En Mishawaka, una ciudad de Indiana de menos de 50.000 habitantes, se encuentra una muestra piloto de lo que sería la recuperación económica más deseada para Estados Unidos. La fábrica de AM General, que cayó en desgracia en 2009 con el cese de la marca Hummer, aquellos medio coches medio tanques de lujo símbolo de la América próspera, ha vuelto a la vida con un contrato para producir automóviles Mercedes-Benz para el mercado chino.
“Esta es la primera vez que un fabricante de lujo extranjero utiliza una planta de propiedad estadounidense para construir sus vehículos, pero lo que es emocionante de veras es que AM General va a producir en Indiana coches de lujo alemanes que se van a vender exclusivamente en China”, explica Howard Glaser, presidente de AM General Comercial, apenas dos semanas después de sacar el primer modelo.
Empuje a la industria en suelo estadounidense con un producto de alto valor encargado por un país europeo y para nada más ni menos que el gran mercado asiático. Si esta fuera la norma, a la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, no le temblaría el pulso a la hora de aprobar la primera subida de tipos de interés en 10 años, una medida sobre la que ha advertido hasta la saciedad y que, aun así, hoy sigue despertando inquietud en todo el globo.
Porque ese ejemplo de Indiana reúne también el rosario de peligros que acechan la reactivación americana. Si el cliente chino de pronto deja de comprar los flamantes Mercedes, si el fabricante alemán reduce los pedidos y si esa factoría de automóviles de lujo deja de ser competitiva porque el dólar empieza a resultar demasiado caro para el euro, la resurrección industrial de Mishawaka puede darse al traste. Hablando en términos macroeconómicos, la ralentización económica de China, las pocas alegrías en el resto de países emergentes y la revalorización de la divisa pueden tentar a la Fed para aplazar de nuevo la decisión de subir el precio del dinero pese a que el paro está en el 5,3% y la economía crece de forma sostenida.
PERSPECTIVA GLOBAL
“Lo que está bajo amenaza son las perspectivas globales, no tanto la de Estados Unidos. En tanto que la actividad continúe en la tendencia actual, la Fed continuará inclinada a subir los tipos”, apunta Roberto Perli, jefe del área de política monetaria de la firma de análisis independiente Cornerstone Macro. Aunque añade que la fortaleza del dólar, los débiles precios del petróleo y el frenazo de China suponen riesgos para la primera potencia mundial.
Todos los ojos están puestos en la próxima reunión de la Fed, el 17 de septiembre. El relato interno avala la subida de tipos, pero lo que ocurre fuera no, y, aunque la Reserva Federal debe atender a los indicadores estadounidenses, y sobre todo el empleo, está muy claro que no los puede obviar.
Algo chirría además en los números internos: genera inquietud un producto interior bruto (PIB) que tiembla con una fuerte nevada o con una huelga de estibadores en California. Con crecimientos del entorno del 2%, esta recuperación está siendo la más lenta y mediocre de EE UU desde la Gran Depresión. Y ha aumentado la precariedad del empleo, lo que está impidiendo una recuperación plena del consumo. “Es una recuperación más frágil que las anteriores, y es cierto que no hay una inflación fuerte que obligue a frenar [el dinero gratis], pero si miras todos los elementos en conjunto, la Fed tiene los argumentos para subir los tipos. Nosotros creemos que lo hará en septiembre, es una manera también de enviar una señal”, explica Chris Christopher, de IHS Global Insight.
Se han cernido tantas nubes en las últimas semanas en los mercados que renunciar de nuevo la subida de tipos podría tener incluso el efecto adverso de legitimar los miedos de los más pesimistas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reclamado que se postergue la medida hasta 2016. Las actas de la última reunión de la Fed, que se conocieron esta semana, no aclaran nada.
Pero, en realidad, no es en sí crucial que este movimiento se produzca el mes que viene o en la reunión de octubre o diciembre, sino más bien el mensaje que lo acompañe. Una opción que barajan algunos analistas es que Yellen opte por subir ya los tipos y transmitir al mismo tiempo —en el gaseoso lenguaje de los banqueros centrales— que habrá que esperar para ver otra subida.
SIN MUNICIÓN
Y, aun así, el precio del dinero seguirá en un mínimo irrisorio, porque la tan traída y llevada subida de tipos de interés en EE UU no se espera que suba del cuarto de punto; es decir, en pasar la barrera del cero, donde llevan ni más ni menos que desde 2008, al 0,25%. Ha sido tan inédito el arsenal monetario lanzado para reactivar la economía después del pánico financiero y la recesión que se han agotado las balas, así que muchos analistas, como Juan Ignacio Crespo, ven que la Reserva Federal se inclina por subir los tipos para, entre otras cosas, tener margen para bajarlos si hay una recaída.
“Yo creo que hay otras cosas que pueden hacer en caso de que las cosas vayan mal, por ejemplo, los tipos negativos, pero probablemente unos tipos por encima de cero ayudan a afrontar un futuro declive, cuando se produzca”, apunta por su parte Roberto Perli.
Hay además problemas estructurales en la primera economía del mundo. Estados Unidos ha perdido crecimiento potencial, que es lo que puede llegar a crecer una economía si pone todos sus recursos en marcha y, por tanto, es una estimación. La gran economía tira con menos brío que antes de la crisis, los beneficios de las empresas se ven lastrados por la fuerza del dólar y la productividad va a la baja: en los últimos 10 años subió un 1,4%, la mitad que en la década anterior.
CRISIS ESTRUCTURAL
Roberto Perli señala que los problemas estructurales de EEUU “fueron infravalorados al principio de la recuperación y por eso tanto las previsiones de la Fed como las de muchos analistas fueron demasiado optimistas. Ahora los tienen en cuenta y los pronósticos son más plausibles”.
Y si algo escuece especialmente en el país emprendedor por excelencia, ese que reduce las vacaciones a la mínima expresión, es haber estado perdiendo lo que se conoce como tasa de participación. El concepto es muy parecido a la tasa de actividad española porque recoge a todos aquellos mayores de 16 años que o trabajan o buscan trabajo. Este grupo está menguando: antes de la Gran Recesión era del 66% y ahora está en el 62%. Hace más de 30 años que no había una tasa tan baja.
El jefe de estudios de la Cámara de Comercio de EE UU, Marty Regalia, es muy crítico con la Administración Obama y no le valen los argumentos del envejecimiento de la población y el hecho de que la dureza del invierno alargase algunos periodos escolares y frenase algunas incorporaciones al mercado de trabajo. “No hay ninguna explicación para la cantidad de gente que está dejando el mercado de trabajo”, critica, y lo achaca a la falta de expectativas de hallar un empleo.
El pasado 11 de agosto salió el primer Mercedes indiano para el mercado chino y muchos de los trabajadores que perdieron su trabajo en lo peor de la crisis han vuelto a su antiguo empleo. Ese mismo día, el Banco Central de China, a donde va dirigido el producto, devaluó el yuan. La Fed se la juega entre ambas realidades. El director de AM General es optimista: “Este proyecto habla de la habilidad no solo de esta compañía, sino de la capacidad de la industria americana para adaptarse a los cambios globales del mercado”.
EL PAIS