Jim Yong Kim (Seúl, 1959) preside el Banco Mundial desde 2012 con el espaldarazo de Barack Obama. Médico nacionalizado estadounidense y responsable del programa de VIH de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha destacado en su mandato por la atención a las crisis sanitarias y el cambio climático. También se ha topado con críticas internas por la reforma que pretende en la organización. Concede esta entrevista en Washington, a punto de comenzar las jornadas de primavera de la institución y el FMI. No ve un problema de rivalidad en la creación del nuevo Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras. Siempre responde que hay muchas obras por llevar a cabo. “Esperamos colaborar estrechamente con ellos”. Su obsesión es el programa Rumbo a Lima, un repaso a las necesidades clave para el desarrollo de los países emergentes ante la asamblea anual que tendrá lugar en Perú en octubre.
Pregunta. La semana pasada se produjo un hecho histórico, el acercamiento entre EE UU y Cuba. ¿Qué consecuencias prevé?
Respuesta. Es muy importante que países que no hablaban entre sí empiecen a hacerlo, pero es muy pronto aún. Cuba era un miembro del Banco Mundial, luego se fue y, para regresar, hay un proceso especial que seguir. Primero debe incorporarse al FMI, deben llegar a un acuerdo de cómo miden el crecimiento económico y otros aspectos... Luego depende de qué papel quieran jugar en el Banco. En el Congreso de EE UU hay una ley que dice que si el Banco Mundial presta dinero a Cuba, EE UU sacará eso, dólar a dólar, de sus contribuciones al Banco, así que tenemos que ver cómo resolver eso, pero hay muchos pasos previos. Aplaudimos el inicio de las conversaciones, pero tenemos que ver cómo serán.
R. Es una fotografía mixta. Tenemos una previsión mucho más brillante para México porque está muy vinculada a la economía estadounidense —y su crecimiento es muy bueno— y porque ha puesto en marcha reformas críticas en el sector del gas o las telecomunicaciones que ha tenido un gran efecto para la confianza de los inversores. La ralentización de China y su menor demanda de materias primas ha tenido un impacto enorme en las economías latinoamericanas. Brasil ha sido un agente muy importante de esto, los niveles de inversiones han sido bajos y, con la situación del petróleo, todavía son más bajos. Estamos preocupados, pero hay un claro compromiso proteger los avances de los últimos 20 años en creación de clase media y reducción de desigualdad.P. Argentina y Venezuela están en recesión, Brasil se ha estancado…. ¿Cuál puede ser el motor de la región?
P. Pero ha habido algo decepcionante con las reformas de América Latina: en los 90 muchos países emprendieron cambios y privatizaciones y no evitaron el estancamiento.
P. La mayor parte de diferencias entre países son fruto de los últimos 200 años. Un libro muy popular, Por qué fracasan los países, culpa a las instituciones. ¿Comparte esta idea?R. Pasaron muchas cosas en los 90 y este proceso ha recibido críticas, que yo comparto, como algunas privatizaciones. La privatización de los servicios sanitarios de Perú se hizo con criterios ideológicos, por ejemplo. Pero cuando trabajé allí, el país estaba justo recuperándose de la hiperinflación. ¿Y por qué ocurre esta hiperinflación? Porque no hay una separación saludable entre los ministros de finanzas de los bancos centrales. Muchas cosas que se hicieron en los 90 fueron importantes, como la separación de gobiernos y autoridades monetarias, porque así los bancos centrales no imprimían dinero siguiendo deseos políticos. El riesgo de hiperinflación es ahora mucho más bajo gracias a eso, por ejemplo.
R. La calidad de las instituciones es clave. Cuando los gobiernos y las instituciones son fuertes, ves resultados muy diferentes de cuando son débiles. En algunos países hemos ayudado a crear unidades dentro de los gobiernos que monitorizan la calidad del trabajo gubernamental. Yo tengo una unidad así en mi organización, la tenía también el Gobierno de Tony Blair… Ese libro presenta grandes retos, debemos ayudar a los gobiernos a mejorar sus instituciones. Y creo que una vez los políticos vean que esta es una forma para que sus partidos salgan reelegidos en el Gobierno, el compromiso será mayor.
