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martes, 7 de agosto de 2012

ECONOMIA


Standard Chartered se desploma en Bolsa tras ser acusado de trabajar para Irán

Las acciones del banco británico Standard Chartered se están desplomando este martes en la Bolsa de Londres tras ser acusado por las autoridades de Nueva York de que trabajar para Irán, lo que podría acarrearle la pérdida de la licencia para operar en Wall Street. La comisión de valores del principal mercado estadounidense asegura que durante casi diez años, el banco “conspiró con el Gobierno de Irán y escondió a los reguladores cerca de 60.000 transacciones secretas, que suponían al menos 250.000 millones de dólares, y que le surtieron unos beneficios de cientos de millones de dólares en comisiones".
En un informe, la institución acusa a uno de los mayores bancos de Reino Unido de haber violado las leyes de EE UU, que restringen las transacciones con entidades iraníes debido al peligro de estar apoyando el programa nuclear de ese país con objetivos militares encubiertos. De hecho, el responsable del departamento, el ex fiscal de Benjamin Lawsky, llega a acusar a la entidad de operar como una "institución canalla". Tras el anuncio del expediente, Standard Chartered se convierte en el sexto banco extranjero investigado por trabajar con países sancionados. Tres de ellos han sido británicos.
Tras publicarse que podría quedarse sin licencia para operar en Nueva York, sus acciones han perdido esta mañana un 20% de su valor, con lo que sus títulos se mueven sobre las 1.166 libras frente al precio de 1.470 libras al que cerraron el lunes, cuando se dejó un 6,2%. En total, el escándalo ha volatilizado 15.000 millones de su capitalización.
El Departamento de Servicios Financieros argumenta que, con sus “maquinaciones”, Standard Chartered ha expuesto el sistema bancario de EE UU a los terroristas, traficantes de drogas y a los países corruptos. Desde Londres, el banco se mostró sorprendido por la declaración, ya que asegura que lleva en conversaciones con los reguladores de Estados Unidos durante el último año. Además, asegura que "no cree que la orden emitida por el Departamento presente una imagen completa y precisa de los hechos". Asimismo, sostiene que “cumple” con la regulación y ha anunciado que defenderá su actuación. Lawsky ha solicitado ahora a Standard Chartered que dé sus explicaciones y le ha ordenado que aporte a un consultor externo para vigilar sus transacciones.
Pese a esta opinión, la pérdida de la licencia para operar en Nueva York sería un golpe devastador para un banco extranjero, ya que le cortaría el acceso directo a EE UU. En este sentido, Standard Chartered mueve unos 190.000 millones de dólares todos los días, según cifras del regulador.
Para argumentar sus acusaciones, las autoridades estadounidenses han revelado unas conversaciones internas fechadas en octubre de 2006 en las que un alto funcionario de la entidad, a quien no se identifica, lanzaba un "mensaje de alerta" y advertía de que las operaciones con Irán podían causar "daños catastróficos en la reputación" e, incluso, podrían acarrear "responsabilidades penales". Sin embargo, desde la cúpula del banco en Londres le respondieron: “Quién eres tú para decirnos que no tratemos con los iraníes". Estas palabras denotan, en opinión del Departamento de Servicios Financieros, un "evidente desprecio por las regulación bancaria de Estados Unidos”.
En cuanto a los antecedentes del caso, con este ya son seis los bancos extranjeros acusados de trabajar con países sancionados, tres de los cuales son británicos. Cuatro de ellos, Barclays, Lloyds, Credit Suisse Group y ING Banco han pagado multas por 1.800 millones de dólares para cerrar las investigaciones. HSBC, por su parte, está actualmente bajo investigación.
Además, el caso de supuesta intermediación llego pocas semanas después del escándalo de manipulación de los tipos de interés interbancario (líbor) por el que el regulador neoyorquino impuso una multa de 453 millones de dólares a Barclays. El caso, por el que también están siendo investigados otra media docena de entidades europeas, se saldó con la dimisión de su consejero delegado y su presidente, Bob Diamond y Marcus Agius; así como puso en la picota al conjunto del sector financiero británico, bajo sospecha por las dudas sobre su ética profesional.

REUTERS