Es una pequeña semilla, sembrada por Uruguay a finales de 2013: la legalización de la marihuana ha comenzado a tener eco en América Latina, pese a que en la región, que lucha contra el narcotráfico, algunos países se niegan a escuchar o a conversar sobre el tema. “Alguien tiene que ser el primero, porque estamos perdiendo la batalla contra las drogas y la criminalidad en el continente”, dijo el presidente uruguayo, José Mujica, al presentar su audaz idea.
Un año después de la ley que ha convertido al país en el único en el mundo en producir marihuana de forma regulada, su venta en farmacias aún está a la espera. Según la Junta Nacional de Drogas (JND), el país de 3,3 millones de habitantes ya tiene mil 300 autocultivadores inscritos y seis clubes formados de hasta 45 usuarios cada uno.
Sus vecinos están intrigados: “Como Uruguay aún no ha sufrido grandes consecuencias negativas, en términos de relaciones internacionales, política externa, sanciones o rechazo interno, se ha vuelto una opción a considerar para otros países”, explica John Walsh, analista del “think tank” Oficina de Washington para América Latina.
“El caso de Uruguay llevó a varios países a considerar, cuando menos, dar algunos pasos en esa dirección”, señaló Pien Metaal, experta del Centro de estudios del Instituto Transnacional, en Amsterdam. “No hay vuelta atrás. (El genio) ya salió de la lámpara mágica y no hay forma de volver a hacerlo entrar”.
A fines de octubre, Chile se convirtió en el primer país de la región en permitir el cultivo marihuana con fines terapéuticos, aunque se la sigue considerando una droga dura. Un proyecto de ley busca despenalizar su cultivo para uso personal. En Colombia el Parlamento debate un proyecto para su uso médico que cuenta con el apoyo del presidente de centroderecha, Juan Manuel Santos.
En Argentina, un proyecto de ley defendido por el secretario general de la presidencia, Aníbal Fernández, aspira a despenalizar el cultivo para uso personal, pero el gobierno se opone. El texto también incluye la despenalización del consumo y su uso terapéutico. De cualquier manera, en varios países de la región, la posesión de droga para uso personal no está penalizada.
Ejemplo de Estados Unidos
Además de Uruguay, otro caso emblemático más al norte puede inspirar a la región: el de Estados Unidos. Instigador y financista de “la guerra contra las drogas” (terminología heredada del presidente Richard Nixon) en el continente, el país tomó para sí mismo iniciativas más suaves.
En Estados Unidos, cuatro estados tienen el cannabis recreativo regulado (Washington, Colorado, Alaska, Oregon) y 23 lo legalizaron para usos medicinales. “Le quita cierta credibilidad (a Estados Unidos) a la hora de dictar a los países de América Latina -como han hecho en las últimas décadas- cómo han de definir ciertas metas en sus políticas de drogas”, subraya Pien Metaal.
Después de defender la prohibición, “es momento de que Estados Unidos muestre coherencia con los países de la región, y deje de predicar fuera lo que no puede sostener dentro”, apuntó el chileno Eduardo Vergara, director del centro de análisis Asuntos del Sur.
Pero “la región está dividida” y a algunos países latinoamericanos todavía les cuesta aceptar la idea, sostuvo. “La legalización de las drogas no está hoy en la agenda”, declaró recientemente el ministro brasileño de Justicia, José Eduardo Cardozo, a pesar de que se hayan presentado proyectos de ley en esa dirección.
La misma posición se ha registrado en Nicaragua, Panamá, México, Costa Rica, Venezuela y Perú. Algunos defienden la legalización, como los expresidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y de México, Vicente Fox.
Asimismo, se reclama un nuevo acercamiento en la región, primera productora mundial de cocaína y víctima de la violencia ligada al narcotráfico. La vía represiva “ha fracasado”, opinó el presidente colombiano. “Un fracaso total”, dijo por su lado su par ecuatoriano, Rafael Correa. Bajo el liderazgo de Colombia, de México y de Guatemala, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sostendrá una sesión especial en 2016 para discutir el tema.
Pero mientras en Estados Unidos la legalización de la marihuana es impulsada por un movimiento de masas, el cambio va a tomar más tiempo en América Latina. “Hay escepticismo en la opinión pública de América Latina: la gente puede no estar satisfecha con la guerra contra las drogas, pero tiende a ver la legalización como permisiva y derrotista”, y éste es el caso de Uruguay, señala John Walsh.
Fuente: AFP/MYO