EFE).- El presidente estadounidense Barack Obamacumple hoy el ecuador de sus vacaciones navideñas en Hawai, su estado natal, donde, acompañado de su familia, repone fuerzas para un año que se anuncia muy exigente.
En un exclusivo paraje y bajo estrictas medidas de seguridad, como es obligado, el presidente encuentra tiempo para ir al gimnasio, jugar al golf y disfrutar de las vistas al Pacífico, el océano donde todos los estrategas dicen que EE.UU. se juega su liderazgo.
La familia presidencial se aloja en “Paradise Point”, un lujoso complejo a las afueras de Honolulu, la capital, en donde han pasado las últimas seis navidades.
Desde su llegada, Obama ha tratado de conferir un toque familiar a sus días de descanso, en busca de lo que eran sus dos objetivos para esta pausa: “sol y un poco más de sueño”, según reconoció en la última rueda de prensa que concedió antes de subirse al Air Force One rumbo al archipiélago.
Después, y junto con un pequeño grupo de colaboradores, suele dedicar el resto de la mañana al golf, un deporte menos arriesgado para un presidente que el baloncesto, su pasión de juventud, y que se esfuerza por dominar con resultado desigual, según los entendidos.El presidente comienza puntualmente el día con una visita al gimnasio a primera hora en la base militar de Kaneohe Bay.
En estas vacaciones, Obama, su esposa Michelle y sus hijas Sasha y Malia han dedicado menos tiempo de lo habitual a salir a pasear o cenar en alguno de sus restaurantes favoritos.
La razón estriba quizá en que la comitiva presidencial incluye al cocinero de la Casa Blanca, Sam Kaas, conocido además por su buen desempeño en el golf.
Lejos de las agitadas aguas políticas de Washington y tras un año con pocos réditos políticos, los Obama disfrutan de su descanso de dos semanas en una sofisticada residencia frente al océano, en la que están acompañados por la madre de Michelle, Marian Robinson, y donde reciben las frecuentes visitas de la hermana de él, Maya Soetoro-Ng, residente de la isla.
Pese al deseo de tranquilidad, lo cierto es que al presidente le resulta difícil, por no decir imposible, pasar inadvertido y todos sus desplazamientos, por pequeños que sean, comportan un séquito de cerca de una veintena de vehículos y decenas de miembros del Servicio Secreto, dedicado a su protección.
“Por favor, perdonen que el tráfico sea mayor o más denso como resultado de su llegada, y sepan que él y el resto de la familia están muy agradecidos por la oportunidad de haber encontrado un lugar para retirarse”, dijo la hermana de Obama, profesora de instituto en Hawai, en referencia al ya de por sí congestionado tráfico de Honolulu.
El día de Navidad la familia Obama dedicó la mañana a cantar villancicos y a abrir los regalos bajo el árbol.En estos días, como es tradición, Obama realizó una de sus pocas salidas públicas junto a Michelle para conversar con los soldados de una de las bases militares, desearles “Feliz Navidad” (o como se dice en hawaiano, “Mele Kalikimaka”) y agradecerles el servicio que prestan a EE.UU.
En medio de sus paseos y descansos, no obstante, la política, pese a estar a 8.000 kilómetros de la Casa Blanca, siempre logra hacerse un hueco en su agenda.
Ayer jueves, el mandatario firmó una ley de gran trascendencia, el presupuesto que por primera vez en años ha aprobado el Congreso de forma bipartidista y que establece las prioridades de gasto del país hasta el otoño de 2015.
La ley aleja el temor a un nuevo cierre de la administración federal, como el vivido en octubre pasado durante 16 días y que constituyó uno de los momentos más críticos del año.
Pese a estar de vacaciones, el presidente mantiene reuniones con su equipo de asesores de seguridad nacional, entre ellos el consejero asistente Ben Rhodes, quien viajó con Obama para mantenerse informado, entre otros, sobre los acontecimientos en Sudán del Sur, donde el fin de semana un avión estadounidense fue tiroteado cuando trataba de llevar a cabo una misión de evacuación en la ciudad de Bor.
Si la actualidad internacional no se complica, todo apunta a que esta vez Obama podrá cumplir su calendario vacacional y regresar a Washington el 5 de enero, algo que no ocurrió el pasado año cuando debió volver abruptamente para negociar con el Congreso una salida al llamado “precipicio fiscal”.