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martes, 7 de octubre de 2014

Gretzy Atencio: Discurso sobre la resistencia indígena



Eintinü Jaña Añu Anaishi. Ani Teye Wureisi Atencio, Numo Antaru Win, Achon we Keichikar.  Bienvenidos y Bienvenidas Gente Hermosa. Aquí está Gretzy Atencio, de Santa Rosa de Agua, Somos hijos de la luna.

Hoy nos convoca la reflexión siempre oportuna sobre un tema que cada día cobra mayor fuerza, por sus distintas dimensiones. Hablar de “resistencia” es siempre hablar de lucha por la reafirmación de nuestra identidad, de aquello que nos explica y nos contiene.

Casi siempre, en nuestros discursos conmemorativos del 12 de octubre, abordamos el tema desde su perspectiva histórica y política, lo cual es sumamente importante; sin embargo, nos resulta interesante tratar este desde su base espiritual, visión que hoy he querido compartirles, toda vez que en nuestros tiempos de cambios hay, sin duda, otros mecanismos de sometimiento que trascienden la dominación de cualquier imperio.

Ciertamente, los distintos procesos de colonización que sufrieron nuestros pueblos por parte del Imperio Español, hace más de cinco siglos, se tradujeron no solo en expoliación de nuestras riquezas naturales y del exterminio de grandes grupos étnicos que ya poblaban el territorio; del saqueo material de nuestros recursos; sino que también se produjo esa suerte de despojo espiritual, que incluso, nos hizo sentir avergonzados de nuestras creencias, cosmogonía y prácticas muy propias de nuestra espiritualidad ancestral, tan rica y diversa.

Cuentan mis abuelos que los grupos Arawak, los Añu en el Lago y los Wayúu en las arenas, guardaban una relación de amor profundo  a todo lo que viniera de la tierra, del viento, de las aguas y el fuego. Los rituales más hermosos eran hechos en ofrenda a la planta vital y esas antiguas ceremonias eran expresión de una profunda espiritualidad.

 El aire era poseído por aromas de inciensos autóctonos como el cari cari, palo de  olor perfumado, también usado para repeler plagas, que era encendido dentro de las hermosas vasijas de barro o amúshi, colocadas en circunferencia alrededor de piówi, sitio para la danza y el rito. La danza del cazador flechero, donde un hombre armado de arco y flecha perseguía a otro disfrazado de animal, dando saltos elevados y correría hasta quedar exhaustos, para terminar juntos bebiendo agua del mismo jagüey. También hacían el baile de los carrizos, donde toda la comunidad, mujeres y niños marchando en filas circulares, hacían sonar las flautas ancestrales imitando los sonidos  del viento de la selva tropical.
Y así como estas expresiones que les acabo de mencionar hay muchas que hoy podemos trabajarlas, recrearlas y socializarlas a nivel educativo y cultural.

Como les iba diciendo, así transcurrían los días en Maracaibo, en aquellos tiempos de paz y felicidad. Cada nación con su espacio propio, suficiente para existir con dignidad y amarse como ordenaban las sabias y sagradas leyes de los antepasados que todo lo crearon. La generosidad de la naturaleza se había detenido en dotar esta región con la infinita bondad de una madre que aspira para sus críos, simplemente lo mejor. Así eran las gentes en la tierra del lago, hasta sentir en su médula, la herida profunda que viene lejos del mar. En contraposición a esto hoy también resiste el Lago a nuestra desidia, indolencia, a nuestra incapacidad. Nos invade la basura, en el mismo sitio donde estamos que era una bahía, un paraíso que podemos sentir si nos unimos más, si aniquilamos nuestros egos y trabajamos en colectivos sin tanto afán de poder, que el verdadero poder sea elevar nuestro nivel de consciencia conviviendo en armonía con la pacha mama y el cosmos. Así ya hemos alcanzado la trascendencia.

Hoy, nuevos imperios y nuevas formas de sometimiento, sutiles y sofisticadas, nos ponen en frente de una nueva realidad. Se trata de esa colonización mental que no necesita bayonetas, espadas, pólvora o drones para someternos, y cuyos resultados son tan letales material y espiritualmente.

