(dpa) - Muchos países árabes lograron en 2011 una ruptura con el
pasado y un comienzo de cero, pero quizá el mayor cambio tuvo lugar el
Libia, donde la familia Gadafi perdió el poder ostentado durante más de 40 años
y el propio líder encontró incluso la muerte.
La mayoría piensa en Gadafi espontáneamente cuando se habla de
Libia, pero 2011 pasará a la historia como el año en que el país dejó
de ser del autoritario mandatario.
El hijo del desierto llevó la voz cantante durante casi 42
años y sus palabras eran la ley. En la cumbre de sus delirios de
grandeza, el “hermano líder” de la revolución, con predilección por llamativos
uniformes y ropa de fantasía, se hizo llamar “rey de los reyes de África”. Pero
el 20 de octubre de este año, el déspota perdió la vida en su ciudad natal,
Sirte, a manos de un grupo de civiles armados.
El levantamiento en su contra comenzó el 15 de febrero, cuando en el este del
país los primeros manifestantes salieron a las calles,
inspirados por los éxitos del movimiento de protestas en los vecinos Túnez y
Egipto.
Primero protestaban por la detención de un abogado, pero pronto comenzaron a
gritar: “El pueblo quiere la caída del régimen” y “¡Gadafi, fuera,
fuera!“. Uno de los manifestantes de entonces asegura: “Sabíamos que
arriesgábamos nuestras vidas, porque bajo Gadafi no se toleraba protesta
alguna”.
Pronto creció el movimiento opositor. Las tropas del gobierno abrieron fuego
y todo se sucedió muy rápido. Los opositores a Gadafi se defendieron y
asaltaron los almacenes de armas, dando comienzo a una guerra en la que
acabó interviniendo la OTAN tras una entrada previa del Consejo de Seguridad de
la ONU.
En marzo, se decidió en Nueva York el establecimiento de una zona de
exclusión aérea sobre Libia y se aprobaron todas las medidas necesarias para
proteger a la población civil. Gadafi apenas pudo impedirlo y
amenazó a las “ratas” del feudo rebelde Bengasi con la aniquilación.
El 20 de marzo, envió sus tanques a las puertas occidentales de
Bengasi. Y entonces el gobierno francés decidió actuar en solitario y
envió yets de combates a Libia, que destruyeron los tanques uno tras otro en el
momento en cuanto el primer tanque lanzó la primera granada contra una
vivienda.
Pero Gadafi se mostró testarudo y desde Trípoli mandó a combatir a
sus tropas cuando la OTAN asumió la aplicación de la zona de exclusión
área y comenzó a bombardear a sus brigadas que intentaban atacar a los
revolucionarios. El coronel incluso reclutó soldados en el extranjero.
Los opositores, cuyas tropas estaban integradas en su mayor parte por
voluntarios sin conocimiento y formación militar, se lo
agradecen sin embargo a la alianza atlántica, porque saben que sin ese apoyo la
capital Trípoli habría sido inalcanzable. Pero esa barrera se derribó en agosto.
Trípoli cayó y Gadafi y sus hijos abandonaron la capital. Sin embargo, en Bani
Walid y Sirte los gadafistas ofrecieron resistencia hasta octubre. Ahora, todo
ha terminado.
Gadafi fue encontrado agazapado en un gran tubo de hormigón en
Sirte y sacado a la fuerza. Sufría heridas de bala y cayó en manos de
las tropas revolucionarias. Poco después murió. Aún está pendiente una completa
investigación de las circunstancias de su muerte y es posible que nunca tenga
lugar.
El mismo día murió en Sirte su hijo Mutassim. Otro de sus
vástagos, el fanático del fútbol Al Saadi, está en Túnez. Seif al Islam fue
detenido en el sur de Libia y encarcelado. La mujer de Gadafi, Safiya, y su hija
Aisha -que tras la muerte de su padre siguió llamando a la resistencia contra
los nuevos gobernantes desde su exilio en Argeli- se trasladaron al parecer a
Sudáfrica.
Mientras, en Trípoli gobierna un Ejecutivo de transición y ya se han vivido
los primeros problemas entre los distintos clanes y las tropas de combate. Pero
en estos momentos, lo que impera en la mayoría de los casos es el alivio
por haber liberado el país del clan Gadafi.