El cáncer de tiroides es el cáncer endocrinológico más
frecuente y, aunque el diagnóstico de esta enfermedad suele ser
aterrador, el pronóstico es usualmente bueno.
La mayoría de los tipos de formación celular maligna en la tiroides
son fácilmente curables con cirugía. Rara vez produce dolor o
incapacidad y el tratamiento es efectivo y fácil de tolerar en las formas más
comunes de la enfermedad.
Síntomas y causas
El principal signo del cáncer de tiroides es un nódulo o bulto en la
glándula. El paciente puede no notar la protuberancia, pero ésta puede
ser descubierta mediante un examen físico. En algunos casos puede
producir dolor en el cuello, mandíbula u oídos. En casos avanzados
produce dificultad para tragar o respirar.
Las causas más comunes son exposición a radiaciones y antecedentes familiares
de la enfermedad. Aunque no se conocen específicamente los factores de
riesgo, la enfermedad es más frecuente en personas mayores de 40
años.
Diagnóstico
Una punción con aguja fina de un nódulo tiroideo es la
evaluación que debe realizarse para diagnosticar cáncer de tiroides.
Especialistas indican que también puede hacerse después que el nódulo es
removido durante la cirugía.
Aunque los nódulos tiroideos son muy comunes, menos de 1 en cada 10
contiene un cáncer de tiroides. Sin embargo, existen diferentes tipos
de cáncer ligados a esta glándula.
Uno de los más comunes es conocido como cáncer papilar de la
tiroides y constituye aproximadamente del 70% al 80% de todos los
cánceres de tiroides.
El cáncer papilar de la tiroides puede ocurrir a cualquier edad. Pacientes
con esta patología tienen una expectativa de vida muy larga, se estima que 1 de
cada 1.000 personas en los Estados Unidos tiene o ha tenido este tipo de
cáncer.
El cáncer papilar tiende a crecer lentamente y a extenderse primeramente a
los ganglios linfáticos del cuello. A diferencia de otros tumores, el excelente
pronóstico del cáncer papilar no se ve afectado por la extensión de este cáncer
a los ganglios linfáticos.
Otro diagnóstico es identificado como cáncer folicular de
tiroides y constituye aproximadamente del 10% al 15% de todos los
cánceres de tiroides en los Estados Unidos, tiene la tendencia a ocurrir en
pacientes algo mayores que en el cáncer papilar.
Tratamiento y seguimiento
El tratamiento primario de todas las formas de cáncer de tiroides es
la cirugía.
En estos casos, se recomienda extraer toda la glándula, o la mayor cantidad
de tejido tiroideo. luego de la intervención, los pacientes necesitan tomar
hormona tiroidea de por vida.
Con frecuencia, el cáncer de tiroides se cura con solo con la
cirugía, especialmente si el cáncer es pequeño, pero, en algunos casos,
si el cáncer es grande o si se ha extendido a los ganglios linfáticos del cuello
el yodo radiactivo puede ser utilizado como una “bala mágica” para
destruir las células tiroideas cancerosas que puedan quedar después
sacar la glándula tiroides con la cirugía.
La explicación es que las células tiroideas normalmente concentran el yodo de
la sangre para usarlo en la producción de las hormonas tiroideas. En contraste,
las células cancerosas de la tiroides captan sólo una pequeña cantidad de yodo.
Sin embargo, los altos niveles circulantes de la hormona estimulante de la
tiroides (TSH) pueden estimular a las células cancerosas de la tiroides para que
capten cantidades significativas de yodo.
Otras recomendaciones para en tratamiento de esta enfermedad, previa
recomendación médica, es seguir una dieta baja en yodo antes de la dosis de yodo
radioactivo con el fin de aumentar la efectividad del
tratamiento. Un centellograma del cuerpo entero puede determinar si
existen células tiroideas que necesiten ser destruidas.
El tratamiento con yodo radiactivo es seguro y es bien tolerado, incluso en
casos de cáncer de tiroides que ya se había extendido a los pulmones.
Tras la operación y el tratamiento con yodo, los pacientes tratados deben
hacer un riguroso seguimiento, ya que este cáncer puede recurrir, a
veces después de muchos años del tratamiento inicial aparentemente
exitoso.
El seguimiento incluirá exámenes físicos cuidadosos, análisis de sangre para
determinar si se necesita algún cambio en la dosis de hormona tiroidea.
Además de las pruebas sanguíneas de rutina, el médico podría repetir el
centellograma o rastreo del cuerpo entero periódicamente para determinar si
todavía persisten células tiroideas.
No obstante, a pesar de la complejidad del tratamiento, el pronóstico
del cáncer de tiroides es muy bueno, en especial, en pacientes menores de 40
años. En este sentido, se ha determinado que solo 1 de cada 100
pacientes como este habrán muerto de cáncer de tiroides 25 años más tarde.
El pronóstico no es tan bueno en pacientes mayores de 40 años con tumores
mayores de 4 centímetros (1 ½ pulgadas) de diámetro. Sin embargo, aún aquellos
pacientes que no se pueden curar del cáncer de tiroides suelen vivir por mucho
tiempo y sentirse bien a pesar del cáncer.
Con información de Thyroid.org