Evidentemente, nuestros pueblos aún siguen siendo saqueados, sin lugar a dudas, el petróleo, por ejemplo, recurso que ha permitido el “desarrollo” de importantes países, es una muestra palpable de esto que decimos. Eso no solo lo sabemos sino que lo padecemos… Y en ese sentido, ya no hay expedicionarios que a buen viento y buena mar, y con la bendición de rey o reina alguna, se lancen al océano en busca de nuestro oro, flora, especias, entre otros recursos.

Hoy, la técnica y la ciencia, por ejemplo, han permitido que aviones no tripulados, o drones, vuelen rasante, en los cielos nocturnos de pueblos insomnes; bombardeando y destruyendo todo a su paso no sólo en busca de este recurso, que bien el poeta y escritor venezolano llamó el excremento del diablo, sino que, y sobre esto queremos llamar la atención, arrasando toda una cultura para lograr el exterminio espiritual de estas y así sean terreno fértil para estas nuevas formas de colonización y sometimiento.

Pero dejemos ese tema de lado, no por menos importante, o porque de el sepamos demasiado; sino porque de ese tema de la “resistencia” y la colonización como su contraparte; se  desprende una dimensión que también vale la pena reflexionar y considerar.
Quizás por eso nos resulta importante preguntarnos hoy, ¿qué nos somete a cada uno de nosotros en nuestra estricta individualidad, en ese plano personal donde los drones y las naves españolas, aunque expliquen buena parte del problema, no son exactamente los que ejercen ese dominio sobre nosotros/as? De ningún modo se propone  obviar la complejidad y profundidad de ese tema, del que tanto se ha dicho; sino más bien, revisar otras aristas igualmente complejas y que nos compromete en lo personal.

En ese sentido, debemos reconocer que la alienación resultó, al igual que la muerte y la destrucción, un producto perverso de ese proceso de colonización, proceso de alienación al que muchos hacemos resistencia, y que para otros, resulta no menos que inadvertido. Es más, hay quienes se resisten a creerlo…

Una cultura alienada también oprime. También genera mecanismos de dominación. Por eso el capitalismo, por ejemplo, se ha servido de la industria cultural para mantenernos dominados y reproduciendo su estilo de vida, ese mismo que nos somete a formas que incluso, no son nuestras… Y en ese aspecto, la pretensión ha sido homogenizarnos, negando con ello, incluso, nuestra diversidad… Un sistema cultural que nos dijo que la coca cola y no la libertad eran la chispa de la vida o que bellas son las mujeres rubias y esbeltas y no nuestras indígenas, cuyos rasgos se distinguen del caucásico que se nos ha pretendido imponer desde los “certámenes de belleza”…  

¿Y resistimos a ello?, ¿cuántas de nuestras mujeres han quedado para siempre dormidas en los quirófanos soñando con parecerse a la miss de la revista y no a su madre o abuela? Una especie de negación o vergüenza genética o biológica. Recuperar la memoria histórica así como nuestra identidad deber ser un verdadero proceso de liberación. Por tanto, es importante resistirse a estos procesos de homogenización hasta del concepto de lo bello.

Hoy seguimos resistiendo, claro; y no solo resistimos como pueblo que desea liberarse de la dominación extranjera que por siglos nos ha violentado; sino que también resistimos cada uno de nosotros en nuestros procesos internos.  Resistimos a prejuicios, a dogmas, a miedos que ponen en conflicto nuestra propensión natural a la libertad. En ese sentido, Bolívar hablaba de que nos habían dominado más por la ignorancia que por la fuerza, de ahí que muchos de nuestros hombres y mujeres no ofrezcan resistencia alguna sino que por el contrario, condenan a quienes han decidido tomar la ruta de la autoliberación.

Es importante, llegados a este punto, que iniciemos ese proceso de autoconocimiento, de nuestra individualidad y del mundo del que formamos parte, para resistirnos a tomar por cierto lo dado como si de una verdad se tratara; sino que la duda, como mecanismo de resistencia, nos lleve al conocimiento y este a la liberación. Resistirnos a la ignorancia que nos domina es cuestionar, es no aceptar lo dado como algo inequívoco o veraz, es fomentar nuestro espíritu crítico.

