(EFE).- El gusto de los vietnamitas por la carne de rata ayuda a reducir las plagas en los campos de arroz, que cada año destruyen en Asia miles de toneladas que podrían alimentar a cerca de 570 millones de personas.
“Contribuye a reducir el problema, aunque no lo erradique. Un estudio de hace unos años revela que cada año se venden al menos 3.600 toneladas de ratas en el sur de Vietnam, es decir unos 25 millones de roedores”, explica a Efe Grant Singleton, experto en roedores del Instituto Internacional de Investigación del Arroz, con sede en Filipinas.
Al igual que cientos de pequeños vendedores que salpican pequeñas aldeas a las orillas del delta del río Mekong, Ba Tiyet tiene montado un puesto de venta de ratas a la puerta de su casa en la provincia de Dong Thap, a cien kilómetros de Ho Chi Minh (antigua Saigón).
Unos 300 roedores de color marrón grisáceo viven hacinados en una jaula de unos dos metros de largo y medio de ancho dividida en varios compartimentos que sirven para clasificar a los animales por tamaños.
El precio de 60.000 dong por kilo (dos euros o 2,9 dólares) no varía entre las más grandes, que a menudo superan los 500 gramos y las pequeñas, más abundantes, cuyo peso oscila entre 125 y 250 gramos.
“Esta mañana me han traído 400 ratas, las venden los recolectores de los campos de arroz que las suelen cazar en sus ratos libres colocando trampas para evitar que arruinen la cosecha. Compro aproximadamente cada dos días porque se venden muy rápido”, asegura esta mujer, de 55 años y que lleva tres dedicada al negocio.
Además de los clientes de su aldea, que eligen el exótico manjar sobre todo porque es más barato que el pollo o el cerdo, entre sus mejores clientes se encuentran algunos restaurantes de Ho Chi Minh, donde las sirven como una exquisitez culinaria.
Cuando llega un cliente, Tiyet se enfunda su guante de lana, introduce la mano en la jaula y va tanteando hasta atrapar los ejemplares más sabrosos, que se revuelven mientras los mete en una pequeña jaula cilíndrica de alambre.
“Viéndolas y tocándolas sé cuáles son mejores de comer, pero no sé explicar por qué”, comenta Tiyet, quien asegura no tener miedo de los roedores pese a haber recibido más de un mordisco.
“También me han mordido serpientes, pero no llevan veneno”, comenta la vendedora, también comerciante ocasional de ofidios cuando sus proveedores los venden a buen precio.
Tiyet pesa los tres roedores seleccionados y los lleva a la parte trasera de su casa, donde sumerge la jaula en el río hasta que las ratas mueren ahogados y puede empezar a prepararlas.
Sentada en un taburete, coloca los animales sobre una tabla, les corta la cabeza, su larga cola y las garras, los desolla, y finalmente los introduce en una palangana llena de agua para quitar los restos de sangre y entregar el producto al cliente listo para ser cocinado.
“A los hombres les gusta mucho esta carne, la suelen tomar frita o a la parrilla mientras beben vino de arroz o cerveza con sus amigos por la noche. A las mujeres también nos gusta pero no las comemos muy a menudo porque no solemos beber. La parte más sabrosa son las patas, es parecido al pollo”, dice.
Lo más común en este región meridional de Vietnam es macerar las ratas con ajo, limoncillo, y salsa de pescado antes de freírlas durante, pero también es frecuente que se guisen con curry o arroz.
Singleton subraya que este alimento sigue siendo tradicional en los banquetes de boda de algunas zonas del país, donde persiste la creencia de que su consumo mejora la fertilidad.
En cuanto a los riesgos higiénicos, el científico asegura que “los roedores pueden transmitir hasta 60 enfermedades a los humanos, por lo que es recomendable tener mucho cuidado y no comer nunca las especies que habitan en las ciudades”.
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