Sixtina.
Cantalamessa comenzó su homilía recordando la figura del “eccehomo”, término con el que Pilatos presentó a Cristo durante su calvario, “un hombre reducido a la impotencia más total, el prototipo de todos los esposados de la historia”.
“¡Cuántos eccehomo en el mundo! Cuántos prisioneros que se encuentran en las mismas condiciones de Jesús en el palacio de Pilatos: solos, esposados, torturados, a merced de militares ásperos y llenos de odio, que se abandonan a todo tipo de crueldad física y psicológica, divirtiéndose al ver sufrir”, lamentó.
Reconoció que “los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo” pero advirtió de que “no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes”.
Apuntó que es el caso de Kenia, donde este jueves fueron asesinadas 147 personas tras el ataque terrorista a una universidad del país, un crimen derivado de “la furia yihadista” del grupo terrorista somalí Al Shabab.
“Jesús dijo un día a sus discípulos: ‘Llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios”. Quizá nunca estas palabras han encontrado, en la historia, un cumplimiento tan puntual como hoy”, denunció.
Lamentó “la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto”, una situación que -reconoció- sí ha sido denunciada valientemente “por alguno” en la “prensa laica”.
Ante esta persecución recordó el ejemplo de “generosidad infinita” de Jesús y propuso el “perdón” hacia los verdugos, una actitud “inspirada por una caridad que perdona al prójimo, sin cerrar entretanto los ojos delante de la verdad”.
Afirmó que esta actitud no supone “volverse pasivo hacia la derrota y la muerte” ya que “la victoria definitiva del bien sobre el mal (…) ya vino sobre la cruz de Cristo”.
“Desde aquel día el mal pierde y más pierde cuanto más parece triunfar. Está ya juzgado y condenado en última instancia, con una sentencia inapelable”, defendió.
Señaló que “invocar a Dios y valerse de su autoridad” para ejercer la violencia solo retrocede su idea “a situaciones primitivas y groseras, superadas por la conciencia religiosa y civil de la humanidad”.
Por último recordó que los “verdaderos mártires no mueren con los puños cerrados sino con las manos unidas”.
Así, puso como ejemplo a los 21 cristianos coptos asesinados en Libia por el autodenominado Estado Islámico (EI) el pasado febrero, que perecieron bajo los golpes pero “murmurando el nombre de Jesús”.
Fuente: EFE