La continuidad y el éxito del pacto preliminar alcanzado con Irán sobre su programa nuclear está, paradójicamente, en las manos demócratas del Congreso, legisladores que se debaten entre ser fieles al presidente Barack Obama o a sus intereses de larga data con el siempre influyente Israel.
El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el republicano Bob Corker, ha presentado un texto legislativo con el que los conservadores pretenden obligar a la Casa Blanca a que el pacto que se alcance con Irán pase por la supervisión del Capitolio, algo que podría hacerlo tambalear.
Desde que Obama iniciara su periplo diplomático con Teherán, de la mano del resto de países integrantes del G5+1 (EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y Francia, más Alemania), muchas voces en el Congreso estadounidense se han alzado contra las negociaciones, tanto de conservadores como de republicanos.
El propio secretario de Estado, John Kerry, tuvo que desplazarse personalmente al Capitolio en más de una ocasión para convencer a los legisladores para que no aprobasen nuevos paquetes de sanciones en medio de los diálogos con Irán, ya que hubieran puesto en serio peligro el éxito del proceso.
Una vez alcanzado este primer acuerdo entre las partes, hace apenas unos días, el Congreso estadounidense, ahora de absoluta mayoría republicana, quiere intervenir en la decisión y muchos, incluso, obligar a que su consentimiento sea una condición "sine qua non".
Esa es precisamente la esencia de la legislación de Corker, la cual será sometida a votación ya esta semana en el comité que preside para comenzar su proceso de consideración en la cámara alta al regreso del receso de Pascua.
Sin embargo, pese a contar con mayoría suficiente para su aprobación final, los 54 senadoresrepublicanos necesitan el apoyo de los demócratas, primero para superar la fase de procedimiento -para la que se necesitan 60 votos- y, en última instancia, para conseguir los 67 mínimos que eviten el veto a la ley al que Obama tiene derecho.
Así, los demócratas, primero en el Senado, pero también en la Cámara de Representantes, se encuentran en una compleja encrucijada, ya que muchos de ellos han recibido el respaldo de Israel y de los lobbies judíos para sus campañas.
Aunque Obama no haya dado la espalda a Jerusalén, sí ha dejado claras sus diferencias respecto al plan nuclear iraní con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien hace apenas un mes ofreció un discurso ante la sesión conjunta del Congreso para convencer a los legisladores del error que, a su juicio, supone el acuerdo.
Como explicó a Efe Donna Hoffman, profesora de Ciencia Política en la Universidad Northern Iowa, aún no está claro cuál será el texto definitivo del proyecto de Corker, ya que ante esta situación los propios demócratas del Senado quieren someterlo a enmiendas la próxima semana.
"El miedo de la Casa Blanca es que el movimiento en el Congreso sobre el proyecto de ley afecte a las negociaciones. Muchos en el Senado quieren asegurarse de que el Congreso esté involucrado en cualquier acuerdo que implique levantar las sanciones" que ellos mismos han impuesto, agrega Hoffmann.
Y es que el paso dado en Lausana (Suiza) hacia un acuerdo base no supone un éxito definitivo, ya que las partes deben cerrar los aspectos técnicos antes de junio para poder concluir los diálogos y llegar a un punto común.
Mientras tanto, esta misma semana, uno de los demócratas más influyentes de la cámara alta, Charles Schumer, quien se postula como el próximo líder del partido cuando en 2016 se retire el senador Harry Reid, ya ha manifestado que respaldará la propuesta republicana.
"Ciertamente hay una posibilidad de que la ley final pueda pasar con una mayoría a prueba de veto, pero eso dependerá de cómo sea el texto final y de si la Casa Blanca es capaz de influir con la fuerza suficiente en las demandas individuales que van a hacer los demócratas del Senado" para conseguir su apoyo, consideró la experta.
De un modo u otro, lo que parece imposible es que el Legislativo estadounidense gobernado por los conservadores se vaya a quedar de brazos cruzados ante el acuerdo iraní, un logro diplomático que, de concretarse, sin duda formaría parte de la rúbrica y legado de Obama cuando concluya su mandato.