P. El objetivo del Banco Mundial es acabar con la pobreza extrema en 15 años. ¿Esta crisis lo va a permitir?
P. La relación entre crecimiento y desigualdad también es un asunto en las economías desarrolladas, no solo de los pobres. ¿No le da la sensación de que cuando se avanza en la reducción de la pobreza se retrocede en la inclusión de los países ricos?R. Hay que cambiar la relación entre crecimiento y reducción de pobreza para que el crecimiento tenga más impacto. ¿Cómo? Es importante invertir en seres humanos, en salud, educación y en protección social. En África, por ejemplo, mejorar la productividad de la agricultura es clave, para eso hay que invertir en energía, transporte… Soy optimista, podemos hacerlo.
R. El primer objetivo es reducir la pobreza, el segundo es impulsar el reparto de la prosperidad. Esta es la primera vez que el Banco Mundial se pone esto como objetivo específico. Pensamos que los sistemas fiscales progresivos son mejores, aunque no tomamos ninguna posición política concreta sobre impuestos. Sí nos preocupamos de cómo la gente que está en el 40% inferior en los países en desarrollo se beneficia más del crecimiento. Pero no debemos enfocar la distribución en oposición al crecimiento porque puedes tener efectos negativos.
P. Siempre ha habido desigualdad. ¿Por qué es ahora cuando preocupa a las grandes instituciones? ¿Se temen los efectos en la democracia?
P. Siempre alerta contra la trampa del ingreso medio.R. Una parte de esto se debe a la democratización de los medios y creo que es muy bueno. Ha aumentado la capacidad de comunicación global, incluso para la gente que no tiene acceso a los medios de comunicación tradicionales. Antes había periódicos o cadenas de televisión, pero ahora la comunicación viene desde cualquier lugar y muy rápidamente. En una ocasión viajé con el presidente Evo Morales al norte de Bolivia, a una comunidad de 3.000 habitantes en un lugar aislado, donde se hablaba una lengua indígena… Y cuando llegamos, la gente nos fotografiaba con sus teléfonos inteligentes. Una cosa que he aprendido es que incluso en esas zonas remotas, todo el mundo sabe cómo viven los ricos de su propio país y del resto del mundo, así que la demanda por más igualdad va ser mayor. Ven que sus vidas no son como las que ven por televisión y quieren más, es natural. ¿Qué se supone que debemos hacer? Decirles: estas son las cosas en las que se pueden trabajar en los próximos años para reducirse esa brecha, la educación es clave.
R. Muchos países logran colocarse en el grupo de los ingresos medios, pero no dan el siguiente paso. Corea del Sur empezó exportando productos básicos —televisores en blanco y negro, luego en color…— y ahora exporta electrónica, han tomado medidas para el segundo paso. Pero otros países no lo hacen, especialmente esos que llegan a la primera fase del ingreso medio gracias a las materias primas. Y aquí, insisto, la educación es crítica, es uno de los temas cruciales del Rumbo a Lima. Necesitas habilidades diferentes para la siguiente fase del crecimiento económico en América Latina. Estos países también deben trabajar en la parte mainstream de las materias de primas, en lo que se hace con ellas una vez han sido extraídas. Es lo que les puede llevar a la siguiente fase.
P. ¿Qué papel puede jugar la tecnología?
R. Cuando empecé a trabajar en Lima en 1994, teníamos que hacer cola de 30 minutos para acceder al teléfono, pero la última vez que estuve allí tenían acceso 4G. Si tienes ese tipo de acceso y tabletas puedes llevar a los mejores profesores del mundo en las clases más pobres. La igualdad de oportunidades pasa por mejorar la educación desde edades muy tempranas para llegar a crear industrias sofisticadas. EL PAIS