(Francia, 18 de enero. AFP) – El acuerdo de París despertó grandes esperanzas al comprometer a 195 países en la lucha contra el cambio climático, pero quedará como una mera profesión de buenas intenciones sin el despegue efectivo de la transición energética.
“París no salvó al planeta, pero preservó las posibilidades de salvar al planeta”, resumió Bill McKibben, fundador de 350.org, una organización que milita para que los actores económicos (inversionistas, instituciones, empresas) abandonen las energías fósiles –carbón, petróleo y gas– responsables de las tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Tras años de difíciles negociaciones y dotados de un objetivo común muy ambicioso (limitar el alza de la temperatura mundial muy por debajo de 2ºC), los países pueden ponerse manos a la obra para buscar soluciones en materia de producción energética, transporte, construcción y agricultura.
Los eventos extremos y los récords –como el anuncio previsto este miércoles de que 2015 fue el año más caluroso que se haya registrado– no dejarán de recordar a cada cual la necesidad de que la acción climática se convierta en un eje major de las políticas económicas.
Los dirigentes más poderosos del planeta abordarán esta semana en Davos los riesgos vinculados a la desregulación del clima y el tema también estará en la agenda del G20 este año.
“En 2016 hay que convertir en realidad la promesa climática de la COP21 mediante la acción en el terreno”, señaló el ex ministro francés Pascal Canfin, director general de WWF en Francia.
“Hay cada vez más actores movilizados para el desarrollo de soluciones como las energías renovables o la eficacia energética“, agrega, porque “quedó demostrado que son competitivas y conllevan numerosos beneficios como la mejora de la calidad del aire”.
Aunque aún representen una pequeña fracción del mercado mundial de la energía, la solar y la eólica se siguen desarrollando cada vez más, desde China (primer inversionista en energías renovables) a Europa, pasando por Estados Unidos, África o América Latina.
También se está desarrollando el potencial de la energía geotérmica. En la COP21 nació una alianza mundial entre 36 países y una veintena de instituciones.
India, aunque siga apostando al carbón, lanzó en París una “Alianza internacional de la energía solar” junto a otros 120 países.
Resistencia de los petroleros
Mejora de tecnologías, baja de costos y voluntad política: todo converge para que las energías “verdes” ganen terreno. Se beneficiaron en 2015 de una suma récord de inversiones, por unos 300.000 millones de dólares.
Pero para que el mundo concrete realmente la transición energética, habrá que cambiar de escala en los cambios. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que para alcanzar el nivel de 50% de energías renovables en 2050 se necesitarán unos 32 billones de dólares de inversiones.
De ahí las iniciativas como la de Bill Gates en la COP21 (“Breakthrough energy coalition”) destinada a reunir a inversionistas privados en torno a la innovación tecnológica y la comercialización de las soluciones.
A pesar de las señales de que se está comenzando a producir la transición, el mundo depende tanto de las energías fósiles que la batalla para limitar la desregulación sigue teniendo un desenlace incierto.
“Evidentemente, esta transformación choca contra los intereses de numerososgrupos de presión que buscan preservar su renta procedente de las energías fósiles”, destaca Pascal Canfin.
“Las industrias de gas y petróleo son muy ricas y poderosas”, coincide Alden Meyer, de la Union of concerned scientists, un centro de investigaciones con sede en Washington.
En ciertos países (Arabia Saudita, Venezuela, Nigeria, Argelia, Rusia, etc), los ingresos petroleros y del gas representan una enorme proporción del PIB.
“Transformar la economía mundial no es una tarea fácil, habrá mucho juego político, de resistencia, cierta inercia”, predice Saleemul Huq, especialista del desarrollo y consejero de los países en desarrollo.
Se espera sin embargo que los primeros países en dirigirse a la era post-fósil arrastren a todo el resto.
“Todavía hay dirigentes apegados a la vieja noción de un compromiso necesario entre desarrollo y prosperidad económica de un lado y acción climática del otro”, deplora Alden Meyer, pero también existe “una toma de conciencia cada vez más grande de los costos asociados al impacto” del calentamiento y a la falta de acción para combatirlo.