La señora Obama empezó confesando placeres que le hacen sentir culpable como comer patatas fritas y ver la saga televisiva del reality Real housewives, que ya tiene franquicias en las dos costas de Estados Unidos –desde Nueva Jersey a Beberly Hills-. Prosiguió bromeando con que desde que es primera dama su bolso carece de contenido –“ni dinero, ni llaves, nada”-. Y finalizó escandalizando al público presente en el estudio del programa matutino de ABC En vivo con Kelly y Michael, que proclamaba grititos y daba palmaditas remilgadas.“¡Ay, Dios!”, exclamó el copresentador Michael Strahan ante la pregunta que se avecinaba y tenía frente a sí en el guión. “Por favor, perdóneme”, se disculpó de antemano por lo que iba a disparar: “Para el presidente, ¿prefiere que lleve boxers o slips?”.
“Ummmm”, se escuchó dubitativa por nanosegundos a la señora Obama. “Ninguno de los anteriores”, confesó con una mueca de vergüenza a la vez que se sonrojaba. Esto sucedía el pasado viernes, cuando quedaba por delante todo un fin de semana de preparación para el tercer y último debate presidencial que tuvo lugar anoche lunes en Florida. En un reflejo rápido de adelantar contención de daños, Michelle Obama se apresuró a aclarar que estaba “bromeando”.
La primera dama es la crítica más dura de su marido, el presidente de Estados Unidos. Desde las críticas a sus orejas, hasta que es un desordenado que no sabe encontrar el cesto de la ropa sucia para depositar los calcetines, Michelle Obama es quien humaniza ante el público al hombre que el mundo idealizó hace cuatro años y que hoy lucha por su reelección ya hecho verbo. “Siempre estoy orgullosa de mi marido”, anunció sobre el papel que hasta el momento había representado el mandatario en los debates.
Y ya que le había glosado, tocaba devolverle a la tierra anunciando que había un área en la que el presidente tenía que practicar más: la pista de baile. Según la primera dama, “él canta y yo bailo”. Señoras y señores, Michelle Obama desnudando al líder del mundo libre.
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