dpa) – Son considerados “héroes anónimos de un género que cambió la
historia del siglo XX”. Al menos eso dice el Diccionario de Punk y
Hardcore, publicado en 2011 por una editorial española. Sin embargo a Los
Saicos, la mítica banda peruana de los años 60 de quienes habla el libro, ¡no
les gusta el punk!
Han oficializado mundialmente que tocamos punk pero yo no encuentro la similitud
con nuestra música. No teníamos idea de ese género. Hacíamos
rock, pero no era una variante que derivara a eso que ahora llaman punk”, dijo a
dpa Pancho Guevara, el baterista, cantante y único miembro original de Los
Saicos que vive en el Perú.
Papi Castrillón, bajista, vive en Virginia (Estados Unidos) desde hace
décadas y cuenta vía telefónica: “Pensábamos que hacíamos surf rock.
El concepto de la agresividad de nuestra música fue algo visto ocho
años después (los años 70, con la aparición del punk)”, enfatiza el ahora
consejero de préstamos, cuyas influencias musicales fueron marcadas por Elvis
Presley.
“Los Saicos fueron pioneros del rock latinoamericano. Fueron el primer grupo
con puros temas propios y en castellano. Lo que importa es que fueron pioneros
cantando en castellano, más que si fueron punk, que es solo una etiqueta”, dice
el guitarrista Gonzalo Alcalde, uno de los dos nuevos miembros de la banda.
La historia de los Saicos parece de ficción. Los amigos del
barrio Lince, en Lima, Erwin Flores (vocalista), Chino Carpio (primera
guitarra), Pancho y Papi solo tenían claro que querían cantar en español y
debían tocar temas propios y fuertes, para diferenciarse de Los Beatles a
inicios de la década del 60.
El éxito llegó por sorpresa en 1964 tras participar en un festival en el que
asombraron con su estilo. “Demolición”, el más conocido de sus temas, se
convirtió en un himno del rock peruano. Tras dos años de causar
histeria colectiva en el Perú, se separaron sin pena y sin mirar atrás. Pensaban
que no era posible vivir de su música.
“Desde el primer día nos hicimos famosos. No sufrimos por ello y lo
dejamos con naturalidad. Yo agarré mi bajo y nadie me dijo nada. Nunca
volvimos a conversar de eso”, dice Papi sobre el fin de la banda.
“No me quejo del Perú pero si hubiéramos nacido en otro país
habríamos sido como Los Rolling Stones o algo así, habríamos llamado
mucho la atención. En esa época no todo el mundo (en el Perú) tenía concepto de
rock. Hubiéramos sido millonarios”, agrega el bajista.
“No había posibilidad de hacer una gran carrera. Ni hablar. Hoy día ves que
dentro de todas las bandas de la época de repente era la que tenía mayor
proyección, pero en 1965 no lo veías”, dice Pancho sin arrepentirse por haber
dejado por tanto tiempo la música.
Todos enrumbaron por diversos caminos. Erwin, el cantante de “Demolición”,
también vive en Estados Unidos, trabajó en la Nasa y se dedica a los
negocios. Chino y Pancho se quedaron en su país pero también alejados
de los escenarios.
Nadie pensó en el retorno de la banda hasta 2006, después de recibir un
reconocimiento de la alcaldía de Lince que derivó en algunas entrevistas
y en la posibilidad de tocar de nuevo a pesar de que el Chino había
muerto un año antes de cáncer.
Fue apenas en 2010 que los músicos fueron contratados para participar en
varios festivales en Argentina, México y España. La energía de los sexagenarios
desató el furor del público juvenil y de la crítica en todas sus presentaciones,
donde fueron reconocidos como leyendas de la música.
“Es difícil de explicar esta situación. Es algo que nosotros no
podemos manejar más. Es de cuento”, dice emocionado Papi al recordar la
experiencia.
“Lo que más me asombra es el agradecimiento del público, que chicos muy
enanos (jóvenes) reventaran con la música nuestra, que se emocionen y salten”,
señala Pancho.
Para la gira se sumó al grupo el guitarrista Juan Valcárcel: “No
pensé que la gente iba a ser tan fanática en México. Haciendo cola una
hora para la firma de autógrafos, en Lima nunca vi algo así”, dijo.
Hasta la fecha solo hay planes de terminar de grabar un nuevo disco con
canciones antiguas e inéditas. Ensayan a distancia. Pancho con Gonzalo y Juan en
Lima, en un estudio musical en el ático de un centro comercial, mientras que
Erwin y Papi se reúnen de vez en cuando para ensayar en Estados Unidos y
coordinan por Internet.
Por ahora, ninguno puede dejar mucho tiempo sus actividades para dedicarse a
la música. Los empresarios no les pagan lo que piden para iniciar una
gira. Las leyendas musicales pisan tierra todo el tiempo y no hacen
grandes planes.
“Son caros Los Saicos. Cien mil dólares no da el mercado… Si sale, tocaríamos
en el Perú en Arequipa, Trujillo y Chiclayo. Es complicado movernos, (pero) eso
lo cubriría”, reconoce Guevara.
A pesar del reconocimiento mundial, la banda (entre cuyos admiradores están
Iggy Pop, los mexicanos de Cafe Tacuba y los escoceses de Franz Ferdinand)
necesitará una nueva intervención del destino para volver a los
escenarios, cuya leyenda renace cada vez que sus fans escuchan el
frenético sonido de la inmortal “Demolición”