Resistir, es encontrarnos en lo que somos, y para eso es necesario conocer nuestros orígenes como pueblo y como personas. Resistir, es negarnos a actuar bajo el influjo de la manipulación mediática, esa hija predilecta de la industria cultural que nos convierte en robots o máquinas repetidoras de discursos. Resistir, es  afirmar nuestra identidad sin tener que negar o anular la diversidad. Resistir, es vivir para la libertad.

Y para finalizar, reivindicar la teoría que le atribuye al origen del nombre de Venezuela una raíz indígena y no europea, como nos lo han hecho saber. Pues Venezuela, en la lengua natural de aquella tierra, quiere decir Agua Grande, por la gran laguna de Maracaibo que tiene en su distrito, como quien dice, la provincia de la Gran Laguna.

Aunque pueda haber muchas mentiras, una verdad las conquista a todas. Cuando un sol aparece la oscuridad por profunda que sea desaparece.

JARÜPI JOTAACHA OÜPICHE PEE. KAIKARÜ KEETU SHI JIUNTAYE WARIÜ
CUANDO TE LEVANTES NO LE CIERRES LOS OJOS AL SOL PORQUE ESA ES LA BIENVENIDA A NUESTRO DIOS.



PÜTÜMA!!!! GACIAS!!!!
 


El Origen de Venezuela es Indígena


y quiere decir Agua Grande
Por: Ramón Hernández Villoria


La mayoría de los habitantes de Venezuela no sospechan siquiera que el origen del nombre de su país tiene su raíz en una lengua indígena, autóctona, diferente de la lengua traída por los colonizadores españoles. Por tal motivo me siento obligado a exponer algunas líneas al respecto a fin de rebatir la versión más conocida, pero errónea, e interesada, acerca del origen del nombre de nuestro país.

 

LA VERSIÓN DE LA PEQUEÑA VENECIA

La versión más reciclada, e inflada por los medios de comunicación social y otros medios de dominio cultural, es la que refiere el nombre de Venezuela a una sugerencia del navegante florentino Américo Vespucio a partir de un diminutivo de la ciudad italiana de Venezia. Vespucio se habría inspirado en la visión de los palafitos aborígenes en las costas de Maracaibo, que avistó junto con Alonso Hojeda y Juan De La Cosa en agosto de 1499 (1) , un año después de que Cristóbal Colón tocó el extremo opuesto, el oriental, de nuestro territorio.



Se cita como supuesto documento de esta afirmación la carta del 18 de julio de 1500 que Vespucio dirigió a su protector Lorenzo Médici, en la cual cuenta, después de abandonar la "isla de lo Gigantes" (se ignora a cuál de las actuales islas neerlandesas se refiere), lo siguiente:

"Di questa Isola fummo ad altra Isola commarcana di essa a duci leghe, e trovammo una grandissima popolazione che tenevano le lor case fondate nel mare come Venezia, con molto artificio, e maravigliati di tal cosa, accordammo di andare a vederli e comma fummo alle lor case vollovi difendersi, che non entrassimo in esse..." (2).

La traducción al español da cuenta de una grandísima población, en una isla vecina de la anterior por diez leguas, que tiene sus casas con mucho arte construidas sobre el mar, como Venecia. Esto es todo lo que escribió Vespucio.



No hay ningún diminutivo, no hay ninguna pequeñez por ninguna parte. Por el contrario, Vespucio destaca que la población es grandísima, y construida con mucho arte.
 

En una carta-relación de fecha posterior (Lisboa, 04 de septiembre de 1504), la famosa Lettera, Vespucio resume sin detalles, pero con palabras suficientes, el itinerario de sus primeros cuatro viajes por el Nuevo Mundo. Esta Lettera es la génesis del concepto de continentalidad desarrollado por él. La novedad y la amplitud de las costas descritas fueron base documental para la mayor parte de los mapas posteriores, incluso el mapamundi del alemán Waaldsemüller (1507) que le concede el nombre de Vespucio al continente. En la Lettera se lee lo siguiente:

"Fumo a terra in un porro dove trovamo una popolazione fondava sopra lacqua come Venetia; erano circa 44 case gran adoso di capane fondate sopra pali grossissimi..." (3).

