Su nombre evoca otros vocablos de enorme significación. Rayuela es adolescencia, memoria, nostalgia, pasado y porvenir. Y fue la obra que le dio visibilidad a Julio Cortázar en los círculos literarios franceses. Su vigencia hoy, al margen de sus valores literarios que se mantienen intactos, quizá proceda de esa anticipación de la lectura fragmentada que define a nuestros días.
Con motivo de conmemorarse su medio siglo de existencia en marzo próximo, la Fundación Juan March de Madrid, depositaria de la biblioteca personal del escritor argentino, que fue donada por su albacea testamentaria Aurora Bernárdez, está concluyendo el proceso de digitalización de buena parte de ese acervo literario para subirlo a la Web. El homenaje tiene otra punta: se cumplen 20 años de la donación de Bernárdez a la institución.
En diálogo telefónico desde Madrid, Paz Fernández, directora de la biblioteca de la fundación, a cargo de la digitalización, dijo a Clarín: “Si bien no digitalizamos todo el contenido, sí lo hacemos con las portadas, las dedicatorias de otros intelectuales hispanoamericanos, las firmas que Cortázar ponía en los libros de su biblioteca, así como sus anotaciones personales. En algunos libros que compraba escribía su nombre, en otros el apellido con la fecha”.
Fernández señaló que hay un verdadero tesoro en el acervo donado por Bernárdez. “Cortázar conservaba en su piso de París libros firmados por Alejandra Pizarnik, Pablo Neruda, Rafael Alberti, muchos de Carlos Fuentes, entre numerosos escritores. Son obras dedicadas a Julio y Aurora, y a Julio y Carol (Dunlop, su segunda mujer)”.
Las razones por las cuales no van a digitalizarse las 4.423 obras, estudios y papeles personales de la biblioteca de Cortázar son dos: el costo y los derechos de autor de muchos escritores que aún viven o que se encuentran todavía en dominio privado.
“El interés de digitalizar esta biblioteca reside no sólo en los investigadores que nos solicitan el fondo, sino en los usuarios admiradores de la obra cortazariana. Para ellos será emocionante”, señaló Fernández.
Además de las portadas, habrá muchos dibujos digitalizados que acompañaron las dedicatorias, y otros que hizo el propio autor de Bestiario: “Dentro de los libros hay boletos de metro o una entrada al cine, por eso es riesgoso dejarlos a la mano del público”, explicó la representante de la entidad madrileña.
La Fundación March amplió la donación original con estudios sobre la obra de Cortázar o ediciones en otras lenguas, como la de Rayuela en serbio, por ejemplo.
En la Fundación Juan March descubrieron, a lo largo de la digitalización, que Cortázar era muy riguroso con las erratas y que entre sus libros no había ni un ejemplar de El Quijote.
Rayuela, dicen, es un juego de escritura que abrió caminos. La biblioteca personal contiene además otras obras de Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Nadine Gordimer, Juan y José Agustín Goytisolo, Marguerite Yourcenar, José Lezama Lima, y otros.
El acervo de la Fundación March contiene también apuntes de puño y letra con sus expresiones en español, francés o inglés, de acuerdo con la lengua en que leía. Hay varios ejemplares de su célebre Rayuela, incluso con el agregado que Cortázar le hizo 17 años después de publicada para corregir la omisión de la primera edición.
Todos los géneros literarios, arte, historia y filosofía son parte del tesoro que Cortázar albergaba en su departamento de la parisiense Rue de Martel.
El periodista y escritor español Jesús Marchamalo preparó un libro sobre esta biblioteca personal que saldrá en versión digital en los próximos meses.
Cortázar y los libros: Un paseo por la biblioteca del autor de Rayuela se titula el volumen donde Marchamalo se adentra en las huellas de Julio Cortázar, a través de sus subrayados, sus páginas dobladas y los papeles en los cuales escribía (hojas de almanaques, recortes de diarios, etc). Como decía Marguerite Yourcenar, ésta es una de las mejores maneras de trazar un retrato de un escritor.
Pero las noticias por los 50 años de Rayuela no concluyen en la digitalización de su biblioteca personal en España. En Buenos Aires, según contó a Clarín el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, en marzo, al cumplirse el gran aniversario, se le impondrá el nombre de “Rayuela” a la Plaza del Lector, ubicada en avenida Las Heras y Agüero.