Incluso en idiomas tan lejanos como el swahili, el tagalo o el bantú, la "gracia del perdón" se otorga en más de 50 lenguas en el parque del Retiro de Madrid, convertido estos días, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), en un gran centro de confesiones a las que hoy se sumó el papa.
Junto a los 200 improvisados confesionarios alineados entre arboledas cuelgan los carteles en los que se anuncia a los fieles que pueden descargar sus conciencias en español, italiano, francés, inglés y polaco, pero también en marathy y konkani (de la India), en vietnamita o en binisaya (Filipinas).
Ante el éxito logrado, entre peregrinos y ciudadanos, por la denominada "Fiesta del perdón", que comenzó el pasado martes, Benedicto XVI dedicó unos minutos de su apretada agenda para confesar durante media hora a cuatro jóvenes (dos chicos y dos chicas).
De esa manera, el santo padre se unió a la larga lista de más de 4.000 curas voluntarios que atienden desde el comienzo de la JMJ los problemas, dudas e inquietudes de cientos de personas.
"No sólo se confiesan los jóvenes, sino también familias enteras, enfermos y discapacitados", explicó a Efe el sacerdote mexicano Luis Ignacio Núñez.
El padre Núñez, que imparte el perdón en castellano e italiano durante dos horas diarias, asegura que desde que comenzó "no ha parado".
"Fíjate que me traje un libro para leer entre confesión y confesión y no he podido", dice.
El sacerdote afirma que "todo joven que se acerca lo hace con el deseo inmenso de ganar la indulgencia plenaria, que el Vaticano y la archidiócesis de Madrid ha decidido otorgar para ayudarles a iniciar un nuevo camino".
"Algunos hacen una confesión general, otros más cercana, y los hay también que simplemente quieren vivir la gracia del perdón, pero en general te piden consejo. La gente viene con un ansia enorme de crecer. Buscan el cambio para llevar una vida mejor", señala.
Las palabras del padre Núñez las suscribe la colombiana Diana Patricia, para quien la experiencia de confesarse en la JMJ ha sido "enriquecedora y tranquilizadora".
"A los jóvenes nos sirve para que el señor nos muestre la luz que debemos seguir en un mundo que está un poco descarrilado. Estamos pidiendo mucho consejo y esperanza para ver el futuro más claro, con mayores oportunidades de familia, trabajo o educación", explica.
Junto a ella, Victoria, peregrina procedente de Buenos Aires, asegura que los 200 confesionarios que ocupan el Paseo de Coches del parque madrileño "han permitido que se abran a la confesión no sólo los peregrinos, sino también la gente de Madrid".
"Yo, personalmente, me he confesado y he podido arrepentirme de verdad de las cosas que he hecho. Decidir si han sido más o menos malas lo dejo en manos de Dios", añade sonriente.
El número de asistentes a la "Fiesta del perdón" ha sufrido un importante incremento en los últimos días.
"Sobre todo desde que muchos ciudadanos supieron que, además de los peregrinos, también ellos podían participar", explica Santiago Martínez, un profesor universitario que trabaja como voluntario de la JMJ.
Como él, un numeroso equipo de voluntarios se encarga de orientar a los fieles y de entregarles un pequeño libro con oraciones e indicaciones para realizar una correcta confesión.
Martínez asegura que, gracias a esta iniciativa, incluso hay personas que hacía años que no se habían confesado y que se ahora se han animado a hacerlo.
"El ambiente es estupendo, impresionante. Aquí se siente algo especial. No se como explicarlo, pero es como si estuviera pasando algo muy grande", afirma emocionado. EFE
Junto a los 200 improvisados confesionarios alineados entre arboledas cuelgan los carteles en los que se anuncia a los fieles que pueden descargar sus conciencias en español, italiano, francés, inglés y polaco, pero también en marathy y konkani (de la India), en vietnamita o en binisaya (Filipinas).
Ante el éxito logrado, entre peregrinos y ciudadanos, por la denominada "Fiesta del perdón", que comenzó el pasado martes, Benedicto XVI dedicó unos minutos de su apretada agenda para confesar durante media hora a cuatro jóvenes (dos chicos y dos chicas).
De esa manera, el santo padre se unió a la larga lista de más de 4.000 curas voluntarios que atienden desde el comienzo de la JMJ los problemas, dudas e inquietudes de cientos de personas.
"No sólo se confiesan los jóvenes, sino también familias enteras, enfermos y discapacitados", explicó a Efe el sacerdote mexicano Luis Ignacio Núñez.
El padre Núñez, que imparte el perdón en castellano e italiano durante dos horas diarias, asegura que desde que comenzó "no ha parado".
"Fíjate que me traje un libro para leer entre confesión y confesión y no he podido", dice.
El sacerdote afirma que "todo joven que se acerca lo hace con el deseo inmenso de ganar la indulgencia plenaria, que el Vaticano y la archidiócesis de Madrid ha decidido otorgar para ayudarles a iniciar un nuevo camino".
"Algunos hacen una confesión general, otros más cercana, y los hay también que simplemente quieren vivir la gracia del perdón, pero en general te piden consejo. La gente viene con un ansia enorme de crecer. Buscan el cambio para llevar una vida mejor", señala.
Las palabras del padre Núñez las suscribe la colombiana Diana Patricia, para quien la experiencia de confesarse en la JMJ ha sido "enriquecedora y tranquilizadora".
"A los jóvenes nos sirve para que el señor nos muestre la luz que debemos seguir en un mundo que está un poco descarrilado. Estamos pidiendo mucho consejo y esperanza para ver el futuro más claro, con mayores oportunidades de familia, trabajo o educación", explica.
Junto a ella, Victoria, peregrina procedente de Buenos Aires, asegura que los 200 confesionarios que ocupan el Paseo de Coches del parque madrileño "han permitido que se abran a la confesión no sólo los peregrinos, sino también la gente de Madrid".
"Yo, personalmente, me he confesado y he podido arrepentirme de verdad de las cosas que he hecho. Decidir si han sido más o menos malas lo dejo en manos de Dios", añade sonriente.
El número de asistentes a la "Fiesta del perdón" ha sufrido un importante incremento en los últimos días.
"Sobre todo desde que muchos ciudadanos supieron que, además de los peregrinos, también ellos podían participar", explica Santiago Martínez, un profesor universitario que trabaja como voluntario de la JMJ.
Como él, un numeroso equipo de voluntarios se encarga de orientar a los fieles y de entregarles un pequeño libro con oraciones e indicaciones para realizar una correcta confesión.
Martínez asegura que, gracias a esta iniciativa, incluso hay personas que hacía años que no se habían confesado y que se ahora se han animado a hacerlo.
"El ambiente es estupendo, impresionante. Aquí se siente algo especial. No se como explicarlo, pero es como si estuviera pasando algo muy grande", afirma emocionado. EFE