“Hay un coche preparado para atentar contra turistas españoles en Maarib. Debéis parar la operación inmediatamente...” El asesinato por Al Qaeda de ocho turistas españoles en 2007 cuando visitaban el templo yemení de Mahram Bilquis, cerca de la antigua ciudad de Maarib, pudo haberse evitado. Hani Muhammad Mujahid, miembro de Al Qaeda en Yemen y presunto confidente de las agencias de seguridad nacional, alertó en dos ocasiones a los servicios antiterroristas de ese país de que el atentado se iba a cometer, pero las autoridades no hicieron nada por evitarlo, según revela ahora el yihadista en una investigación de Al Yazira y EL PAÍS.
Hani, miembro de Al Qaeda desde que se unió a la yihad en Afganistán en 1998, lo explica así durante una entrevista concedida en un lugar fuera de Yemen: “Telefoneé al coronel Hmud Al-Qadasi, que era uno de mis familiares y jefe del departamento contraterrorista de la provincia de Taiz. Hablé con él. Le dije que había un coche preparado para atentar contra los turistas españoles en la provincia de Maarib, en el templo de Bilquis. Que debían parar la operación inmediatamente, que una fuerza de seguridad o militar debía movilizarse de inmediato para impedirlo. Me dijo que lo comunicaría rápido en Saná”.
El confidente y miembro de Al Qaeda hizo una segunda llamada de alerta, según su testimonio. “Luego llamé a Nabil Al Qilaisi () Les informé minuto a minuto y les dije quienes estaban allí (los presuntos autores). Que el coche estaba lejos y que no sabía quienes estaban dentro. Me respondió que OK. Me había puesto en peligro, estaba aterrorizado cuando hice la llamada. Estaba preocupado de que me vieran. Sabía informar rápido, pero aterrorizado y psicológicamente colapsado. Si alguien te descubre es tu final... Yo intenté controlar mis nervios y responder como si todo fuera rutinario y normal. Estuve con ellos una hora comiendo, bebiendo y riendo”.
—¿Por qué contra los españoles?Hani Muhammad Mujadih, de 38 años, natural de Taiz, casado y padre de tres hijos, afirma que también había avisado una semana antes a sus contactos de los Aparatos de Seguridad Política y Seguridad Nacional de que se preparaba el atentado contra los turistas españoles. “La operación fue planeada por Hamza Al Jayiti, Abu Basir (Nasir Al Wahaishi) y Abu Hurayrah (Qasim Al Raimi)... Al Wahaishi y Hurayrah eran mis amigos más cercanos en Afganistán. Hicimos cursos militares y vivimos juntos durante mucho tiempo. Por mi trabajo como entrenador en el campo de Al Faruq (Afganistán), entrené a muchos jóvenes y para mí era natural conocer algunos secretos de la organización”.
—La operación fue simple. Abu Hurayrah sabía exactamente el movimiento de los turistas. Me sorprendió la información que manejaba... El objetivo era probar que la organización todavía estaba viva en Yemen y que podía luchar contra Occidente y los americanos... Su deseo era solo asesinar a extranjeros. ¿por qué? Porque decían que ellos libraban una guerra contra nosotros, contra el islam y porque eran parte de la coalición internacional que lidera EE UU”.
—¿Conocía al suicida?
—No conozco al suicida. Nunca le había visto. Nunca traté con él... Yo no tuve ningún papel en el ataque.
Hani afirma que estaba en Saná cuando se enteró del atentado y de que había varios muertos. “Me sorprendió que la operación se llevara a cabo. Llamé a Hmud (su primo coronel) y me dijo que fuera a Taiz. Le reproché que me había puesto en peligro y que no habían hecho nada. Me respondió que no creyera que la gente que dirigía el país era patriota y honesta. Creíamos que trabajábamos con gente patriota y descubrimos que lo hacíamos con una banda y no con un Estado de ley que protege a las personas”.
El testimonio del confidente aporta identidades nuevas de los presuntos autores y colaboradores del atentado nunca juzgados ni condenados ya que la Justicia española se vio obligada a archivar la causa provisionalmente a causa de la nula colaboración de las autoridades yemeníes que solo contestaron una vez, y de forma muy vaga, a las comisiones rogatorias del juez Fernando Andreu, titular del Juzgado de Instrucción número cuatro de la Audiencia Nacional que investiga la matanza. A propuesta de la fiscal Ana Noé el magistrado archivó la causa en 2011. “Las gestiones personales realizadas ante las autoridades de Justicia e Interior no han recibido respuesta y la actual situación que vive el país no permite por el momento reiterarlas”. señala un oficio del Ministerio Exteriores fechado en 2011.
