Los murciélagos encuentran a su presa mediante el calor que emite su piel y no por el olor de su sangre, gracias al desarrollo de una proteína utilizada por otros mamíferos para evitar quemaduras, revela un estudio publicado el miércoles en la revista científica Nature.
Esta particularidad genética del vampiro común (Desmodus rotundus) explica su capacidad de detectar una fuente de calor a una distancia de hasta 20 centímetros y "distinguir el lugar donde están las venas próximas a la piel", estima David Julius, especialista en biología molecular de la Universidad de California en San Francisco y autor del estudio.
Los expertos ya sabían que el murciélago localiza a su presa dormida guiándose por el ruido de su respiración y sus recuerdos.
Sin embargo, desconocían hasta ahora qué mecanismos había desarrollado el vampiro común para encontrar con tanta precisión el lugar donde morder a su presa para alimentarse, extrayéndole hasta dos cucharadas de sangre.
Los mamíferos tienen muchos receptores que reaccionan a varios estímulos exteriores mecánicos, térmicos o químicos.
Uno de estos receptores, una proteína llamada TRPV1, se activa cuando la temperatura supera los 43ºC, lo que permite avisar al sistema nervioso central de calor excesivo, lo que podría conllevar una quemadura.
El investigador y su equipo han descubierto que el Desmodus rotundus ha desarrollado, durante la evolución de su especie, una utilización única y desconocida hasta ahora de esta proteína a partir de tres cavidades situadas en el hocico del vampiro.
Además de la TRPV1, el murciélago también produce una gran cantidad de una alteración de esta proteína, la TRPV1-S, que se activa a una temperatura mucho más baja, cercana a los 30ºC. Esta característica no es compartida por una prima hermana del vampiro, la Carollia brevicauda, que se alimenta de frutas y no necesita desarrollar un sentido térmico.
Según la investigación, entre un 35% y un 46% de la proteína TRPV1 producida por el murciélago es una alteración por el auge de la sensibilidad térmica, frente a menos de un 6% en la Carollia brevicauda.
Esta variante no se encuentra prácticamente en otras especies de murciélagos, que comen frutos, néctar o insectos, dice Julius.
El estudio también confirma unos análisis moleculares recientes que demostraban que el murciélago es genéticamente más cercano a los perros, las vacas y a los topos que a los humanos o los roedores, contrariamente a lo que se había creído durante mucho tiempo debido a la clasificación de especies creada a partir de criterios puramente anatómicos.
Los perros, vacas, cerdos y topos, que pertenecen al grupo de los Laurasiatheria, así como los caballos y los delfines, tienen un potencial genético para producir una alteración de la TRPV1. Los conejos, ratas, monos y humanos, pertenecientes al grupo de los Euarchontoglires, son incapaces de desarrollar este mecanismo.
AFP