De la noche mágica de San Siro, a la noche aciaga, muy aciaga, en Pamplona. El Atlético cayó estrepitosamente de lo alto de la tabla con su derrota ante Osasuna (3-0). Lo hizo en un partido en el que fue infiel a los principios futbolísticos que le rigen desde la llegada de Simeone. Por ello, el resultado también fue impropio de los que vienen sucediéndose desde el aterrizaje del argentino. Derrota sin paliativos en un Sadar en el que no han ganado esta temporada ninguno de los tres grandes. Ahora, a pensar en un derbi en el que la recompensa ya no será el liderato en solitario, sino reducir la ventaja adquirida por el eterno rival de tres puntos. Una lástima.
A un equipo que basa buena parte de su éxito en las jugadas a balón parado, no hay nada que pueda herirle más que recibir un gol originado en el laboratorio del contrario. El Atlético encajó el primero, pudieron ser más, de ese modo. Y es que Osasuna decidió neutralizar a su adversario empleando un antídoto tan sencillo como eficaz: las propias virtudes rojiblancas. Un fútbol frontal, reduciendo a la mínima expresión los tiempos para llegar al arco de Courtois, estrategia en los saques de esquina y muchísima intensidad. Un cóctel potenciado por un cuadro colchonero irreconocible durante los que fueron los 45 minutos más desoladores que se recuerdan de la era Simeone.
Al igual que ocurriese en el arranque de San Siro, pero en aquella ocasión Courtois y la fortuna vestían de rayas rojas y blancas, el Atleti se vio superado en los primeros compases del partido como nunca antes en un encuentro liguero. A los cinco minutos, Cejudo ya enganchaba sólo en el segundo tiempo un balón puesto desde el córner para encarrilar el triunfo rojillo. ¿Reacción? Ninguna. Minutos después, Diego erraba en la salida del balón, no estuvo fino el brasileño, para que la jugada derivase en el enésimo saque de esquina y en un apurado despeje de Mario que amenazó el arco propio. Seguidamente, otro córner ponía en apuros a los colchoneros. Y a los 20 minutos, sólo a los 20 minutos, Osasuna ampliaba su ventaja con un exquisito zurdazo de Armenteros después de robar un balón a Juanfran. De este modo, el marcador empezaba a reflejar la sideral distancia en el juego que había entre ambos equipos.
Al igual que en Champions, en aquella ocasión funcionó, Simeone varió su plan inicial, 4-2-3-1, con Diego Costa tirado a la derecha, por un 4-4-2 con el brasileño en punta. Un disparo de este último y una jugada de estrategia que casi acaba enviando Mario a las redes fueron la leve respuesta de un equipo que antes de irse al descanso recibió la cornada definitiva. Un centro de Damiá fue rematado por Roberto Torres entre tres defensores colchoneros. Lo dicho, un baño. Y un serio golpe al planteamiento de un entrenador que había apostado de inicio por Diego o Villa.
El descanso no ejerció de reconstituyente. El Atlético siguió sin parecerse a sí mismo. Simeone concedió a los mismos pupilos que habían errado en el primer acto la oportunidad de redimirse. Únicamente sustituyó al amonestado Mario, que bordeó la expulsión, por Koke. Nada cambió en el arranque. Al menos, por parte rojiblanca, ya que los locales sí bajaron el pistón. En vista de la situación, el argentino sí optó minutos después por acercar más el once colchonero sobre el tapete al que ganó en Valladolid o Milan. Dio entrada a Arda y Raúl García por Diego y Villa. De este modo, el Cholo mostró llevar al extremo eso del partido a partido. Con el encuentro cuesta arriba, dispuso sobre el césped a todos los amonestados, a excepción de Miranda. La apuesta tampoco resultó. Incluso Osasuna, más relajado, merodeó el cuarto. La machada parecía utópica por mucho que durase el encuentro. Si bien dos ex rojillos, Juanfran y Raúl García apuraron las últimas opciones de, al menos, hacer un gol. Noche para olvidar de los colchoneros y ola en El Sadar para los suyos
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