¿Verano? ¿Amistoso? Ni el público que colmó las tribunas del José María Minella ni los jugadores lo entendieron como un encuentro preparatorio, que se jugó y se vivió con la intensidad de una final y se cerró en parda. Boca y River igualaron 1 a 1 en el primero de los tres Superclásicos de verano, lo que permitió que Estudiantes se quedara con el triangular de Mar del Plata. Los archirivales del fútbol argentino volverán a verse las caras el 25 en Córdoba y el 1 de febrero en Mendoza.
Lejos de las especulaciones y del conservadurismo que suele caracterizar estos duelos, River arrancó decidido, presionando con intensidad en el medio, moviendo la pelota con buena dinámica y obligando a Boca a recurrir al golpe para cortar el juego. De hecho, Pablo Ledesma vio la amarilla antes del minuto por un pisotón sobre Carlos Carbonero.
Tras esos primeros diez minutos de dudas, el equipo de Bianchi se afirmó en el campo, se instaló en territorio rival y envió su primer aviso a los 15 minutos, cuando el debutante Luciano Acosta alcanzó una pelota muy exigida sobre la banda izquierda y sacó un centro preciso para Emmanuel Gigliotti. El exjugador de All Boys metió un cabezazo impreciso, que Marcelo Barovero alcanzó a desviar.
Cuatro minutos pasaron entre ese llamado de atención y el gran festejo del público xeneize. Sánchez Miño se hizo cargo de un tiro libre, apenas recostado sobre la derecha, y despachó un zurdazo que superó la barrera y, sin demasiada potencia pero bien dirigido, dejó a Barovero fuera de acción.
Un poco por opción y otro por empuje de su rival, Boca se replegó tras el tanto, cedió la pelota y se paró de contra, apostando a la movilidad del chiquitín Acosta, que mostró chispazos de un fútbol interesante, y la dinámica de Sánchez Miño y Juan Manuel Martínez por las bandas.
La chance del empate fue adquiriendo forma, primero por un cabezazo desviado de Fernando Cavenaghi, tras una combinación entre Carbonero y Leonardo Ponzio sobre la derecha. Luego Leonel Vangioni encontró a Teófilo Gutiérrez en el segundo palo, pero el colombiano, desde una posición inmejorable, optó por buscar a Cavenaghi en el centro del área en lugar de cabecear al arco.
El empate parecía cuestión de minutos. Y finalmente llegó en el 42, cuando Carbonero la metió al medio tras un centro pasado, Jonatan Maidana anticipó a Ledesma y luego alcanzó a tocarla de punta, ganándole por potencia y decisión a las manos de Agustín Orion.
El impacto dejó a Boca confundido y a la espera del pitazo de Germán Delfino que le permitiera rearmarse en el vestuario. Pero antes de ello debió recibir otra mala noticia: Daniel Díaz protestó enérgicamente un córner que el árbitro había sancionado a favor de River en tiempo agregado y vio la tarjeta roja.
Para el segundo tiempo, Bianchi movió las piezas para reorganizar su estructura con el ingreso de Joel Rodríguez, para cubrir el hueco en la zaga, en reemplazo de Acosta, el más lúcido del primer capítulo. Con ello, las variantes ofensivas de Boca se redujeron aún más.
Enfrente tampoco sobró la lucidez. La decisión y el empuje del equipo de Ramón Díaz contrastaron con su incapacidad para quebrar a un rival renunciante. De hecho, en esos 45 minutos apenas consiguió crear peligro dos veces. A los 20 Manuel Lanzini profundizó para Teo, quien asistió de taco a Cavenaghi, en su mejor intervención en una noche floja. El Torito buscó el primer palo de Orion, pero su disparo, mordido, no encontró el arco. Y a los 37 con una chilena de Lanzini que controló Emmanuel Tripodi, quien había reemplazado a Orion –lesionado-.
Del lado de Boca, la cuenta fue aun más escasa y con ayuda del azar. A los 25 un rechazo de Ramiro Funes Mori rebotó en la espalda de Gago y obligó a una rápida reacción de Barovero para que la pelota no se le colara en el ángulo izquierdo.
Así, el empate no se movió y lo único que movió el amperímetro emotivo en los últimos minutos fue la expulsión de Cavenaghi, ya en tiempo agregado, por golpear desde atrás a Fernando Gago.
Con el 1 a 1 la Copa de Oro quedó en manos de Estudiantes. Para Xeneizes y Millonarios quedará por delante una semana de preparación y ansiedad para volver a medir fuerzas, ahora en el Mario Alberto Kempes de Córdoba.
EL CLARIN