El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el republicano Bob Corker, ha presentado un texto legislativo con el que los conservadores pretenden obligar a la Casa Blanca a que el pacto que se alcance con Irán pase por la supervisión del Capitolio, algo que podría hacerlo tambalear.
Desde que Obama iniciara su periplo diplomático con Teherán, de la mano del resto de países integrantes del G5+1 (EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y Francia, más Alemania), muchas voces en el Congreso estadounidense se han alzado contra las negociaciones, tanto de conservadores como de republicanos.
El propio secretario de Estado, John Kerry, tuvo que desplazarse personalmente al Capitolio en más de una ocasión para convencer a los legisladores para que no aprobasen nuevos paquetes de sanciones en medio de los diálogos con Irán, ya que hubieran puesto en serio peligro el éxito del proceso.
Una vez alcanzado este primer acuerdo entre las partes, hace apenas unos días, el Congreso estadounidense, ahora de absoluta mayoría republicana, quiere intervenir en la decisión y muchos, incluso, obligar a que su consentimiento sea una condición "sine qua non".
Esa es precisamente la esencia de la legislación de Corker, la cual será sometida a votación ya esta semana en el comité que preside para comenzar su proceso de consideración en la cámara alta al regreso del receso de Pascua.
Sin embargo, pese a contar con mayoría suficiente para su aprobación final, los 54 senadoresrepublicanos necesitan el apoyo de los demócratas, primero para superar la fase de procedimiento -para la que se necesitan 60 votos- y, en última instancia, para conseguir los 67 mínimos que eviten el veto a la ley al que Obama tiene derecho.
Así, los demócratas, primero en el Senado, pero también en la Cámara de Representantes, se encuentran en una compleja encrucijada, ya que muchos de ellos han recibido el respaldo de Israel y de los lobbies judíos para sus campañas.
Aunque Obama no haya dado la espalda a Jerusalén, sí ha dejado claras sus diferencias respecto al plan nuclear iraní con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien hace apenas un mes ofreció un discurso ante la sesión conjunta del Congreso para convencer a los legisladores del error que, a su juicio, supone el acuerdo.
Como explicó a Efe Donna Hoffman, profesora de Ciencia Política en la Universidad Northern Iowa, aún no está claro cuál será el texto definitivo del proyecto de Corker, ya que ante esta situación los propios demócratas del Senado quieren someterlo a enmiendas la próxima semana.
"El miedo de la Casa Blanca es que el movimiento en el Congreso sobre el proyecto de ley afecte a las negociaciones. Muchos en el Senado quieren asegurarse de que el Congreso esté involucrado en cualquier acuerdo que implique levantar las sanciones" que ellos mismos han impuesto, agrega Hoffmann.
Y es que el paso dado en Lausana (Suiza) hacia un acuerdo base no supone un éxito definitivo, ya que las partes deben cerrar los aspectos técnicos antes de junio para poder concluir los diálogos y llegar a un punto común.
Mientras tanto, esta misma semana, uno de los demócratas más influyentes de la cámara alta, Charles Schumer, quien se postula como el próximo líder del partido cuando en 2016 se retire el senador Harry Reid, ya ha manifestado que respaldará la propuesta republicana.
"Ciertamente hay una posibilidad de que la ley final pueda pasar con una mayoría a prueba de veto, pero eso dependerá de cómo sea el texto final y de si la Casa Blanca es capaz de influir con la fuerza suficiente en las demandas individuales que van a hacer los demócratas del Senado" para conseguir su apoyo, consideró la experta.
De un modo u otro, lo que parece imposible es que el Legislativo estadounidense gobernado por los conservadores se vaya a quedar de brazos cruzados ante el acuerdo iraní, un logro diplomático que, de concretarse, sin duda formaría parte de la rúbrica y legado de Obama cuando concluya su mandato.
EFE