Recuperar la fe en la banca. Ese era este domingo el principal, tal vez el único objetivo del Banco Central Europeo (BCE) y la Asociación Bancaria Europea (EBA), que presentaron en Fráncfort y Londres el resultado de hurgar durante el último año en las tripas del sistema financiero —en un millón y medio de datos— para arrojar algo de luz sobre un sector poco dado a la transparencia y tratar de demostrar que la salud de la banca es mejor de lo que se piensa. Siete años después del arranque de la crisis y tras centenares de miles de millones de euros en ayudas públicas de todo tipo, uno de cada cinco grandes bancos en Europa sigue con problemas. El sector en conjunto ha hecho los deberes en el último año —se ha reforzado con 200.000 millones de euros por su cuenta— y está razonablemente sano, según la foto fija del BCE y la EBA. Pero aun así quedan agujeros: los bancos de la periferia —Grecia, Chipre y Portugal— siguen en dificultades e Italia sustituye a España como principal quebradero de cabeza.
El BCE y la EBA suspendieron a 25 entidades, que deberán levantar casi 10.000 millones en capital en los próximos nueve meses, por debajo de lo que se esperaba (unos 50.000 millones, según Goldman Sachs). El examen despeja incertidumbres, aunque los analistas consideran que no es más que un buen primer paso para un sector que tardará años en digerir los excesos acumulados.
Como siempre cuando se trata de la banca en esta crisis, quedan no pocas zonas oscuras. El BCE, que se convertirá esta semana en el supervisor bancario de la eurozona, no despejó todas las incógnitas sobre el grado de dureza del examen. Tenía una tarea muy complicada: mostrarse lo suficientemente exigente como para no perder credibilidad, y a la vez no traspasar la fina línea que puede desencadenar el regreso de la temida inestabilidad financiera. Y en ese difícil equilibrio, dejó una sensación ambivalente. La mayor parte de los bancos está aparentemente bien. Pero un buen puñado de entidades están en una posición poco confortable. Y, sobre todo, Draghi y compañía trasladaron la presión a Italia: nueve de los 25 bancos suspendidos tienen matrícula italiana.
España necesitó un rescate europeo multimillonario para sanear las tripas de su banca, empachadas de ladrillo tóxico. Y el BCE, con un italiano a los mandos, apunta a la banca italiana, muy debilitada tras década y media de crisis y que prácticamente no ha hecho nada en los últimos tiempos por reparar los desperfectos. Italia es un país rico. Nadie en los mercados espera grandes dificultades para levantar los poco más de 3.300 millones que necesitan sus bancos, siempre que las Bolsas no empiecen a dar disgustos. Pero el examen desnuda las carencias de su sector financiero.
Entre los nueve italianos suspendidos, Monte dei Paschi, el banco más antiguo del mundo, necesita por sí solo más de 2.000 millones de capital. Anoche se especulaba con una fusión para resolver de una vez por todas las complicaciones en un banco metido en mil y un jaleos, a la manera de Bankia antes del rescate español. La sacudida fue este domingo en Roma de tal calibre que el Banco de Italia puso en duda las cifras de recapitalización requeridas, en una actitud que —de nuevo— recuerda a la del Banco de España tras alguna de las pruebas de esfuerzo a las que fue sometida la banca española en los primeros años de la crisis.
El ejercicio deja otras lecturas. Ahí van las fundamentales:
Seis (o siete) datos. Cabe espigar media docena de datos. Suspenden 25 entidades de las 130 analizadas en el examen de calidad de los activos y las pruebas de esfuerzo. El agujero de capital detectado es de 25.000 millones, pero las necesidades se limitan a 10.000 millones porque algunas de las entidades ya se han reforzado. El BCE obliga a la banca a ajustar el valor de sus activos en 48.000 millones. E identifica activos problemáticos por 136.000 millones adicionales. Y desde julio de 2013, los bancos se han reforzado con 200.000 millones, entre capital, ventas de activos y otras jugadas. Por eso la foto no sale peor.
