Según los arqueólogos encargados, los sacrificios fueron realizados
presumiblemente para rendir culto a algún fallecido que pertenecía a la élite
gobernante de la cultura Sicán.
Lo hallado en la tumba de unos 150 metros cuadrados y ocho metros de
profundidad, indica el reportaje, está dividido en dos conjuntos de restos. En
uno hay decenas de osamentas sin cabeza y en otro unos 30 cráneos humanos al
lado de restos de perros y llamas.
Para los expertos, algunos sacrificados fueron lanzados maniatados
desde lo alto y otros recibieron muerte en otro lugar.
Los sacrificios humanos eran una costumbre
En el lugar, situado en el santuario histórico Bosque de Pomac, de gran
riqueza arqueológica, también había infraestructura de riego, un pozo de agua,
hornos, talleres de metalurgia y cerámica y áreas de producción de
alimentos.
“Para la Cultura Lambayeque (Sicán) los sacrificios humanos no eran actos de
salvajismo, sino una costumbre vinculada al culto del ancestro”, explicó el
director del museo de la zona, Carlos Elera.
“Se estima que hubo tres momentos diferentes en que masivamente se colocaron
los restos”, añadió el arqueólogo residente, José Pinilla.
La Cultura Sicán predominó aproximadamente entre los años 900 y 1100 en lo
que es hoy es Lambayeque. Según estudios de ADN hechos por científicos
japoneses, aunque el pueblo era oriundo de la zona, la élite gobernante
pertenecía a un linaje más al norte, en tierras que hoy entre las ciudades de
Piura, en el Perú, y Guayaquil, en Ecuador.