“¿Quieres pasarte el resto de tu vida vendiendo agua con azúcar, o quieres cambiar el mundo?”. Steve Jobs, el fundador de Apple, era un gran aficionado a las frases lapidarias, y con esta convenció al entonces presidente de Pepsi para que dejara su trabajo y le ayudara a gestionar su compañía. John Sculley decidió que ya no quería seguir vendiendo agua azucarada, y durante su presidencia (1983-1993) consiguió que Apple pasara de facturar 800 a 8.000 millones de dólares (de 640 a 6.400 millones de euros) pero, también, que Steve Jobs fuera despedido, y por esta circunstancia es tristemente recordado en el mundo de los negocios en Silicon Valley.
El despido le sentó bien a Jobs, que aprovechó para ganar un Oscar con Pixar, inventar el ordenador desde el que se creó la world wide web y, finalmente, volver a Apple, donde se consagró como el genio que reinventó el consumo de la música digital (con el iPod) y el teléfono (con el iPhone). Esta semana, en Dublín, John Sculley ha venido a reivindicar su trocito de protagonismo en la historia de la tecnología, y a sacarse una espina que, 30 años después, aún le duele.
Sculley recuerda las conversaciones que mantenía con Jobs y Bill Gates, el fundador de Microsoft, a principios de los años 80, y asegura: “Los dos eran muy distintos, pero coincidían en una cosa: ambos querían cambiar el mundo a través de la informática personal, querían que los ordenadores estuvieran a disposición de todos los ciudadanos. Yo ni siquiera sabía de qué estaban hablando. Y puedo asegurarles que en ningún momento pensaban en hacerse ricos”.“Yo no despedí a Steve Jobs”, se apresura a aclarar ante los 20.000 asistentes al Web Summit, una conferencia que estos días reúne en la capital irlandesa a las principales firmas del mercado de la tecnología, y a centenares de start-ups que aspiran a serlo. A sus 75 años, Sculley viste con vaqueros y zapatillas, el uniforme oficial de los emprendedores de este sector desde que lo hiciera popular el propio Jobs. “Cuando llegué a Apple, él tenía 20 años y ninguna experiencia en gestión”, recuerda Sculley, entrevistado frente a la audiencia del Web Summit por el periodista de The New York Times David Carr. “Después de que se fuera, porque yo no le despedí”, insiste, “conseguí que la compañía facturara miles de millones más, pero aún así me despidieron a mí. Así son las cosas”, dice, sonriendo. “Perder a un fundador es devastador para una compañía, y más uno como Steve. No siempre fue un gran gestor, pero siempre fue extraordinariamente brillante”, reconoce.
¿Por qué Steve Jobs es la figura más influyente de los últimos 30 años en este sector? “No era un ingeniero”, explica Sculley, “era más que eso. Era un creador. Un diseñador. Él sabía conectar todos los puntos que llevaban a Apple a crear grandes productos”.
Sculley dirige desde 2007 Zeta Interactive, una compañía dedicada al mercado de los datos, y está a punto de publicar su nuevo libroMoonshot, sobre esos momentos que han definido la historia de la teconología, como el lanzamiento del Apple II, la creación de la world wide web o la puesta en marcha de Google. “Pero esta vez no necesitamos el genio de gente como Jobs, Tim Berners-Lee, Sergei Brin o Larry Page; con todos los dispositivos que nos rodean conectados gracias a la nube y a la internet de las cosas, la creación de nuevas aplicaciones es cada vez más sencilla y barata. Esta vez es cosa de todos”.Según la brillante biografía de Jobs escrita por Walter Isaacson, el fundador de Apple fue despedido por el Consejo de Administración de la compañía debido a sus múltiples problemas de egocentrismo e indisciplina. Sculley le advirtió repetidas veces de que su actitud estaba acabando con la paciencia del Consejo, pero Jobs nunca creyó que nadie tuviera la osadía de echarle de su propia empresa. Cuando finalmente ocurrió, Jobs culpó directamente al ejecutivo de Pepsi que él había contratado. “Nunca me perdonó”, reconoce ahora Sculley. “Apple era su vida, y estaba herido. Su despido fue muy doloroso, y nunca volvimos a hablar de ello”, explica Sculley, que, en cualquier caso, solo tiene para Jobs palabras que reflejan una inmensa admiración. “Era un visionario, alguien que estaba 20 años por delante de cualquiera de nosotros. Mucha gente no lo sabe pero en 1984 ya estaba pensando en un teléfono. Era ambicioso, y brillante, y tenía un inmenso talento”.
Sculley también asesora a una docena de emprendedores en Silicon Valley. “Les doy mi opinión sobre sus negocios, les abro algunas puertas, les ayudo a buscar financiación…” Pero, preguntado por EL PAÍS tras su intervención, reconoce que aún no ha encontrado al próximo Jobs: “No, aún no he conocido a nadie como él. Tiene que ser una persona con visión, inteligente, curiosa…”. Y tras reflexionar unos segundos, añade: “Podría ser una mujer. En mi época, las mujeres solo podían aspirar a ser profesoras, enfermeras o bibliotecarias. Ahora hay muchísimo talento oculto entre las mujeres del mundo de la tecnología; hay muchas mujeres inteligentes y con visión, y técnicamente están muy bien preparadas”. Y añade, sonriendo: “Quizá esté aquí. Solo espero encontrarme con ella”EL PAIS