Los presos de Guantánamo pierden la esperanza pese a las promesas de Obama
(EFE).- Tras más de una década de reclusión los internos de la prisión estadounidense de Guantánamo han recurrido a una generalizada huelga de hambre para expresar su desesperanza por la incertidumbre en la que están inmersos.
De los 166 presos aún recluidos en la prisión estadounidense en territorio cubano, 100 se encuentran en un huelga de hambre que está apunto de entrar en su tercer mes y que ya ha obligado a hospitalizar a tres de ellos y alimentar con vías nasales a 23.
De nada han servido los cinco años de promesas del presidente Barack Obama, reiteradas el pasado martes, de cerrar el penal y proceder a transferir a los presos que han recibido la aprobación para ser liberados.
Los desencadenantes de la huelga de hambre -registros intensivos y aparente maltrato del Corán- no parecen tan importantes como la desesperación por la falta de conocimiento del futuro al que se enfrentan los presos, más de la mitad de ellos (86) con el visto bueno para ser puestos en libertad.
“Estoy perdiendo la esperanza porque llevo encarcelado en Guantánamo cerca de 11 años y todavía no se cuál será mi destino”, explicaba en una petición hecha publica este viernes y firmada el pasado 27 de marzo Obaidulah, afgano de 33 años acusado de ser un experto en explosivos de Al Qaeda.
El gobierno estadounidense hace tiempo que también se encuentra en un callejón sin salida, como demuestran las conclusiones del grupo de trabajo que debía determinar el futuro de la prisión, con miras a su cierre definitivo.
“Un total de 48 de los detenidos son demasiado peligrosos para ser transferidos pero su procesamiento judicial no es factible”, indicaban las conclusiones en 2010 de ese grupo de trabajo.
Hoy el miedo de que los presos, pese a no haber sido probada su vinculación a Al Qaeda, puedan haberse “radicalizado” y se unan al extremismo radical se han convertido en otro obstáculo que se agrava con los años.
La oposición del Congreso, la falta de acuerdos diplomáticos bilaterales para transferir presos y una moratoria en la repatriación de presos yemeníes a su país ha bloqueado aún más el camino para vaciar y eventualmente cerrar la prisión, nacida en 2002 y que llegó a tener cerca de 700 internos en 2003.
El laberinto de Guantánamo se complica por esa moratoria contra la repatriación de los presos yemeníes (84, de los cuales 26 han recibido la aprobación para ser liberados).
El miércoles, un día después de la comparecencia de Obama, la Casa Blanca aseguró que seguía en pie hasta que ese país adopte medidas para evitar la radicalización de liberados.
Samir Naji al Hasan Moqbel, un yemení de 35 años, jamás fue acusado de delito alguno, pero lleva más de 11 años en Guantánamo sin el debido proceso legal y, pese a tener el visto bueno para ser liberado, su nacionalidad yemení se interpone en su camino.
Moqbel está también en huelga de hambre. “No quiero morir aquí, pero hasta que el presidente Obama y el de Yemen hagan algo es a lo que me arriesgo cada día”, indicaba en una columna de opinión en el New York Times publicada el mes pasado.
En opinión de Anthony D. Romero, el director ejecutivo de la Unión de Libertades Civiles (ACLU, en inglés), Obama debería designar a una persona de la Casa Blanca para trabajar en el cierre del penal y pedir al Pentágono que aclare definitivamente el número real de presos que pueden ser transferidos.
Solo seis de los detenidos en el limbo legal de Guantánamo, en territorio cubano, están en procesos para preparar su juicio: Abdl al Nashiri, por el atentado bomba contra el acorazado USS Cole en 2000, y Jalid Sheij Mohamed y cuatro de sus cómplices, acusados de planear y ser parte del operativo de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Estos reclusos son también el testimonio de un experimento que comenzó con mal pie en los primeros años de la guerra contra Al Qaeda, ya que muchos de sus testimonios fueron obtenidos bajo tortura y ahora no pueden ser utilizados en las comisiones militares, entorpecidas por el temor a que se revelen detalles de esos oscuros años.
Mohamedou Ould Slahi, mauritano de 42 años, publicó este viernes en la web Slate un extracto de las memorias que ha escrito tras casi 11 años en Guantánamo.
En ellas describe cómo un año después de su llegada a la base, en el verano de 2003, bajo el mandato del presidente George W. Bush y la aquiescencia del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, fue torturado, golpeado y amenazado de muerte en la misma prisión de Guantánamo.
Esa “guerra sucia” obligó en aquellos años dimisiones en cadena de fiscales, funcionarios y una tensión interna que ahora es responsabilidad de Obama resolver.
El coronel Morris Davis, ex fiscal jefe de las comisiones militares de Guantánamo,uno de los que dejó su cargo durante la era Bush, comenzó esta semana una campaña para que pedir a Obama que cierre finalmente la prisión.
“No podremos nunca retomar la altura moral y legal si nos permitimos hacer sobre otros lo que si nos ocurriera a nosotros criticaríamos de manera vehemente”, asegura.