La comunidad catalana de México, la mayoría hijos y nietos de exiliados republicanos, ha seguido las elecciones autonómicas desde un salón grande de la institución cultural del Orfeó Català, en la capital del país. Casi todos han llegado con la esperanza de celebrar juntos un paso más para la independencia. Mientras esperan el recuento, en la mesa se sirve el plato estrella: butifarra.
“Es una jornada histórica para Cataluña y todos los que vivimos en el extranjero. Los pocos que pudieron votar desde aquí hasta se hacían selfies”, cuenta Sergi Marzabal, de 46 años, fundador de la página decatalansalmon.com (catalanes en el mundo). Marlene Fautsch, de unos 30, resume el principal motivo del independentismo a este lado del océano: “Para nosotros se trata de la conclusión de una lucha que iniciaron nuestros familiares. Es un día de fiesta, se logre el objetivo o no, porque lo más importante es que hemos podido decidir”.
Mireia Viladevall, de 50 años, reconoce que se hizo independentista por "tocar las narices”. Aunque sus padres, catalanes como ella, llegaron a México tras la Guerra Civil española con la ilusión de ver algún día una Cataluña independiente, con los años han ido moderando su postura. Ella, sin embargo, la ha mantenido.Aunque la mayoría ha vivido más tiempo aquí que donde señala su “otro” pasaporte, en todo el edificio solo se escucha la lengua de sus abuelos. Uno de los pocos que habla español es el analista político de la jornada, un vasco que ejerce además de asesor de Evo Morales. Katu Arkonada va interpretando los primeros recuentos electorales a un público que escucha pero no mira. Solo la mesa de los mayores parece prestarle atención. El resto permanece pegado a su teléfono celular.
Rafael Vidal i Anglès, presidente del Orfeó Català, una institución con más de 100 años de historia, donde se refugió el 70% del Parlamento catalán cuando Franco tomó el poder, explica orgulloso que el germen de la catalanidad se gestó en México cuando en España no se podía. Destaca que en estos últimos años ha habido un acercamiento de los mexicano-catalanes hacia lo que está pasando allí. Una proximidad que ha revivido la emoción que tenían sus familiares exiliados. El objetivo de la comida que ha organizado el Orfeó es un paso más para estrechar el océano: “Es una manera de sentirnos parte de lo que está viviendo nuestra gente y de hacerlo desde nuestra casa catalana en México”.
A las puertas del salón hay una urna improvisada de cartón y varios montones de papeletas. Cada asistente va dejando su voto de manera simbólica. Algunos lo han podido hacer en la embajada, pero son los menos. De los 10.343 que están registrados en el CERA ( censo electoral de residentes ausentes) han votado 150. En el referéndum del 9 de noviembre del año pasado lo hicieron 600. En aquella consulta sólo era necesario el DNI.
La expectación cesa conforme avanza el recuento. Muchos llegan directamente a la hora de comer, cuando hace más de dos horas que cerraron los colegios electorales. Porque además de las elecciones, la promesa este domingo era la butifarra. Lo que puede que algunos no supieran es que el embutido no nació en Cataluña, sino que, como la mayoría de ellos, es mexicano.EL PAIS