El cruce de ultimátums entre Berlín y Atenas de la semana pasada estuvo a punto de hacer descarrilar la negociación para alcanzar una solución temporal a la crisis de Grecia. La tensión no ha acabado: los socios europeos despacharon este martes con una negativa tajante la última propuesta del Gobierno de Alexis Tsipras, que se resiste a recortar pensiones pero ha traspasado algunas de sus líneas rojas en aras del acuerdo. Tsipras, la canciller Angela Merkel y el presidente francés François Hollande tratarán de dar este miércoles un impulso político casi definitivo a la saga griega.
Oferta, negativa airada,contraoferta, que a su vez es rechazada, y vuelta a empezar. Esa es la secuencia actual de las interminables negociaciones sobre Grecia, que se acercan a su recta final con infinidad de dudas y apenas una certeza: la partida no está cerrada y cada una de las partes apurará hasta el último día para sacar el máximo partido de la tensión. Tanto los griegos como los acreedores pretenden sacar tajada del temor a un posible impago que nunca acaba de llegar (y que difícilmente llegará). Grecia presentó la enésima propuesta a los socios europeos, que a renglón seguido la tumbaron por enésima vez. Atenas trabajaba en la noche del martes en una nueva revisión de esa oferta, de cara a la reunión que mantendrán este miércoles en Bruselas el primer ministro Alexis Tsipras, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande.
“Las dos partes ya no están tan lejos”, apuntaban fuentes de Atenas y de la Comisión Europea; el vicepresidente comunitario Valdis Dombrovskis auguró un pacto “en los próximos días”. Pero Alemania y el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, diluyeron ese amago de optimismo. Dijsselbloem añadió que el acuerdo es “imposible” sin que Grecia cambie el sistema de pensiones y eleve la edad de jubilación.
Ese es el nudo gordiano de la negociación: las pensiones, que han sufrido duros recortes a lo largo del último lustro. Los socios europeos quieren un tijeretazo adicional que provocaría una crisis política en Atenas. Tsipras rechaza abiertamente ese recorte —que incluiría un revés incluso para las pensiones más bajas, según la última oferta europea—, pero se aviene a otras medidas: el Ejecutivo heleno está dispuesto a endurecer las prejubilaciones, e incluso a aceptar alguna imposición más por ese flanco.
Ampliar el rescateEl resto de supuestas líneas rojas se han ido difuminando. Grecia y los socios están ya muy cerca en lo relativo al superávit primario (antes del pago de intereses): Atenas ofrece el 0,75% del PIB para este año y Bruselas quiere el 1%. Y ambas partes saben que esas cifras son inalcanzables: el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, lo ha reconocido explícitamente durante los últimos días.
Grecia y sus acreedores se encaminan a una nueva patada hacia adelante: discuten ampliar el segundo rescate actual hasta final de año o incluso más allá, hasta marzo de 2016, según informó The Wall Street Journal. Habrá, ya es seguro, metas fiscales más suaves. Y habrá subidas del IVA y algún recorte adicional. Atenas no seguirá adelante con sus planes de revocar las últimas reformas laborales. Y se llegará a un punto de entendimiento, con cesiones de ambas partes, en el capítulo de pensiones. Eso permitiría a Grecia pagar sus próximos vencimientos al FMI y al BCE; no suspender pagos. Y evitará a los socios un jaleo mayúsculo para el que siguen sin estar preparados: una crisis del euro rediviva. A cambio, todo el mundo es consciente de que ese escenario simplemente aplaza el problema. Los acreedores se resisten a debatir una reestructuración de deuda, pese a que todo el mundo sabe que eso llegará tarde o temprano. “Prorrogar y fingir, ese sigue siendo el leit motiv con Grecia”, cerró una fuente europea.EL PAIS