Una mujer de 34 años nacionalidad hispano - mexicana quien era comerciante heladera en Viena, Austria obtuvo cadena perpeua luego de que se le enjuiciara por asesinar a su esposo y luego descuartizarlo con una sierra para enterrarlo en un terreno donde tiene su negocio. Dos años después en 2010 realizó el mismo delito con su novio.
A ambos los desmembró con sendas sierras eléctricas de bricolaje. Sepultó todos los restos en la heladería que había puesto en Viena con su primera víctima. El proceso contra Carranza no ha alcanzado las cotas espectaculares de casos como el de Josef Fritzl en 2009, aquél "monstruo de Amstetten" que mantuvo encerrada a su hija en el sótano de su casa durante más de dos décadas, pero la combinación entre mujer joven, parricidio y desmembramiento ha llenado innumerables páginas amarillas y casi tantas horas de emisiones sensacionales durante las casi dos semanas de juicio oral. Si Fritzl era "monstruo", Carranza es "Esti" o "la heladera asesina con cara de ángel". El diario de masas Kronen Zeitung hablaba del "proceso del año".
Estíbaliz Carranza nació en México en 1978. Su padre es mexicano y su madre, alavesa. Hasta en las crónicas más sobrias le pintan una vida fuera de lo común: llegó Berlín muy joven, huyendo de un primer prometido español "que la trataba como a una propiedad". En Alemania trabajó de heladera. Cuenta que también su jefe era tiránico. Se casó en 2002 y marchó a Viena para abrir allí su propio negocio. Adelheid Kastner, psiquiatra forense del caso, explicó que Estíbaliz Carranza es "más inteligente que la media" y que está mentalmente sana. Pero su padre es "hijo del pecado", según su expresión, porque sus progenitores eran primos. La madre es "sumisa y agradecida". La psiquiatra ve aquí explicaciones al comportamiento de la propia Carranza. Dice que busca la felicidad a través de las relaciones personales. Cuando tiene una pareja "se entrega incondicionalmente, esperando que la acepten incondicionalmente". Eeude los enfrentamientos directos. Si se presentan problemas busca soluciones a sus problemas por otras vías.
En el caso de su marido Holger Holz, Carranza dice que era un hombre brutal y "enamorado de las armas", divorciado de una policía "que también le tenía miedo". Se divorció de él, pero "no sabía cómo quitárselo de encima". Un día de abril de 2008 cogió una de sus armas y le disparó por la espalda mientras usaba el ordenador. Explicó Carranza que pasaron días hasta que fue capaz de tocar el cadáver, que permaneció sentado en una silla de acero. Después compró la sierra y lo cortó en unos pedazos que metió en un congelador. Se había enamorado de otro hombre, llamado Alex, que nunca supo nada y que tuvo el buen tino de alejarse de ella completamente cuando terminó su relación. Carranza empezó otra con Manfred Hinterberger, a quién mató en 2010 con la misma baretta de Holz y cuyos restos terminaron haciéndole compañía. Cuando Carranza se tuvo que mudar, llenó el congelador de los cadáveres con cemento y pidió a unos amigos que le ayudaran a transportarlo al sótano de la heladería, donde fueron descubiertos por unos obreros.
Su actual marido, a quien la fiscal llamó "su pareja superviviente", es el padre del niño de diez meses que nació en la cárcel. Los psiquiatras diagnosticaron "anomalías mentales" a Carranza, pero según Christine Salzborn, del Juzgado de lo Penal de Viena, la sentencia es de cárcel. Puede recurrir.
EL PAIS