John Jairo Velásquez, alias Popeye, afirma que en 1984 fueron entregados 30
millones de dólares a los jueces de la Audiencia Nacional y miembros del
Gobierno español para frenar dos extradiciones.
El jefe de los sicarios de Pablo Escobar, el mítico capo del desaparecido
cartel de Medellín, Popeye habló con Salud Hernández en un pequeño pabellón de
la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, a 130 kilómetros de Bogotá, que
comparte con otros dos peligrosos reclusos.
Lleva 20 años preso y aún le faltan otros 18 meses para recobrar la
libertad.
Pero, antes de salir y según la periodista de ‘El Mundo’, busca rescatar de
su memoria todo lo que vivió en los años en que la mafia colombiana era capaz de
arrodillar al Estado, una de sus revelaciones más importantes tiene que
ver con la ETA y el trabajo que hizo para los narcotraficantes de algún
asesino destacado de la banda.
“El terrorista llegó a Colombia en 1986, cuando ya había estallado la guerra
de Escobar contra el cartel de Cali y comenzaba el narcoterrorismo, una de las
etapas más sanguinarias de la nación sudamericana”, reportó la página Periodista
Latino.
“Al instructor le llamaban Miguelito, un hombre bien
presentado, no usaba desodorante que para nosotros es muy llamativo,
blanco, de 1.72 metros de estatura, 42 años, gordito, inteligente, muy bien
hablado, jovial”, detalló.
“Al etarra le contrataron por medio millón de dólares, según la versión de
Popeye, porque hizo amistad con uno de los principales jefes del cartel de
Medellín, Jorge Luis Ochoa, cuando estuvo recluido en España. Corría el año
1984″, explicó.
La situación finalizó mal para Miguelito, al que atraparon prestando
servicios para el cartel rival de Cali y al que descuartizaron y
tiraron al río, refirió Popeye.