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sábado, 16 de julio de 2011

El crack de Venezuela que se les anima a todos, y también a Chávez

Cuando sus abuelos -refugiados de la Segunda Guerra Mundial- ya estaban al borde del Mar Caribe, el fútbol de Hungría era una fiesta. Los mejores días de Ferenc Puskas y compañía los vivieron desde algún rincón de Caracas, asombrados ante las noticias que llegaban tarde. Decían que era un ballet aquel seleccionado magyar. Campeón olímpico en 1952, implacable ante cada rival (con un invicto de 31 encuentros) y finalista en el Mundial de 1954, Hungría era el dominador de ese tiempo. Nicolás Ladislao Fedor Flores -el nieto en cuestión- aún no había nacido ni estaba en los planes. Pero dicen que de algún lado heredó su pasión por el fútbol.

Su hermana le puso el apodo que lo acompaña desde los días de la niñez: Miku, una suerte de diminutivo o de aproximación al nombre húngaro Miklos. Hijo de padre húngaro y de madre venezolana, nació con el fútbol en el alma: siempre quiso ser futbolista y siempre creyó que podía serlo. A los 15 años tuvo una osadía grande: en el medio de las vacaciones de su familia en España, fue a entrenarse a una escuela de fútbol -de nombre Sueca- y asombró a todos. Le ofrecieron quedarse. Y se quedó, a pesar de las dificultades con su pasaporte.

Al año siguiente, los observadores de los españoles Valencia y Real Madrid se acercaron para sumarlo a sus inferiores. Eligió al club levantino. Resultó permanentemente cedido hasta 2009. Pasó por Alcoyano, Salamanca, Granada y Gimnastic de Tarragona. Más allá de varias buenas actuaciones (sobre todo en la Europa League) no consiguió espacio en el Valencia. Y ante la posibilidad de ir al Getafe, no lo dudó. Fue un acierto: ahora, tras una temporada de adaptación es titular sin discusión. En la campaña 2010/11 convirtió siete tantos en 33 partidos, una prestación que al equipo de la comunidad madrileña le permitió evitar el descenso.

En una entrevista concedida al diario español El País, en 2009, contó: "En Venezuela ser de una familia acomodada es muy complicado. Éramos una familia humilde. Desde los tres años mi padre no vive con nosotros. Prácticamente me he criado sin padre. Mi madre trabajaba en dos sitios diferentes mañana y tarde. Yo iba al colegio por la mañana y por la tarde, al fútbol. En algún momento me tocó trabajar cuando era niño, pero nunca pasamos hambre". También consultado por la periodista Nadia Tronchoni, se refirió al líder venezolano Hugo Chavez: "No estoy a favor de muchas cosas que se están haciendo, sobre todo respecto a la educación: se está adoctrinando a los niños, se está suprimiendo historia. Es triste que los niños sólo hayan conocido a Chávez. Creen que el mundo es así".

Parece no tener inhibiciones este joven de 25 años que nació en el Caribe y adoptó a España como su lugar de trabajo. En la semana previa al inicio de la Copa América, ya en territorio argentino, no dudó ni un segundo en quejarse ante las cámaras de televisión sobre un detalle que -como a todos sus compañeros- le afecta bajo el frío de Buenos Aires: Adidas -la marca de indumentaria que viste a La Vinotinto- no les había enviado aún la ropa apropiada para el invierno. El, sin vueltas, fue el vocero de la bronca y de la incomodidad de sus compañeros.

Cuando Venezuela se quedó tan cerca de acceder al Mundial de Sudáfrica, en las últimas Eliminatorias, Fedor miró hacia el futuro que ahora se está haciendo presente. Le dijo a la agencia EFE, en una entrevista: "Chile puede ser un ejemplo. En el anterior premundial fue penúltimo y ahora se clasificó con facilidad. Y Chile era la más joven de Sudamérica. Sabían lo que el técnico quería, lo hicieron y se clasificaron sin problemas". Y ahora, en plena Copa América, con La Vinotinto como revelación, este delantero que combina potencia y habilidad de manera equilibrada señala que este es el camino a seguir. Dice que Venezuela puede. Que ya no es la Cenicienta de la que todos se ríen. Habrá que creerle: lo dice el mismo joven que se animó a jugar entre las estrellas.

EL CLARIN