Este fragmento no precisa la ubicación geográfica de los palafitos, pero corresponde a la relación del primer viaje de Vespucio donde describe costas de la futura centroamérica. Al margen de las contradicciones reprochadas a los escritos de Vespucio, que en tiempos pasados movieron a diversos historiadores a designar, sin argumentos plenamente válidos, unas u otras cartas como apócrifas, para dar veracidad y autentificar a las restantes, es evidente que en ninguna parte consta que Vespucio llamara "pequeña Venecia" (al contrario, le pareció ver una "grandissima popolazione") o "Venezziola", a ningún poblado de palafitos, ni en las cercanías de la actual Maracaibo, ni en costas de la posterior centroamérica que cita en la Lettera.


Sólo conjeturas muy vagas pueden sustentarse para suponer en la culta imaginación del cosmógrafo florentino el nombre de Venezuela que, según dicen, él sugirió a su compañero de nave Juan De La Cosa, presto cartógrafo de las tierras exploradas. De tenerse por auténticas las cartas arriba citadas, es fácil deducir que la expresión casas sobre el agua, como Venecia, es más una figura literaria que otorga vívida ilustración a la descripción de dos lugares distintos en ubicación y similares en estructura, que a la sugestión de designar así para los europeos algún nuevo lugar. Si la intención comparativa hubiera sido más fuerte, el lugar hubiera sido llamado Nueva Venecia. Se puede sostener, sin duda alguna, que el asunto del diminutivo no pasa de ser una elucubración o, sencillamente, un invento de historiadores muy posteriores. Por otra parte, en sus escritos y mapas, Hojeda y De La Cosa a veces llaman al golfo de Venezuela por ese nombre, y otras veces como "Lago de Venecia", y esto es quizás lo único que pudiera tenerse como posible argumento, sin dejar de ser suposiciones poco científicas, para respaldar el invento de Venezuela como diminutivo de Venecia. En el mismo año en que Vespucio le escribía a Lorenzo Médici, Juan De La Cosa anotó en su mapamundi del 1500 el toponímico "Veneçiuela", inscrito en la delineación del golfo a la entrada del lago de Maracaibo (lago de San Bartolomé para la época, pero sin rótulo en este mapa).

La coincidencia del año es otro de los supuestos argumentos. Se dice que Vespucio le sugirió el nombre a De La Cosa.


LA VERSIÓN DEL ORIGEN INDIGENA

 

Hay una versión del origen del nombre de nuestro país que tiene fundamentos más históricos, mejor documentados, y que no son un invento o una elucubración. Esta versión atribuye al nombre de Venezuela un origen autóctono que los españoles se apresuraron a reproducir. El apoyo documental a esta versión lo ofrece Martín Fernández de Enciso en su libro "Suma de Geografía que trata de todas las partes y provincias del mundo, en especial de las Indias", editada en Sevilla en 1519, y que es el primer impreso que habla del Nuevo Mundo. En él se lee:

"y al cabo dela cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima de ella está un lugar o casas de indios que se llama Veneçiuela..." (4)

Es de suponer que este dato fue aportado por Hojeda y De La Cosa a Fernández de Enciso porque él los conoció y viajó con ellos en 1502 a las mismas costas. En cambio, es muy poco probable que Vespucio y Fernández de Enciso se hayan conocido. Algunos años más tarde, Juan Botero, en su libro "Relaciones de Universales del Mundo", afirma que en el golfo de Venezuela hay una población de indios con ese nombre edificada en un peñasco "essempto y relevado que se muestra sobre las aguas"

Véase que en ambos casos, los escritores dicen que el nombre del poblado indígena es Veneçiuela. Ellos no dicen que los españoles le hayan puesto el nombre, sino que sugieren que ese es su nombre indígena y punto. Finalmente, en un enunciado muy valioso, que reafirma la autoctonía del vocablo, Antonio Vázquez de Espinosa, sacerdote español que viajó por casi todo el continente en el último tercio de los milquinientos, escribió en su "Compendio y descripción de las Indias Occidentales", fechado en 1629, lo siguiente:

"Venezuela en la lengua natural de aquella tierra quiere decir Agua grande, por la gran laguna de Maracaibo que tiene en su distrito, como quien dice, la Provincia de la grande laguna..." (5)

Como puede apreciarse, la segunda versión tiene un apoyo documental fehaciente y bastante antiguo. Esta versión es históricamente asertiva, mientras que el cuento de la Pequeña Venecia es nebuloso.