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lunes, 22 de agosto de 2011

AFP: El coronel Gadafi, desafiante y pugnaz hasta el final

(AFP) - El coronel Muamar Gadafi, fiel a su reputación de individuo pugnaz y desafiante, ignoraba los llamados a rendirse de la comunidad internacional y de los rebeldes y se aferraba este lunes a lo que le resta de poder tras la entrada de los insurgentes en su feudo de Trípoli.

Tras haber gobernado Libia con mano de hierro durante 42 años, el coronel libio está a punto de convertirse en el tercer dirigente árabe derrocado desde el inicio de la “primavera árabe”, siguiendo los pasos del tunecino Zine al Abidine Ben Ali y el egipcio Hosni Mubarak.

Pero de momento sigue en paradero desconocido, aunque acosado por la rebelión. El Pentágono aseguró que aún se encuentra en Libia.

Perseguido por la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad cometidos en su país desde el inicio de la rebelión el 15 de febrero, el coronel calificó de “ratas” durante todo el conflicto a los rebeldes libios.

Gadafi, el más veterano dirigente árabe y africano, nació -según su propia leyenda- en una tienda beduina en el desierto de Sirte en 1942 en una familia de pastores de la tribu de los Gadafa. Recibió una educación religiosa rigurosa y se enroló en el ejército en 1965.

El 1 de septiembre de 1969, a la edad de 27 años, lideró el golpe de Estado que depuso, sin derramamiento de sangre, al viejo rey Idris.

En 1977, proclamó la “Jamahiriya”, que definió como una “República de Masas” gobernada por medio de comités populares electos, y se atribuyó el título de “Guía de la Revolución”.

Su estilo de vida, sus atuendos tradicionales, su manera caprichosa de ejercer el poder en este inmenso y rico país petrolero, poco poblado, resultaron incongruentes e imprevisibles para los occidentales, y también para los árabes.

Con una sahariana caqui, uniforme militar engalanado con dorados, o con “gandura”, la túnica de los beduinos, a Gadafi le gustaba recibir en una tienda, en Sirte o en el patio de su residencia-cuartel de Bab el Aziziya, en el centro de Trípoli.

Este seductor apreciaba la compañía femenina y con frecuencia se presentaba rodeado de mujeres con uniforme militar, sus “amazonas”. Se alimentaba de forma frugal, sobre todo con leche de camella.

Personaje teatral, solía distinguirse por actos y palabras que divertían a la gente, pero también lanzó afrentas contra sus homólogos árabes o elaboró teorías muy personales sobre la historia y los hombres.

En una cumbre árabe, en 1988, llevó un guante blanco sólo en la mano derecha y explicó que quería de ese modo evitar estrechar “manos manchadas de sangre”.

Su Libro Verde, que instituyó la “Jamahiriya”, afirma que la democracia no puede crearse desde las urnas: “Las elecciones son una mascarada”, afirmó.

Gadafi declaró su admiración por Gamal Abdel Naser, por su nacionalismo panárabe, y varias veces expresó su simpatía por Mao, Stalin y Hitler.

Durante décadas, fue acusado de brindar apoyo a grupos terroristas y usar los ingresos petroleros para financiar rebeliones en África y otros continentes.

En 1986, escapó a un bombardeo estadounidense en el que murió uno de sus nueve hijos.

Gadafi se convirtió en un paria internacional tras ser vinculado al atentado contra un avión norteamericano en el cielo de Lockerbie, Escocia (270 muertos en 1988) y contra un avión francés en Níger (170 muertos en 1989).

Pero, para sorpresa de todos, en 2003 aceptó pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas y anunció que renunciaba a cualquier tipo de vínculo con actividades terroristas, así como el desmantelamiento de sus programas secretos de armas de destrucción masiva.

Esos gestos le permitieron reconciliarse con Occidente. Fue recibido con honores en París en 2007 y en Roma en 2010.

En febrero de 2009, fue elegido presidente de la Unión Africana.

Más recientemente, consiguió doblegar a Suiza, que le pidió disculpas por la detención de su hijo Hannibal en Ginebra por agredir a personal de servicio doméstico. Y también logró recibir triunfalmente en su país a Abdelbaset al Megrahi, el libio condenado por el atentado de Lockerbie, liberado por Escocia por razones de salud, para gran enfado de Washington y Londres.