Adelantada a su tiempo, Teresa de la Parra fue una mujer de letras venezolana que conquistó las mentes de su época, y continúa conquistando las del presente. Hoy, 5 de octubre, se celebra el 126° aniversario de su natalicio y en Noticias24recordamos un poco de la obra y vida de esta figura de las letras hispanoamericanas.
Su nombre de pila era Ana Teresa Parra Sanojo. Nació en París el 05 de octubre de 1889 de padres venezolanos quienes regresaron a Venezuela cuando Teresa tenía 2 años.
Aunque sus estadías en Venezuela fueron cortas, ya que pasó la mayor parte de su vida en Europa, la prosa de sus novelas transporta a las tardes más tranquilas y deliciosas de la infancia tropical , a una hamaca tocada por el cálido viento, aunque estén situadas en la ya extinta Venezuela de principios del siglo XX.
Comenzó su carrera literaria siendo muy joven y recién llegada de París en 1915, donde estudió la educación secundaria.
Con sólo 26 años publicó varios cuentos y artículos en diferentes diarios caraqueños bajo el seudónimo “Fru-Fru”, titulados “Un evangelio indio: Buda y la leprosa” y “Flor de loto: una leyenda japonesa”, mientras que en 1920, publicó en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo Gallegos, el “Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente”.
Otros cuentos de esta misma etapa, no vieron luz hasta 1982: “El ermitaño del reloj”, “El genio del pesacartas” y “La historia de la señorita grano de polvo, bailarina del sol”.
Siempre desafiante, en junio de 1923, envió una carta al entonces presidente Juan Vicente Gómez pidiéndole ayuda monetaria para la publicación de “Ifigenia” la cual no tuvo respuesta. En 1924 fue publicada por otros medios tanto en Venezuela como en Francia, a través del Instituto Hispanoamericano de Cultura Francesa en París y le valió el primer lugar en el Concurso Literario de Paris.
Aunque en su momento fue calificada por algunos como un texto “volteriano, pérfido, y peligrosísimo en manos de señoritas contemporáneas” por lo moderno de su abordaje de la mujer joven, Teresa respondió en una de sus conferencias: “Yo no creo que tal diario sea tan perjudicial a las niñas de nuestra época por la sencilla razón de que no hace sino reflejarlas”.
En 1929 publicó “Memorias de Mamá Blanca”, el tierno clásico de la literatura venezolana que retrata la niñez de su autora en el ambiente de una tradicional hacienda de caña de azúcar de finales del siglo XIX.
Ambas obras, situadas en extremos opuestos de la vida, son pasajes introspectivos y existenciales de Teresa de la Parra, quien se consagró como “escritora” con estos dos retratos femeninos de su respectiva época.
Sobre “Ifigenia”, que más que una crítica fue escrito como un retrato de la sociedad, Teresa de la Parra dijo en 1930 que al escribirla la pensó como “la visión divina de lo que hubiera querido ser”, aunque fue en esa misma oportunidad que dijo: “No reconozco ya nada de mí en mis novelas”, expresándose como si no hubiera sido ella la autora de sus obras.
Adelantada a su tiempo
Aunque su producción intelectual abarque tan sólo dos novelas publicadas, sus textos periodísticos y sus conferencias, entre las que destaca una dictada en Colombia en 1930 titulada “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana” (publicada en 1961 como “Tres conferencias inéditas”) evidenciaban un pensamiento crítico y una cosmovisión adelantada a su tiempo.
En dicha conferencia habló sobre sí misma, su vocación literaria, y sus libros, e incluyó temas casi feministas impensables en la sociedad venezolana de entonces, como las mujeres y el trabajo, el sufragio femenino, y “los verdaderos enemigos de la virtud femenina” que para ella eran “la frivolidad, y el vacío mariposeo mundano” que distraían de el estudio y el trabajo.
“Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente limpia de hipocresía, no se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al contrario debe ser libre ante sí misma, consciente de los peligros y de las responsabilidades, útil a la sociedad, aunque no sea madre de familia, e independiente pecuniariamente por su trabajo y su colaboración junto al hombre, ni dueño, ni enemigo, ni candidato explotable, sino compañero y amigo”, dijo Teresa ante los colombianos en 1930.
Falleció a los 47 años en Madrid, el 23 de abril de 1936, víctima de una tuberculosis que había padecido por largo tiempo. Allí, fue enterrada en el cementerio de Almudena en Madrid, y en 1974, sus restos fueron repatriados a Venezuela, donde reposó en el Cementerio General del Sur, hasta su traslado al Panteón Nacional el 7 de noviembre 1989, en el centenario de su nacimiento.Asimismo, su pasión por la historia y su inclinación por un americanismo quizá prematuro se reflejaba en sus disertaciones, como la presentada en Cuba en 1927 en la Conferencia Interamericana de Periodistas titulada “La influencia oculta de las mujeres en el Continente y en la vida de Bolívar”, donde expuso un gran trabajo investigativo y reflexivo sobre el rol femenino desde la conquista hasta la contemporaneidad.
Sus obras literarias y demás textos resultan tan vigentes ahora como entonces. Su sagacidad y abordaje femenino de la historia permanecerán ineludibles ahora y siempre, junto a sus novelas que continuarán conquistando los corazones más jóvenes y enterneciendo a los mayores.