Pocas costuras quedaban por reventar. Más de una década de caídas en la producción, una inmensa bola de deuda y tres años consecutivos arrastrando pérdidas, las del último ejercicio, las peores de su historia. El Gobierno mexicano no ha esperado más y en la tarde de este martes anunció la caída de su director general, Ignacio Lozoya, que abandona la silla tres años después de ser aupado como la gran esperanza, como la gran mano financiera que debía pilotar el rumbo de la empresa estatal tras la liberalización del petróleo mexicano. El elegido para tomar el relevo es José Antonio González Anaya, otro economista con sesgo financiero, pero curtido desde hace 25 años en las batallas de la Administración Pública mexicana. El hasta ahora director general del Seguro Social se enfrenta al formidable reto de sacar a flote al transatlántico petrolero y restablecer los equilibrios, rotos en la última etapa de Lozoya, con las poderosas carteras de Hacienda y Energía.
“El nombramiento es predecible pero no necesariamente positivo. Tiene una amplia carrera en la finanzas públicas, ha ocupado puestos importantes en la secretaría de Hacienda antes de llegar al Instituido Mexicano de Seguro Social (IMSS). Pero su única relación con Pemex ha sido como auditor fiscal. Y eso no funciona. Necesitamos un industrial petrolero y no improvisar de nuevo con gente que no sabe gestionar un animal del tamaño e importancia de Pemex”, sostiene Miriam Grunstein, abogada experta en energía y profesora-investigadora del CIDE. El animal es el séptimo productor del mundo y se está desangrando. La herida durante los tres primeros trimestres del año pasado fue de 20.000 millones, las mayores pérdidas de su historia. Los 11.000 millones de dólares de vencimientos a corto plazo apenas le dejan respirar, y carga con un peso total de 190.000 millones de deuda.
El hundimiento del precio del petróleo –el 70% en poco más de un año– llegó en el peor monumento posible. El efecto llamada hacia inversiones extranjeras de la apertura energética, defendida como la panacea que liberaría el potencial perdido de Pemex, se vio además doblemente diluido por el resbalón cambiario del peso. Con el 65% de su sonora deuda denominada en dólares, la empresa, antiguo símbolo de la prosperidad mexicana, está en una situación límite, al filo de la quiebra contable, según la visión de algunas analistas.
Como su predecesor, el nuevo capo de Pemex perfiló su currículo académico en universidades anglosajonas. Licenciado Economía e Ingeniería Mecánica por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y doctor en Economía por Harvard, la diferencia con Lozoya –un pura sangre del priismo y padre de un fondo de inversión con sede en Luxemburgo – es que durante su carrera nunca se ha salido del carril de lo público. “Anaya está más capacitado, no solo en lo técnico, es un economista más completo y políticamente más capacito. Pemex es una empresa del estado de emergencia que necesita mucha habilidad y mano izquierda”, subraya Samuel García, economista y director del diario digital Arena Pública.El gobierno anunció la semana pasadasu disposición a taponar la hemorragia. A cambio de capitalizar la empresa y mejorar el exigente régimen fiscal – que roza el 70%, a mucha distancia de sus homologas brasileña o venezolana–, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray deslizó que serán inevitables los recortes, incluyendo fuertes despidos. Esa delicada operación será previsiblemente el bautismo de González Anaya. “Se ha buscado un golpe de timón con un hombre con un perfil financiero pero a la vez con experiencia en el sector público, que pueda administrar esta situación tan delicada”, apunta Dante San Pedro, secretario ejecutivo de la Academia Mexicana de Derecho Energético. “Viene de gestionar una situación difícil en el IMSS, que tuvo problemas financieros muy severos. Conoce y entiende muy bien las finanzas públicas”, añade. En sus dos años al mando, González Anaya redujo el déficit del sistema de seguridad social un 60% mediante una polémica reforma, aún por finalizar, sobre la que planea la sombra de una posible privatización parcial de las pensiones mexicanas.
Hay un cargo en el expediente de Anaya que resaltan especialmente los analistas. De 2006 a 2012, dirigió dentro de Hacienda la Unidad de Coordinación con Entidades Federativas. Una posición que aúna pericia técnica para cuadrar el rompecabezas de los presupuestos y destreza política en el trato con los 32 gobernadores del país. Necesitará de muchas dosis de ese talento negociador para reconstruir los maltrechos puentes con la secretaría de Energía y, sobre todo, con el secretario de Hacienda Luis Videgaray, el que fuera el padrino de Lozoya antes de la caída, y su futuro interlocutor en el plan de salvamento de Pemex. EL PAIS