“Una madre de San Diego gana el premio Nobel”. Así titulaba un diario en 1963 su concesión a Maria Goeppert-Mayer: sin mencionarla por su nombre, sin precisar su condición de física nuclear sobresaliente, sin referir siquiera que tan solo otra mujer, Marie Curie, había logrado antes que ella el Nobel de Física. Ambas recibieron el flagelo del sesgo machista: en su artículo en laEnciclopedia Británica, Curie figuraba como “esposa de” Pierre.
De aquellos tiempos de periódicos que buzoneaban niños en bicicleta y grandes enciclopedias en los anaqueles ha transcurrido un trecho, pero no parece tanto al observar cómo hoy sigue parado en el dos el contador de mujeres con el premio Nobel de Física. O cómo la enciclopedia más consultada hoy, Wikipedia, alberga muchos menos artículos biográficos sobre mujeres que sobre hombres. En su versión en español, solo el 12% del total.
Dispuestas a equilibrar la balanza, medio centenar de editoras voluntarias de la enciclopedia se ha reunido en la biblioteca de laResidencia de Estudiantes en Madrid para celebrar el 15 aniversario del programa For Women in Science de L’Oréal y la UNESCO. Con los teclados de ordenadores y tabletas, libros y fotocopias, se disponen a comenzar una editatón (una labor de edición maratoniana) para completar 29 entradas ya existentes y suplir con artículos nuevos las 39 ausencias de algunas de las mujeres que hicieron y hacen historia de la ciencia en España.
En las biografías de las científicas más antiguas se describe la escasez de centros donde formarse en una España adusta que luego ilumina la “Edad de Plata”, pero a la que pronto, en un giro macabro, oscurece de nuevo la Guerra Civil. Aunque castiga a hombres y mujeres, tras el conflicto bélico no se reparan por igual los olvidos.Los nombres aparecen recogidos enuna lista en la que abundan, por este orden, biólogas, químicas, físicas y farmacéuticas, y que abarca desdeDolores Cebrián (1881-1973) aSusana Marcos (1970).
El nuevo artículo enciclopédico de Teresa Toral (1911-1994) da cuenta de su admiración a Marie Curie, por la que se hizo química. Acusada de fabricar armamento para los republicanos, fue procesada dos veces por el franquismo. Su trabajo había suscitado tanta repercusión internacional que la hija de Curie, la también Nobel Irène Joliot-Curie, acudió a la vista oral de su segundo juicio, en el que se pedía pena de muerte. Toral consiguió exiliarse a México.
A Maria Montserrat Capdevila (1905-1993), matemática y astrónoma becada por la Junta de Ampliación de Estudios para estudiar en la Sorbona y primera matemática en ser profesora en la Universidad de Barcelona, el franquismo le invalidó el cargo por haberlo obtenido durante la República. Tras una depuración, logró dar clase en un instituto. Jamás volvió a universidad.
No fue la única. Dorotea Barnés, nacida también en 1904, trajo la espectroscopia Raman a los departamentos de química españoles. Se codeó con otras grandes en la Residencia de Señoritas, melliza de la Residencia de Estudiantes de García Lorca o Severo Ochoa. Sobre Barnés, Wikipedia sentencia que es “considerada por algunos críticos como uno de los casos más flagrantes de genio frustrado por sumisión matrimonial y la circunstancia de un marco bélico, hasta el punto de que en la mayoría de sus biografías se desconocen lugar y fecha de fallecimiento.”De María Antonia Zorraquino, nacida en 1904, Wikipedia no indica cuándo falleció. Su padre la alentó a estudiar. Se doctoró en química y consiguió entrar en el laboratorio de Antonio de Gregorio Rocasolano, pero otro catedrático acabó con su carrera: su marido. Según relata la enciclopedia, “no consideró apropiado que una mujer trabajara fuera de su casa”.
“Josefa Molera [1920] fue la primera mujer que trabajó en el Instituto de Química de Alonso Barba y participó en el desarrollo del primer cromatógrafo de gases. De ella no había artículo y la escojo porque es química, como yo”, afirma entusiasta Cristina Biurrun, una de las editoras voluntarias, mientras teclea que frenaron durante años su solicitud de doctorado “argumentando que en el Instituto no había ninguna mujer investigadora”.
También de otras científicas se alaba el ser pioneras. María de los Ángeles Alvariño (1916-2005), descubridora de 22 especies de organismos marinos, figura como la primera mujer científica admitida a bordo de un barco de investigación británico. La paleontóloga Asunción Linares (1921-2005), como la primera catedrática de una facultad de ciencias en España.
Ya en las más jóvenes, por fin, el dramatismo biográfico da paso a la objetividad: se glosan solo los hitos profesionales. Así, la física Susana Marcos posee un “índice h=26” (indica que la autora ha publicado 26 artículos citados al menos 26 veces) y “ha patentado una docena de métodos y/o elementos que modifiquen o mejoren de manera importante las lesiones ópticas y con avances cruciales en oftalmología”.
Parece un logro que los artículos apliquen a su valía la misma vara de medir que a un científico varón, pero faltan aún otros muchos nombres por completar. El proyecto de edición sigue abierto a cualquier editor que quiera continuarlo a distancia.