Yemen contestó solo a la primera comisión rogatoria asegurando que el suicida que conducía el coche bomba fue Abdul Mohamed Assad Rahif, señaló a ocho presuntos organizadores y financiadores del ataque que estaban huidos y afirmó que seis de ellos habían sido abatidos en agosto de 2007 y noviembre 2008 cuando preparaban nuevos atentados. También, informó de que había juzgado en rebeldía a Ammar Ibadah Masud Al Wali y que el juicio se celebraría en febrero de 2010. El Gobierno yemení había facilitado antes a la prensa diferentes nombres de los autores del atentado.
“Algunos de los jóvenes (presuntos terroristas) que fueron asesinados fueron víctimas de informaciones erróneas. Fueron víctimas de la guerra sucia y la sucia conspiración en Yemen”, puntualiza el confidente sobre los nombres de los supuestos autores que Yemen remitió a la Justicia española en su primera y única comunicación oficial.
La fiscal Noé y el juez Andreu remitieron nuevas comisiones rogatorias a Yemen reclamando más información, pero no fueron respondidas. La embajada de España informó al juzgado que Ammar Ibadan Masud había sido condenado en rebeldía a 15 años por el Tribunal Penal de primera instancia de Saná y añadió que las autoridades yemeníes no habían contestado a las comisiones rogatorias “pese a las numerosas gestiones realizadas”. El documento está firmado por Santiago Sierra, entonces subdirector general de Exteriores.
Durante ese periplo le interrogaron los servicios pakistaníes, la CIA y los yemeníes. “La inteligencia pakistaní fue brutal con nosotros, pero los americanos, al contrario, solían ofrecerme té y pasteles como si estuviera entre amigos. Yo esperaba acabar en Guantánamo. Creía que me llevarían a Baqgram y luego a Guantánamo, la tortura, el miedo, la ansiedad”, relata.Hani, el confidente de Al Qaeda, perdió el pulgar de la mano derecha en el campo afgano de Al Faruq donde fue entrenado en armas y explosivos. Se convirtió en profesor de otros yihadistas, conoció a Osama bin Laden y participó en 2002 en la batalla de Shahi Kot, una de las últimas en Afganistán. Fue arrestado en Pakistán y acabó en la prisión yemení de seguridad en Taíz, la capital cultural de Yemen, a unos 400 kilómetros al sur de Saná.
El hombre que acusa al régimen del exdirigente yemení Ali Abdallah Saleh— presidente de Yemen desde 1990 a 2012— de dejar actuar a Al Qaeda asegura que fue en la cárcel yemení donde decidió convertirse en confidente y traicionar a su organización. “Llegué a Yemen a principios de 2005... Tenía un familiar, un coronel en el Aparato de Seguridad Política de Taiz que me convenció de que nuestro deber era tanto islámico como humano. Comencé trabajar para ellos nada más dejar la cárcel. Luego la Seguridad Nacional me emplazó a unirme a ellos. Les transmitía cualquier detalle acerca de las operaciones terroristas en Yemen... Mi papel fue penetrar en la organización e informar sobre sus planes... Me pagaban por mi trabajo y servicio al país”. No ha sido posible obtener el testimonio de los oficiales para los que trabajaba el confidente.
Abdurraman Barmen, el abogado de Hani, afirma que el presunto confidente se presentó hace dos años en su oficina y definió a sí mismo como un suicida: “Me dijo: ‘considéreme un suicida, pero de otro tipo. Mi bomba será la información’. El exmiembro de Al Qaeda se ofrece a declarar ante la Justicia española.Hani asegura que, también, avisó de un ataque de Al Qaeda a la embajada de EE UU en Saná en septiembre de 2008 sin que lo servicios lo impidieran. Y que contactó con los norteamericanos para contarles lo que sucedía, pero fue detenido por agentes yemeníes cuando acudía a una cita en el hotel Movenpick. “Me maltrataron durante ocho días en una prisión subterránea... De allí me llevaron a un hospital donde un policía me dijo que si quería ver a los americanos debería decírselo y él me organizaba el encuentro”.