(AVN) - El 6 de diciembre de 1998 se celebraron elecciones presidenciales en Venezuela, en las que, con determinación, el pueblo le otorgó el triunfo a Hugo Chávez, quien obtuvo 56,20% de los votos, superando con un amplio margen a sus más cercanos contendores: Henrique Salas Römer (39,97%) e Irene Sáez (2,82%).
Chávez fue nombrado como candidato del Movimiento V República (MVR) a mediados de 1997, para entonces no alcanzaba ni siquiera el 10% de la preferencia en los electores, situación que da un giro una vez iniciada sus visitas a ciudades y pueblos del país, en febrero de 1998.
De manera acelerada el candidato oriundo de Sabaneta, Barinas, comienza a sumar pueblo de manera sostenida. Crece el apoyo de partidos tradicionales y actores privados para los otros aspirantes a la primera magistratura, quienes inicialmente no lo veían como contrincante fuerte, pues Sáez era quien lideraba las mediciones de opinión.
¡Con Chávez manda el pueblo! Con esa consigna y con la propuesta de una Asamblea Constituyente comenzó Chávez a recorrer el país. Sus mitín eran cada vez más concurrido. Boinas rojas y el tricolor nacional resaltaban en el río de gente.
Los seis meses previos a la contienda electoral, Chávez desplaza a los otros candidatos y toma la delantera en las encuestas. La popularidad de Irene Sáez declinó, cuyo desenlace llegó a su pico 15 días antes de las elecciones, cuando Copei anunció el retiro del apoyo. Lo propio hizo Acción Democrática con Luis Alfaro Ucero. Ambos apoyos le fueron endosados a Salas Römer.
Pese a ese quiebre y la sumatoria de apoyo de Römer, Chávez gana por una ventaja de un millón 60.524 votos, causándole una derrota histórica al bidipartidismo adeco-copeyano, que se mantuvo por más de cuatro décadas y que ese mismo día quedó enterrado la degeneración política y moral.
Las elecciones presidenciales de 1998 fueron el preludio a las tomas de decisiones que se harían en lo sucesivo en el país, con previa consulta al pueblo. Se escribió, como lo dijo Chávez unos días antes de esas elecciones, “una historia imborrable” y de transformaciones sociales que se hacían necesarias.