Al verde oliva impregnado por la profusión de mandos militares en su gobierno, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, parece ahora desear se agreguen las lentejuelas de la farándula, reseñó el rotativo español, El País.
Al menos es lo que se desprende del nombramiento, efectuado a dedo por el mandatario, de los candidatos del oficialismo para algunas de las alcaldías más emblemáticas del área metropolitana de Caracas, de cara a las elecciones municipales del 8 de diciembre.
Aunque locales, estos comicios vienen tomando un cariz plebiscitario para el sucesor de Chávez, cuya candidatura, a pesar del endoso explícito del líder desaparecido, apenas logró salir victoriosa en las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril. Entonces, según los resultados oficiales, obtuvo una ventaja magra de uno por ciento de los votos sobre el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, actual gobernador del céntrico estado de Miranda.
Tanto gobierno como oposición interpretan que si el chavismo no consigue reponer los márgenes de ventaja con que el comandante solía ganar sus certámenes electorales, resultaría un indicio de debilidad del que se podría presumir que el apoyo a la revolución va en declive. Por lo tanto, en esta ocasión, cada uno de los bandos está especialmente motivado no tanto para defender sus baluartes municipales, sino para arrasar al adversario, como una necesaria demostración de fuerza en un momento clave. Tomando buena nota de ello, el propio Capriles Radonski asumió la jefatura de la campaña, por el campo opositor.
Acuciado por la misma necesidad, Nicolás Maduro ha dado, sin embargo, señales equívocas. Para disgusto de los militantes del gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), así como de aliados como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), prescindió de la elección por la base de los candidatos. Y todavía más: sus primeras designaciones han dejado de lado a líderes comunitarios y recaído, en cambio, sobre personeros del gobierno central o figuras de la televisión.
Así, este domingo anunció que para conquistar dos alcaldías cruciales del Este de Caracas, de clase media y tradicionalmente antichavistas, el oficialismo postularía al animador de televisión Winston Vallenilla (Municipio Baruta) y al deportista y cantante Antonio El Potro Álvarez (Municipio Sucre).
Ambos formaron parte del séquito de artistas populares que acompañó a Maduro en su reciente campaña presidencial. Pero lo que entonces funcionó como un recurso para animar los mitines, adquiere dimensiones de propuesta política en esta ocasión.
Vallenilla es un conocido conductor de programas de concursos en la televisión. En la actualidad forma parte de la plantilla de talentos de Venevisión, el principal canal de TV abierta, donde también trabaja su esposa, Marlene de Andrade, ex reina de belleza y protagonista de telenovelas y otras producciones melodramáticas.
Por su parte, Antonio El Potro Álvarez, de 34 años de edad, es un jugador, ya en trance de retiro, de béisbol, el deporte más popular entre los venezolanos. Llegó a jugar dos temporadas en las Grandes Ligas estadounidenses (conocidas como Major League Baseball, por el nombre oficial de la franquicia) con los Pittsburgh Pirates, en el estado de Pensilvania. Aunque su lauros como deportista fueran escasos, los altos ingresos en dólares de los peloteros permitieron a Álvarez financiar su reinvención de cantante de ritmos tropicales. Ha producido algunos éxitos comerciales de merengue y reggaetón en los que canta acompañado por figuras de esos géneros caribeños. También ha hecho de sus amoríos con modelos y reinas de belleza un sello de fábrica: estuvo casado con la ex primera finalista de Miss Universo, Mariángel Ruiz.
Si bien la revolución bolivariana del ex presidente Chávez nunca se caracterizó por su rigidez ideológica, este pronunciado descafeinamiento de su propuesta electoral marca una nueva etapa en sus prácticas, que deja de lado la atención clientelista a los tradicionales caciques locales en favor de candidatos provenientes de la pantalla de televisión. Para Maduro, la opción no es un simple giro pragmático ante una urgencia electoral, sino una cuestión de méritos: “La revolución bolivariana sabe apreciar los valores de gente que viene a destacarse, a trabajar por la patria”.
Maduro también anunció la candidatura del actual ministro de Información y Comunicación, el periodista Ernesto Villegas, para la Alcaldía Metropolitana, una superintendencia de toda la región capital que el propio gobierno central se ha encargado de boicotear desde que es ocupada por el dirigente opositor Antonio Ledezma, socialdemócrata. Villegas fue nombrado ministro por el propio Chávez en 2012, poco antes de su definitiva recaída del cáncer y agonía en Cuba. Desde esa posición, el ex reportero del diario El Universal de Caracas logró una gran proyección, como vocero de los partes oficiales sobre la salud del líder revolucionario.
Para la alcaldía de Maracaibo, la segunda ciudad del país, al noroeste de Venezuela, el gobierno impone como candidato a Miguel Ángel Pérez Pirela, filósofo y semiólogo formado en Francia e Italia, ex seminarista y, sobre todo, conductor del magazine Cayendo y Corriendo en Venezolana de Televisión, el principal canal del Estado. Desde ese espacio, Pérez Pirela se consagró como sucedáneo de Mario Silva, el conductor de un programa nocturno con el que mortificaba a la oposición mediante denuncias y trascendidos de conversaciones telefónicas y correos electrónicos interceptados.
Que en una ocasión donde la revolución misma admite que se juega al “todo o nada” se confíe en rostros telegénicos para la victoria, genera cierta perplejidad entre observadores políticos y simpatizantes de la opción gubernamental. Para ilustrar la desazón de estos últimos, vale citar un mensaje publicado el domingo en la noche en su cuenta de Twitter por la ex ministra y dirigente comunitaria, Isis Ochoa: “Más que votar por nuestros candidatos, vamos a votar contra la derecha. ¡No podemos darle chance a las élites, ni un respiro!”.