Suele ser la primera consecuencia de cada dieta: adiós al pan. Pero esto es un error. ¿Por qué? Porque te quedas sin energía, la sensación de hambre es permanente, estás triste, tienes más posibilidades de tener diabetes… Estas son 8 razones contundentes para no erradicar el (buen) pan de tus comidas
El pan vive en una constante paradoja. Por un lado, hay un esfuerzo general en apartarlo del día a día porque, tradicionalmente, se piensa que engorda y las dietas bajas en hidratos de carbono le han señalado como enemigo principal. Por otro lado, está viviendo una época dorada que le ha elevado a la categoría de producto ‘gourmet’ gracias a la labor y predicamento de nuevas panaderías que se esfuerzan por recuperar todo lo bueno que tiene lo viejo.
¿Otra paradoja? Sí, pero no. Este movimiento es justo lo que une a las dos posiciones encontradas porque tiene su raíz en las bondades del pan. Esto es: el buen pan –el que se amasa y se hornea con harinas sin refinar y masa madre– es fundamental e irreemplazable en toda dieta equilibrada. Es más, incluso cuando lo que se quiere es adelgazar y no solo mantenerse en un peso saludable. Por eso hay que comer pan. Pan del bueno, pan del que no es prefabricado y del que se cocina con cariño.
Pero como es probable que queden muchos irreductibles que se niegan, a priori, a introducirlo en su dieta diaria he aquí una lista con las ocho cosas que pasan si dejas de comerlo.
1. Cuando reduces la ingesta de hidratos de carbono notas que pierdes peso y a una velocidad considerable. Pero, ojo, no estás perdiendo grasa. Lo que estás perdiendo es agua. Y esto no es solo muy poco sano, sino que también es lo más parecido a un espejismo. En cuanto vuelvas a comer hidratos, engordarás a la misma velocidad.
2. Sin hidratos no hay energía. Y esto no significa solo que te encuentres “algo cansado” o que te cuestes más subir las escaleras de tu casa, no. Esto implica debilidad, mareo, insomnio, mal aliento, náuseas, sequedad de boca y dificultad para pensar con propiedad. Rendirás poco y mal y ya sabes qué consecuencias laborales puede acarrear.
3. Su ausencia causa sensación de hambre perpetua y aumenta la necesidad de ‘antojos’. Esto pasa porque los niveles de azúcar en sangre suben y bajan mucho, casi como si fuera una montaña rusa. Y uno se pasa el día soñando con comer cosas ‘prohibidas’… hasta que se da un atracón de ellas porque no puede más. Y todo se va al garate.
4. Cuando dejas de tomar hidratos, aumentan las posibilidades de tener problemas de corazón y de desarrollar diabetes. En cambio, si tomas, por ejemplo, pan integral vas a ayudar a tener un buen nivel de colesterol (del bueno) en sangre y a disminuir las opciones de un infarto cardíaco, obesidad y diabetes.
5. La energía cae en mínimos históricos. Sí, como la Bolsa en un mal día. Pero si incluyes pan integral en tu dieta, tendrás controlada la fuente de hierro, de magnesio y de vitamina B. La suma de las tres es la manera de mantener equilibrada la energía (que se ha visto privada del resto de hidratos de carbono por la dieta que has elegido).
6. Consecuencia directa: estreñimiento. Y todos sabemos lo incómoda (y poco sana) que esta situación. Así que, no cortes radicalmente con el pan y come un par de rebanadas integrales cada día. Tu cuerpo y tu intestino te lo agradecerán.
7. Sin hidratos tienes muchas posibilidades de estar triste. Y si has hecho alguna dieta que corta totalmente con ellos, lo sabrás perfectamente. Todo cuesta más, todo es más gris, todo apetece menos. Eso es porque no tienes energía y porque los niveles de serotonina caen en picado. Con lo cual, comer pan te pondrá automáticamente de mejor humor (y no solo por lo rico que está, claro).
8. El ejercicio se convierte en un mayor suplicio. Si no hay hidratos de carbono en tu cuerpo, no hay energía. Si no hay energía, no hay ‘gasolina’ para el gimnasio. Si no hay ‘gasolina’, no hay fuerza ni resistencia y tu entrenamiento se convierte en un infierno frustrante. Así que, una vez más: incluye pan bueno en tu dieta y verás como todo es mucho mejor.
Fuente: Yahoo