AFP) - El Gobierno cubano ordenó este sábado el cierre de los cines particulares y la venta de ropa importada por parte de privados, medidas que algunos intelectuales interpretan como “un paso atrás” en las reformas del presidente Raúl Castro.
El Consejo de Ministros ordenó, en una nota publicada en la prensa oficial, el cierre “inmediato” de las salas privadas de cine improvisadas en casas y dio plazo hasta el 31 de diciembre para liquidar los negocios privados de venta de ropa importada, que habían proliferado en la isla.
“El gran perdedor en este juego comercial va a ser, entonces, el cubano de a pie”, consideró el laureado novelista cubano Leonardo Padura en un artículo difundido en Internet.
El gobierno afirmó que se trata de actividades que “nunca han sido autorizadas” y que son ejercidas con licencias para otros oficios de los casi 200 legalizados al amparo de las reformas económicas.
Las pequeñas salas de cine operadas por privados, casi todas con tecnología de tercera dimensión inexistente en las grandes salas estatales, funcionan con licencias de operador de equipos para recreación infantil, mientras que los que venden ropa importada lo hacen con permiso para sastres o costureras.
Raúl Castro ha ampliado el trabajo privado, pero lo tiene muy regulado y todos los “cuentapropistas” deben tener una licencia, aunque existen muchos oficios que se ejercen de manera informal.
También tendrán plazo hasta fin de año para cerrar los pequeños negocios de venta de artículos de ferretería y plomería, que son importados por ellos o adquiridos en la red minorista estatal y revendidos.
Muchos de estos negocios cuentan sólo con un mesa de venta callejera, llamados popularmente “merolicos”.
La ropa y equipos de imagen y sonido son adquiridos generalmente en Estados Unidos, España, Ecuador y otros países, y son enviados por amigos o parientes a la isla, o son ingresados por viajeros que trabajan como “mulas”.
Como parte de sus reformas para “actualizar” el agotado modelo económico de corte soviético, Raúl Castro ha impulsado el trabajo privado, que pasó de 157.000 a 442.000 personas en tres años.
El fin de la venta de ropa importada había sido ordenada hace un mes, provocando malestar entre los comerciantes, y reiterada este sábado.
Académicos y escritores reprochan que el gobierno quiera dar marcha atrás acabando con negocios que habían sido bien acogidos por la población y que estimulaban el empleo y la economía de la isla.
“Es un paso atrás”, dijo el profesor universitario y bloguero Harold Cárdenas en un artículo reproducido en varios blogs.
“En vez de crear licencias para esa labor o adecuar las ya existentes para que se contemple esa nueva realidad, la respuesta ha sido cerrar dichos establecimientos”, lamentó Cárdenas.
Pero el gobierno alega que no hay retroceso.
“No se trata, en lo más mínimo, de dar un paso atrás, todo lo contrario, seguiremos avanzando decididamente en la actualización del modelo económico cubano”, dijo el gobierno este sábado.
El cierre de cines y negocios de ropa privados buscan “combatir la impunidad, exigir el cumplimiento de la legalidad y proteger a los trabajadores por cuenta propia, que en su inmensa mayoría cumplen las regulaciones establecidas”, añadió.
Pero el escritor Padura destacó que las medidas no sólo afectarán a los comerciantes, sino también a todos los cubanos que encontraban en esos negocios privados artículos de mayor calidad y variedad y mejor precio que en el comercio estatal.
Pedro, un vendedor de piezas de plomería que cerró su puesto hace un mes cuando el gobierno inició su cruzada contra estos negocios, explicó a la AFP que “ahora les vendo a brigadas de la construcción que me hacen sus pedidos” por teléfono o van a la casa.
Como Pedro, que se negó a dar apellido, otros comerciantes de ropa y plomería han continuado con su actividad de forma encubierta, de difícil detección por inspectores o policías.
Sin embargo, la desaparición de muchos “merolicos” se aprecia en diversos barrios de La Habana.
“Los merolicos están perdidos, donde antes había 50 ó 60, ahora te encuentras 8 ó 10″, dijo a la AFP Rogelio, un plomero y albañil que se abastecía en estos pequeños negocios de artículos y herramientas inexistentes en las tiendas estatales.