¿Volverá el crédito? El vicepresidente del BCE, Vítor Constâncio, explicó que el examen permite asegurar que el crédito “no va a dificultar la recuperación por restricciones en la oferta”. Sin embargo, los analistas consideran “una ilusión” pensar que los bancos van a abrir el grifo a toda velocidad, según Erik Nielsen, de Unicredito. “El crédito volverá si hay demanda. Y la demanda volverá si hay recuperación”, resume Santiago Carbó, de la Bangor School. “El BCE lleva meses haciendo política monetaria para evitar problemas de oferta en el crédito. Ahora se demuestra que no hay tales problemas: el problema es la demanda. Lo lógico sería que la política de las instituciones europeas se centre ahora en eso”, explica Ángel Ubide, del Peterson Institute. El Eurobanco ponía este domingo el énfasis en la dureza de su análisis y el buen resultado. ¿Si los bancos están tan bien, por qué el BCE les ha apoyado tanto, y por qué aún así no hay crédito? “Durante más de un año, la banca ha sido muy cuidadosa para aparecer lo mejor posible en el examen. Puede que a partir de ahora estén más cómodos, pero para eso hace falta demanda”, terció Constâncio.
Rigor y dudas. A la cuarta tentativa, tras tres fiascos, los analistas consideran que el BCE y la EBA cumplen, a grandes rasgos, las expectativas de exigencia. Pero hay quien siembra dudas: los mercados esperaban cifras más altas, y algunos analistas mucho más altas, que esos 10.000 millones. Ni el BCE ni la EBA, por ejemplo, aclararon una duda: ¿Por qué en el escenario más adverso la inflación para este año es del 1%, cuando el IPC está en el 0,3%? Las Bolsas tienen la palabra desde este lunes, pero este domingo la reacción mayoritaria de los expertos fue moderadamente positiva. “El ejercicio es creíble”, resumió Nicolás Verón, de Bruegel. Los pesimistas, sin embargo, no faltaron a la cita. Philippe Legrain, ex asesor de la Comisión Europea, considera el examen “pura fachada”. “Las cifras son ridículamente optimistas. Las necesidades de capital son mucho mayores, pero las presiones políticas de los grandes países han hecho mella”. No hay suspensos entre los grandes bancos alemanes (Deutsche Bank, Commerzbank) ni de los franceses (BNP Paribas), pese a que se atiborrarpon de activos tóxicos antes de la crisis.
Grecia, siempre Grecia. El país heleno ha visto suspendidos a tres de los cuatro bancos examinados: Eurobank, Banco Nacional de Grecia y Piraeus Bank. Solo el último los ha solventado a estas alturas de 2014. El nacionalizado Eurobank necesita 1.760 millones, el mayor volumen tras el Monte dei Paschi, mientras que el Banco Nacional de Grecia tiene un déficit de 930 millones. El problema de las entidades helenas es la dificultad de captar capital privado en el mercado para, procediendo de un país aún bajo el rescate de la troika y con siete años de recesión a sus espaldas. La necesidad de ayudas públicas sería la peor noticia para un país que quiere abandonar cuando antes el rescate europeo.
La oveja negra de Portugal. El Banco Comercial de Portugal (BCP) es el único suspenso del país y el único, de entre los 25 suspendidos, cuyo déficit de capital actual es aún mayor que el que se detectó con el balance del cierre de 2013. El BCP necesita 1.150 millones, pese a que la entidad ha estado muy activa desde el verano. Hace dos años, solicitó ayudas públicas de 3.000 millones de euros, de los que ha devuelto la mayoría antes de tiempo, informa Javier Martín. Por otra parte, el Banco Espirito Santo (BES), que fue intervenido este verano, no está incluido en los resultados de las pruebas, aunque fue precisamente la primera fase del examen, el análisis de la calidad de los activos, lo que desveló las deficiencias de la malograda entidad.
Tres suspensos para Chipre. Banco de Chipre, Hellenic Bank y Banco Central Cooperativo han suspendido, aunque solo Hellenic necesita aún 180 millones. Malas noticias para una economía muy vinculada a Rusia, con todos los riesgos por el conflicto en Ucrania, y a la que por algunos analistas consideran necesitada de un segundo rescate.
EL PAIS