La Navidad es triste este año para muchos cristianos sirios que han huido de sus hogares por la guerra y que ahora viven en el Líbano, donde buscan consuelo junto a otros fieles frente a las estrecheces y la nostalgia de tiempos pasados.
La iglesia de San Jorge está abarrotada de creyentes en una misa antes de Navidad. Hombres y mujeres escuchan sentados en los bancos al cura, que les reprende por no llevar a sus hijos a la iglesia. "Parece que teníais más fe cuando estabais en Siria", les reconviene.
Apenas hay signos de que es Navidad en el interior del edificio, donde tan solo unas hojas de flor de pascua adornan una barandilla junto al altar.
"Somos una parroquia pobre y más ahora, por las circunstancias tenemos que ayudar a los feligreses, no estamos para grandes celebraciones", explica a Efe el archidiácono Yatron Koliana en su despacho dentro del recinto, ubicado en el distrito Asirio, un barrio de clase trabajadora en el este de Beirut.
La mayoría de los cristianos que acude a esta iglesia son refugiados procedentes de la provincia siria de Al Hasaka, y siguen a la Iglesia Asiria Oriental, una de las muchas ramas en que se divide el rito siríaco, una de las variantes de la cristiandad en Oriente.
Para muchos, la celebración de la Navidad se limitará a asistir a la misa del Gallo en Nochebuena y a otra especial el día 25 a primera hora de la mañana, lejos del jolgorio de otros años en los que organizaban banquetes, visitaban a familiares y hacían regalos a los niños.
Las necesidades aquí son múltiples: "Hay que atender a los enfermos, especialmente a ancianos, porque muchos no tienen acceso al médico, la mayoría de los niños no puede ir al colegio, y hay gente que no tiene dinero para compra comida, muchos trajeron sus ahorros en moneda siria, que se ha devaluado", enumera Koliana.
Fuera del despacho, en el exterior de la iglesia, varios fieles se han quedado charlando tras la misa en su idioma, el asirio, una mezcla de acadio, una antigua lengua de Mesopotamia, y de arameo, que también se usa en la liturgia.
Sus historias son relatos de saqueos, secuestros y muertes en Al Hasaka, donde habita la mayor parte de los asirios de Siria, un grupo étnico de mayoría cristiana, que también vive en Irak y Turquía.
EFE